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Judith Reyes, cantora y periodista
S

e dio a conocer como La Tamaulipeca en la música ranchera de los años 40; formó el Dueto Alarcón con su esposo, el compositor Eduardo Alarcón, a quien ella pronto abandonó por su machismo y alcoholismo.

En Chihuahua, Judith alterna el trabajo artístico con una intensa labor política. Su primer trabajo fue como agente publicitaria para el diario El Informador de Chihuahua y luego como reportera para El Monitor de Parral, labor que la llevó, a principios de los años 60, a vincularse con los movimientos agrarios más importantes de la izquierda radical, encabezados por la Unión General de Obreros y Campesinos de México (Ugocm), el Frente Villista División del Norte y el Frente Electoral del Pueblo (FEP), del cual fue candidata a senadora y cuyo candidato a la presidencia era Ramón Danzós Palomino; él y otros líderes con quienes Judith trabajó de cerca, como Álvaro Ríos, Arturo Gámiz, Pablo Gómez y Salvador Gaytán, la introdujeron en el mundo de las luchas campesinas de Sonora, Chihuahua y Durango.

Judith comienza así una labor periodística al calor de las luchas campesinas del norte mexicano y, a la par, la creación de lo que ella llamaría canciones con sabor a historia. Aparecen así Corrido de Santo Domingo, La salinidad, Poder negro y Marcha latinoamericana.

El 3 de octubre de 1962, en la ciudad de Chihuahua y con ayuda del periodista Jesús González Rayzola, Judith funda su propio periódico, Acción. Voz revolucionaria del pueblo, dedicado a difundir las demandas y denuncias de la clase campesina de la región; fungía como directora y editora, con su propia columna llamada Taconazos; en su plana de colaboradores estaban un joven Carlos Montemayor, Arturo Gámiz, Salustio González, Oscar Ayala Martínez y Ángel Lara. En estos años Judith colaboraría también para la revista Política, dirigida por Manuel Marcué Pardiñas.

Los conceptos del periodismo de Reyes son los mismos que sostendrían su lírica mordaz y jocosa como compositora; los historiadores de este período aún le debemos a Judith una lectura más puntual de su concepto periodístico: el antimperialismo, la lucha por hacer valer el reparto agrario propuesto por Lázaro Cárdenas, la destrucción del latifundio, así como las bases conceptuales de la izquierda agrarista enarbolada por la Ugocm, el FEP y otros movimientos radicales como el MLN, un socialismo construido desde la realidad obrera, campesina e indígena, largamente abandonadas por los gobiernos posteriores al cardenismo. Un fragmento que ejemplifica este pensamiento lo expresa Judith en una nota que celebra el primer año de vida de Acción:

Nuestra indeclinable línea político-social se ha deslizado en medio de todas las viscisitudes que sufren aquellos que en, medio de todas las esclavitudes concebibles, pregonan la libertad de quienes, dentro de las más densas tinieblas, anuncian el advenimiento de una nueva aurora, de quienes en contra de los colosales intereses creados que oprimen a los pueblos, señalan las hondas fisuras de un régimen social cáduco e inoperante [...] Pese a todos los obstáculos de apariencia insuperable, hemos continuado haciendo llegar a las paupérrimas masas populares la vibrante e indestructible voz del México eterno que alienta a sus parias en su lucha ancestral en contra de las infrahumanas condiciones de vida que padecen con pasión de mártir y con valor de héroe.

En otro artículo, Judith responde a las amenazas de cárcel por parte del jefe de la policía de Chihuahua, general Manuel Mendoza, enarbolando el decálogo del periodista en su artículo 4: Colocad a la sociedad antes que al individuo y a la patria antes que a los gobiernos; continúa:

Para nosotros, señores de la bayoneta, la clase campesina es sociedad; pilar heroico de la patria y el interés de la patria está por encima de los intereses particulares del individuo, o sea, de quienes la gobiernan, porque en realidad en el estado de Chihuahua los que gobiernan son los latifundistas.

Entusiasmada, Judith distribuía gratuitamente su periódico entre comunidades en lucha gracias a patrocinios y donaciones de activistas aliados, reunía lo necesario para este proyecto independiente de información. Ella misma realizó el registro de ley y entregó ejemplares a la Hemeroteca Nacional en la Ciudad de México, aunque poco después, volvió a ese recinto para solicitar la consulta de sus ejemplares, mas se le informó que ese diario no existía.

Aunque el periódico se publicó de 1962 a 1966, quien esto escribe acudió a la Hemeroteca Nacional, en donde sólo encontró los ejemplares correspondientes al período 1962-1964. Estos detalles nos hablan de la radicalidad amenazante que esta publicación, por humilde y sencilla que fuera, representaba para el régimen. Aún en este siglo XXI, las políticas de la desmemoria amenazan con desaparecer no sólo personas, sino también fuentes para la historia de estos importantes movimientos por la tierra, la dignidad y la vida.

*Autora de Cantar de fuego