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¿La fiesta en paz?

Sucesión de agravios post mortem a Manolete por parte de amigos y admiradores

I

nolvidable Monstruo: Los aficionados pensantes, aunque lejos estemos de ser necrófilos (atracción por la muerte o por alguno de sus aspectos o, más censurable aún, búsqueda de placer erótico con cadáveres, que en este mundo hay gente para todo), traemos herrado a fuego en la piel del corazón el 28 de agosto como la fecha en que se recuerda, por siempre, tu involuntario nacimiento a la inmortalidad tras aquella cornada de Islero la controvertida tarde en Linares, provincia de Jaén.

¿Por qué involuntario ese nacimiento tuyo a la inmortalidad? Bueno, porque además de triunfar esa tarde de 1947 pensabas casarte el 18 de octubre siguiente, como con ingenuidad le confiaste a un entrevistador, con tu pareja sentimental Lupe Sino, tan mal vista por tu mamá, por tu apoderado Camará y por el grueso de la gente decente, lo que se consideró una bofetada a la moral del régimen del generalísimo caudillo de España por la gracia de Dios, como se autonombró.

¿Controvertida tarde? Pues sí, porque para casi todos fue más conveniente echarle la culpa a Islero, de Miura, y a su certera cornada que a las oportunas cuanto sospechosas solidaridades de tus amigos Álvaro Domecq y Luis Jiménez Guinea, el primero trayendo solícito un plasma en mal estado que ya había cobrado víctimas en una explosión en Cádiz apenas diez días antes, y el segundo, prestigiado médico de la plaza de Madrid, por ordenar que te lo pusieran y en una hora morirte.

Nunca te enteraste, Monstruo, pero mientras tú fumabas luego de la cirugía, en el cuarto de al lado tu Lupe se moría por verte y tomarte las manos y confortarte con su sonrisa y sus ojazos verdes, pero Domecq y Camará se lo impidieron, no fuera a ser que ustedes se casaran in articulo mortis y tu fortuna fuera a dar a sus manos, esas que te enloquecieron en faenas innombrables. Luego, la prensa franquista se encarnizó con ella, por lo que decidió volver a México, donde intervino en una película y tuvo un fugaz matrimonio con José –nada de Manuel, como inventaron los fachas en España– Rodríguez Aguado, abogado y empresario.

Tu fortuna se la repartieron equitativamente, debemos suponer, entre tus amigos de confianza –nadie es perfecto– Domecq y Camará y tu mamacita y hermanas, que mal sabían leer y escribir. No hubo periodista que se atreviera a indagar sobre los destinos de tus millones acumulados en ocho años de llenar las plazas del mundo y menos a preguntar a tu afligida parentela cuánto les había tocado. La consigna era borrar del mapa a la perniciosa Lupe Sino, y lo lograron.

El colmo de la mala suerte de ustedes como pareja, admirado Monstruo, fue la ocurrencia del director y guionista holandés Menno Meyjes de hacer en 2006 una película titulada precisamente Manolete, con Adrien Brody y Penélope Cruz, y que no obstante ser una coproducción España-Reino Unido-Estados Unidos-Francia-Alemania, resultó como el grueso de las películas que sobre el tema taurino se han hecho en los pasados cien años: fallida y, en este caso, precavida.

Inicialmente iba a estrenarse en 2007, en el 60 aniversario de tu retorcido fallecimiento, pero por supuestos adeudos, diversos líos y veladas sugerencias “de muy arriba”, la película fue estrenada hasta 2010, con malas críticas, en Francia e Italia, nunca en España y países de Latinoamérica. En fin, entrañable diestro, que la cómoda versión oficial de tu partida física seguirá estorbando cualquier aproximación a la verdad de los hechos, mientras la fiesta que tanto amaste y de la que sigues siendo referente no quiso eludir la aturdida atmósfera de banalización que envuelve al planeta.