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Armand y Cosmos. Acusaciones peligrosas
D

os procesos. Dos interpretaciones de la realidad. Dos filmes atípicos y arriesgados. Dos historias sobre la esencia de la verdad, la fragilidad de las reglas establecidas y la manera en que percibimos a los adultos, a los menores de edad y a los animales, en este caso a un perro. Un par de relatos en el que los métodos institucionales y las argucias legales resultan insuficientes cuando aquello que se juzga es más oscuro, desconcertante y confuso que los propios lineamientos y estatutos legales.

Un incidente escolar y una eventualidad doméstica que desata una polémica, son el eje argumental respectivamente, de Armand, una acusación peligrosa (2024) de Halfdan Ullmann Tondell y de El juicio de un perro (2024) de Laetitia Dosch. Ambos filmes se trastocan en una metáfora social y política incluso, en esa obsesión de los procesos legales por encontrar culpables. Y es que, a una sociedad polarizada con un sistema judicial fallido y corrompido no le interesa impartir justicia, sino encontrar a una víctima propicia a quien castigar.

El escenario de Armand, es un severo colegio de educación primaria. Elizabeth, la madre del niño de seis años que da título al filme (la siempre atrayente Renate Reinsve), afamada actriz local que recién ha enviudado, es convocada a una reunión por un consejo escolar que preside una tímida y ninguneada profesora que a todas luces no está preparada para dar cauce al “proceso” a seguir. El pequeño es acusado de golpear a Jon, compañerito suyo y de hacerle tocamientos indebidos a partir de un vago testimonio del afectado y/o de los padres de éste: Sarah y Anders (Ellen Dorrit Petersen y Endre Hellestveit); quien, además de ser su cuñada es evidente que tiene un resentimiento contra Elizabeth y que el marido desea a ésta.

El realizador noruego propone desde el inicio una serie de pequeños e inquietantes detalles anómalos: una profesora que no deja de sangrar de la nariz, una escuela cuya alarma de incendios no sirve y sus paredes muestran fotografías del pasado que parecen conservar ecos de un mal que gravita en el ambiente (doble moral, hipocresía social y más), la risa incontenible de Elizabeth o la lluvia apocalíptica final. A lo que se suma una serie de extrañas coreografías que parecen salir de la mente confundida de la protagonista. Inquietante aunque dispareja en su conjunto, Armand, se conecta de algún modo con aquella joya nórdica del director Thomas Vinterberg: La caza (2012), que mostraba de manera despiadada la ley de la masa sobre el individuo.

A pesar de su inofensivo título y póster promocional, El juicio de un perro, inspirada en hechos reales, resulta una agradable e intrigante sorpresa debido a la osada manera con la que la cineasta y guionista debutante, la francesa Laetitia Dosch con una prolífica carrera como actriz, propone una ácida y en ocasiones feroz fábula social para mostrar la estupidez y la intolerancia de una sociedad que se mueve por modas, correcciones políticas o desde su propia burbuja, abandonando lo más obvio: la naturaleza de los seres vivos, sean humanos o animales y los abismos económicos y culturales.

Una abogada defensora de causas perdidas (la propia Dosch) que suele auxiliar a un niño vecino, maltratado por los padres, decide tomar la defensa en un caso insólito: el juicio a un perro mestizo, Cosmos, acusado de morder a varias mujeres, en particular a una migrante portuguesa empleada doméstica a la que le desfigura el rostro por intentar acariciarlo en el momento de comer. Cosmos, perro de apoyo de un indigente débil visual a quien salvó del suicidio, enfrenta la pena de muerte al tiempo que su dueño tendría que pagar una altísima compensación para la joven afectada.

Con una trama que recuerda la exitosa Anatomía de una caída (2023) de Justine Triet pero proclive a la farsa enloquecida, Dosch no sólo se luce con inteligencia como actriz, sino que evita la comedia facilona y sobre todo el final feliz y elige caminos difíciles, incluyendo un cambio brutal en su conclusión, para mostrar los peligros de los neopopulismos, el neofascismo representado por la fiscal opositora, los feminismos mal entendidos y los excesos de los ambientalistas. Ello, para incidir en la simple y llana naturaleza del hermoso protagonista: Cosmos que simboliza la nobleza animal y a su vez, el instinto de su raza, en un filme que reflexiona asimismo sobre la belleza de la existencia y lo efímero de ésta.

Armand, una acusación peligrosa y El juicio de un perro se exhiben en Cineteca México, Las Artes y Chapultepec, Cinépolis y Cinemex.