Investigar requiere tecnología avanzada de ADN que el ejército israelí ha restringido

Miércoles 8 de octubre de 2025, p. 5
Deir Al-Balah. Cuando las bombas israelíes comenzaron a caer, Mohammad al-Najjar, su esposa y sus seis hijos huyeron de su casa en el sur de Gaza en plena noche, dispersándose aterrorizados con cientos de otros vecinos.
Cuando el polvo se asentó y Al Najjar se acurrucó con su familia en un refugio a millas de distancia, su hijo Ahmad, de 23 años, estaba desaparecido. Al amanecer, la familia buscó en hospitales cercanos y preguntó a los vecinos si lo habían visto.
No había rastro. Casi dos años después, todavía lo buscan.
“Es como si la tierra se lo hubiera tragado”, dijo Mohammad al-Najjar. Habló desde la tienda de la familia en Muwasi, junto a la costa sur de Gaza, su noveno campamento de desplazados desde aquella fatídica noche de diciembre de 2023.
Miles en Gaza buscan a familiares que han desaparecido en una de las guerras más destructivas de las últimas décadas. Algunos están enterrados bajo edificios destruidos. Otros, como el hijo de Al-Najjar, simplemente desaparecieron durante las operaciones militares israelíes.
En una guerra donde el verdadero número de muertos es desconocido, “cuál es el número exacto (de personas desaparecidas), nadie lo sabe”, dijo Kathryne Bomberger, directora general de la Comisión Internacional sobre Personas Desaparecidas.
La familia Al-Najjar ha buscado entre los escombros de su hogar bombardeado. Fueron a morgues y hablaron con el Comité Internacional de la Cruz Roja.
“¿Es un prisionero (en Israel)?, ¿está muerto?”, preguntó el padre de 46 años. “Estamos perdidos. Estamos atormentados por todo”.
Los Servicios Penitenciarios de Israel y el ejército señalaron que no podían divulgar detalles identificativos sobre prisioneros específicos y se negaron a comentar sobre el estado de Al-Najjar.
Bajo escombros
Unas 6 mil personas han sido reportadas por sus familiares como aún enterradas bajo los escombros, según el Ministerio de Salud de Gaza. El número real probablemente sea de miles más porque en algunos casos familias enteras fueron asesinadas en un solo bombardeo y no quedó nadie para reportar a los desaparecidos, resaltó Zaher al-Wahidi, funcionario a cargo de los datos.
Por otro lado, el ministerio recibió reportes de familias de unos 3 mil 600 desaparecidos más, dijo Al-Wahidi, que están en paradero desconocido. Hasta ahora sólo ha investigado más de 200 casos. De ellos, siete fueron encontrados detenidos por Israel. Los demás no estaban entre los que se sabe están muertos o enterrados bajo escombros.
El ministerio es parte del gobierno dirigido por Hamas, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y muchos expertos independientes consideran que sus cifras son confiables.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) tiene su propia lista de desaparecidos: al menos 7 mil casos aún sin resolver, sin incluir a aquellos que se cree están bajo escombros, dijo el portavoz principal, Christian Cardon.
Ha habido muchas formas de desaparecer durante el caos de las ofensivas, ataques a edificios y desplazamientos masivos de casi 2.3 millones de personas de la franja de Gaza. Cientos han sido detenidos en puestos de control israelíes o fueron capturados en redadas sin notificación a sus familias. Expertos comisionados designados por un organismo de la ONU y grupos de derechos han acusado a Israel de genocidio, cargos que ese país niega con rotundidad.
Durante los asaltos terrestres israelíes, los cuerpos han quedado abandonados en las calles. Se ha disparado a los palestinos cuando se acercaron demasiado a las zonas militares israelíes y sus cuerpos se encuentran semanas o meses después, descompuestos.
El ejército israelí ha tomado un número desconocido de cuerpos, con el argumento de que busca rehenes israelíes o palestinos que identifica como milicianos. Ha devuelto varios cientos de cadáveres sin identificación a Gaza, donde fueron enterrados en fosas comunes anónimas.
Investigar a los desaparecidos requiere tecnología avanzada de ADN, muestras de familias y cuerpos no identificados, así como imágenes aéreas para localizar sitios de entierro y fosas comunes, manifestó Bomberger. “Es una tarea enorme”, subrayó.
Pero Israel ha restringido el ingreso de suministros para pruebas de ADN a Gaza, según Bomberger y el Ministerio de Salud. Las autoridades militares israelíes no comentaron de inmediato cuando se les preguntó si estaban prohibidos.
Bomberger afirmó que es responsabilidad del Estado encontrar a las personas desaparecidas, en este caso Israel, como potencia ocupante. “Así que dependería de la voluntad política de las autoridades israelíes querer hacer algo al respecto”.
Fadwa al-Ghalban no ha tenido noticias de su hijo de 27 años, Mosaab, desde julio, cuando fue a buscar comida a la casa de su familia, creyendo que las tropas israelíes ya habían abandonado el área cerca de la ciudad sureña de Maan.
Sus primos cercanos vieron a Mosaab tendido en el suelo. Gritaron su nombre, pero no respondió, y con las tropas israelíes cerca era demasiado peligroso acercarse a él y se fueron. Supusieron que estaba muerto.
Al regresar más tarde, los miembros de la familia no encontraron cuerpo, sólo sus zapatillas.
Sin cargos ni juicios
Grupos de derechos humanos dicen que Israel está “desapareciendo” a cientos de palestinos de Gaza, deteniéndolos sin cargos ni juicio, a menudo incomunicados.
Israel no hace público el número de detenidos, excepto a través de solicitudes de la ley de libertad de información. Bajo una revisión de la ley israelí en tiempos de guerra, los detenidos de Gaza pueden ser retenidos sin revisión judicial durante 75 días y se les niega abogados por aún más tiempo. Las comparecencias ante un juez generalmente se llevan a cabo en secreto a través de video.
El grupo israelí de derechos humanos Hamoked obtuvo registros que muestran que, en septiembre, 2 mil 662 palestinos de Gaza estaban detenidos en prisiones israelíes, además de unos pocos cientos más en instalaciones del ejército donde grupos de derechos, la ONU y los presos han reportado abusos y torturas rutinarias.
Todo lo que Al-Ghalban tiene de su hijo es su último cambio de ropa. Se niega a lavarla.
“Sigo oliéndola. Quiero un aroma de él”, expuso, su voz quebrándose en lágrimas. “Sigo imaginándolo viniendo, caminando hacia mí en la tienda. Digo que no está muerto”.