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Arte y préstamos
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ecientemente visitamos uno de los edificios de la antigua Ciudad de México que guarda más historia. Fue la residencia del gran tlatoani Axayácatl, padre de Moctezuma, quien gobernaba la poderosa Tenochtitlan a la llegada de lo españoles. Él tenía enfrente su palacio, en el de su progenitor alojó con generosa hospitalidad a los hispanos, sin imaginar la traición de que sería objeto.

Después de la conquista, Cortés se quedó con el enorme recinto, en el que estableció su residencia y también se apropió del palacio de Moctezuma. A su muerte, su hijo Martín lo vendió a la Corona española, que lo convirtió en la sede del gobierno virreinal y hasta la fecha tiene el mismo fin, ahora convertido en Palacio Nacional.

Al paso de los siglos, las casas de Cortés, que se dice que eran como una pequeña ciudad, fueron objeto de litigios; se fueron fraccionando, y finalmente en 1836 el Monte de Piedad las adquirió y compró dos para completar las siete que conforman el predio.

La institución la fundó en el siglo XVIII don Pedro Romero de Terreros, opulento y magnánimo personaje, a quien se le otorgó el título de Conde de Regla, en reconocimiento a los jugosos donativos que concedió a la Corona.

A partir de que alojó al Monte de Piedad, el lugar se fue adecuando a las necesidades de la institución. El descendiente del fundador Pedro Romero de Terreros, patrón secretario del patronato, platica que la última gran intervención fue en 1935, cuando se cambió su estructura general, pues las autoridades de ese entonces decidieron agregarle al inmueble el pasaje central y el cuarto piso, además de una serie de intervenciones.

A partir de 2015 se inició un ambicioso proyecto de remodelación que abarcó 12 mil de los 15 mil metros cuadrados que forman el edificio. El resultado es impresionante, conserva su esencia histórica, enriquecida por importantes hallazgos de las casas de Axayácatl y de Cortés, y se han habilitado amplios espacios con mucha luz y ventilación, que dan como resultado un armónico maridaje del pasado y el mundo actual.

A esto colaboran dos excepcionales obras de arte: el vitral de Vicente Rojo Versión Celeste, que ocupa el plafond del patio principal del histórico edificio y el monumental mural Mutua presencia de tiempos eternos, de Arnaldo Coen. Este último se encuentra en el patio Tezontle de Casa Abierta Monte.

La institución comisionó al artista dentro de la conmemoración de su 250 aniversario, cuyo concepto es “Mexicanos ayudando a mexicanos”. La idea rectora es celebrar su legado y tradición, donde el arte es el medio para narrar su historia.

El patio del mural es un gran espacio con bellos muros de tezontle con un diseño contemporáneo. Al fondo deslumbra la impactante obra de 16 metros por 10, pintado al acrílico. Coen empleó una paleta policromática, cuyo efecto es un juego de claros y oscuros combinado con matices cálidos y fríos, lo que genera una dinámica de movimiento, que a su vez permite el juego con los planos. Hipnotizan los diversos puntos de fuga que, explica el artista, “van hacia el infinito y también regresan”, y es cierto.

Por su importancia histórica y valor artístico, la Unesco designó al Monte de Piedad Patrimonio de la Humanidad, y a partir de 2013, gracias a las obras de remodelación para obtener un edificio más amigable con el medio ambiente, obtuvo la certificación Leed Nivel Oro.

La institución tiene 312 sucursales en el país, en las que se realizan entre 30 y 50 mil movimientos todos los días. Anualmente otorga cerca de 10 millones de préstamos prendarios a cerca de 4 millones de clientes. En la Casa Matriz, que es el histórico edificio que hoy visitamos, se llevan a cabo alrededor de mil 500 operaciones diariamente.

Para festejar el notable trabajo que hizo Coen en la monumental obra mural, sus compañeros del Seminario de Cultura Mexicana lo invitamos al restaurante El Cardenal de la calle de Palma.

Ahí, nuestra anfitriona fue la encantadora Marcela Briz –también miembro del seminario–, quien organizó un suculento festín en que el rey fue el incomparable chile en nogada, que en este lugar es único. El postre fueron las frescas nieves de la casa elaboradas con frutas de la temporada.