
Miércoles 22 de octubre de 2025, p. 32
Huehuetla, Hgo., Desesperada por la falta de electricidad que le impide suministrar energía al oxigenador que mantiene con vida a su abuelo, una familia indígena de la comunidad Los Planes del municipio de Huehuetla ha debido improvisar un “hospital so-bre ruedas”.
Desde el pasado 10 de octubre, parientes de Angélica María Tolentino Aguilar trasladan diariamente en una camioneta al enfer-mo hasta el poblado Santa Úrsula, a unos cinco kilómetros de distancia de su hogar, para rentar un generador portátil al dueño de una tienda de abarrotes y conectar el aparato que le suministra oxígeno.
La carencia de energía eléctrica en Los Planes, en Santa Úrsula y otras localidades de los municipios de Huehuetla, Tenango de Doria y San Bartolo Tutotepec se debe a derrumbes y deslaves que destruyeron postes y tendidos eléc-tricos durante las intensas lluvias que azotaron hace dos semanas a la región Otomí-Tepehua, ubicada en el noreste de Hidalgo, en los límites con Puebla y Veracruz.
Tolentino Aguilar relató que su padre, quien padece diabetes avanzada, requiere diálisis y atención médica urgente, pero los caminos bloqueados impiden su traslado a un hospital. “Mi papá ya perdió la vista, está discapacita-do y necesita oxígeno tres veces al día: a las 6 de la mañana, a las 2 de la tarde y a las 10 de la noche”.
Aunque hace algunos meses la familia logró comprar con grandes sacrificios un oxigenador, la falta de energía eléctrica los ha obligado a transportar diariamente al enfermo en una camioneta a Santa Úrsula, población que también carece de electricidad, pero donde algunas tiendas cuentan con plantas de luz que funcio-nan con gasolina y sirven para cargar celulares y otros aparatos a cambio de pagos que van de 20 a 40 pesos por hora.
Dentro de un vehículo conectado al generador mediante un cable de ocho metros que a su vez se enchufa a una planta de luz ubicada en uno de los locales comerciales, el padre de Angélica María recibe su tratamiento mientras permanece sentado en el asiento trasero, vestido con pijama y portando una mascarilla.
La escena parece sacada de un documental sobre la resistencia o de una película distópica: un adulto mayor sentado en el asiento trasero respira al ritmo monótono del aparato, mientras el motor del generador zumba entre el olor a gasolina y humedad. El automotor, con las puertas abiertas, se convierte en un hospital improvisado frente a una tienda de abarrotes.
“Ni gasolina se consigue ya”, advirtió Saraí García, activista de Santa Úrsula. “Hay escasez de comida, de agua, de todo. Si se acaba el combustible, ya no será posible encender las plantas de luz… Y entonces, ¿qué va a pasar con ellos?”
Angélica no lo dice, pero lo sabe: si la planta se apaga, también cesará el aliento de su padre.
Por eso cada día, mientras el cielo se cubre de nubes y los caminos siguen cerrados, ella y su familia repiten el ritual. Llevan al enfermo a Santa Úrsula, encienden el generador, conectan el cable, esperan a que el oxigenador empiece a zumbar… y respiran junto a él.
La esperanza, en medio de la tormenta, suena a electricidad prestada.
Ante la situación, Saraí García exigió a la Comisión Federal de Electricidad restablecer el servicio eléctrico lo antes posible, para evitar que esta situación derive en una tragedia.