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La sombra de Trump se cierne sobre las reuniones del FMI y el BM
Corresponsales
Periódico La Jornada
Lunes 21 de abril de 2025, p. 16

Washington y Nueva York., Las reuniones anuales del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, esta semana, son las primeras durante el gobierno de Donald Trump, que está deshaciendo el sistema económico neoliberal, mientras impera la incertidumbre incluso sobre el futuro de estas dos instituciones multilaterales.

La crisis actual es nueva porque reta al propio centro del poder económico, financiero y político mundial, escribió el economista Thomas Piketty en Le Monde. Afirmó que Estados Unidos ya no es un país confiable, sino desorientado con un líder inestable y errático, sin un contrapeso democrático. Subraya que Trump es, en esencia, nada más que un líder colonial frustrado de una superpotencia en declive. La realidad es que Estados Unidos está perdiendo el control del mundo.

Ante ello, Piketty, entre otros, llama a que los países del Sur global propongan establecer un nuevo multilateralismo social y ecológico para sustituir el ahora difunto multilateralismo liberal.

No hay indicios de tal acción por ahora, afirmó a su vez Clemence Landers, la ex alta funcionaria del Departamento del Tesoro que ahora es vicepresidenta sénior del Center for Global Development. Sin embargo, señala, “será interesante ver cuáles coaliciones de diferentes tipos se forman… No estoy segura de si lo que vamos a ver es el BRICS, pero podría verse la formación de otros mercados emergentes”.

Hasta ahora, los líderes del FMI y del Banco Mundial han evitado toda crítica directa a Estados Unidos, pero en comentarios a lo largo de la semana pasada ambos han destacado la importancia de las negociaciones y el diálogo y han reafirmado su fe en modelos de crecimiento económico impulsados por exportaciones, los mismos que están padeciendo los impactos de los aranceles impuestos por el gobierno de Trump. Sin embargo, en el último mes el FMI se ha visto obligado a redactar dos veces partes de su documento clave, Perspectivas de la economía mundial, después de las maniobra arancelarias de Estados Unidos.

La gran incógnita esta semana durante las reuniones anuales es ¿qué hará Trump? Hasta ahora, el director ejecutivo del FMI en Estados Unidos se ha abstenido en todas las votaciones de la junta directiva. Sin embargo, muchos dentro y fuera de estas reuniones anuales están conscientes de que el Proyecto 2025 elaborado por la Fundación Heritage como guía para el nuevo gobierno, y que en gran medida ha sido implementado por Trump en otros rubros, declara que Estados Unidos debería retirarse tanto del Banco Mundial como del FMI y dar por concluidas sus contribuciones financieras a ambas instituciones. Un retiro completo de Washington es considerado poco probable, pero sí se esperan cambios.

La semana pasada, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, expresó de manera indirecta simpatía con las frustraciones con el actual sistema comercial global que ha expresado el presidente estadunidense. “La integración económica global ha sacado a un vasto número de personas de la pobreza y ha hecho que el mundo, en general, esté mucho mejor –afirmó–. Pero no todos se beneficiaron. Comunidades enteras fueron abandonadas con el traslado de empleos al extranjero. Los salarios fueron reprimidos por la creciente disponibilidad de mano de obra de bajo costo”.

No obstante, Georgieva insistió en que la incertidumbre y las barreras comerciales más altas al final dañarán a todos.

El Banco Mundial también podría estar enfrentando opciones difíciles. En años recientes el banco ha comprometido 45 por ciento de sus recursos en abordar el cambio climático, un concepto que el mandatario estadunidense declara un engaño. El presidente del banco, Ajay Banga, pareció reconocer este desafío cuando comentó la semana pasada que las palabras podrían ser un problema a los ojos de diferentes personas. En un artículo de opinión para el Financial Times, Banga escribió que el Banco Mundial no nació del altruismo, sino de un diseño estratégico. Su propósito original, moldeado por intereses estadunidenses, era forjar un paisaje económico global propicio para la inversión del sector privado. Esto no era caridad: fue un movimiento calculado para promover el crecimiento económico y prevenir la inestabilidad.

Para hacer énfasis en este mensaje, la semana pasada Banga afirmó: A lo largo de la próxima década, 1.2 mil millones de jóvenes ingresarán a la fuerza laboral en países en desarrollo. Actualmente, el pronóstico es que esos países ofrecerán 420 millones de empleos. Esa brecha no es sólo un asunto económico; pienso que es un riesgo global, ya que, sin oportunidades, la fragilidad, la emigración indocumentada y la inestabilidad se fortalecerán.

Esta retórica constituye un giro claro en comparación con la de las reuniones de estas dos instituciones multilaterales durante los últimos cuatro años, cuando el enfoque estaba en el alivio de la deuda y en dar mayor atención y recursos al cambio climático, la reducción de pobreza y la desigualdad económica. Todo indica que en estas reuniones anuales no se asignarán más recursos a esas prioridades.

Del neoliberalismo al neocolonialismo

Durante décadas, el Banco Mundial y el FMI han insistido en que los países en desarrollo limiten el gasto público en educación, salud y políticas industriales y que se concentren más en modelos de desarrollo económico neoliberales impulsados por el libre comercio.

Con el gobierno de Trump favoreciendo la imposición masiva y generalizada de aranceles y promoviendo una política económica con la cual busca obligar a empresas a trasladar empleo e inversiones a Estados Unidos, estos mismos países en desarrollo ahora estarán enfrentando un enorme trastorno económico.

Genuinamente creo que esta transición será un retorno al neo-colonialismo, en el cual los países del Norte básicamente suben la cadena de valor y condenan a los países pobres a una posición en la que sólo venden sus recursos básicos, comenta Tim Sahay, director del Net Zero Industrial Policy Lab de la Universidad Johns Hopkins.

Argumenta que los gobiernos y los movimientos sociales del Sur global ahora necesitan trabajar conjuntamente para desarrollar sus propias políticas industriales más enfocadas en inversiones de largo plazo para generar empleos y abordar la pobreza y el cambio climático.

Esa perspectiva también está encontrando eco en ámbitos más centristas. “Antes era una fantasía de la izquierda global que se podía forjar un nuevo sistema mundial que excluyera o por lo menos cercara al imperio rapaz estadunidense –escribió David Wallace-Wells en The New York Times–. Trump no habría sido la selección de nadie para lograr eso. Pero en estos días ese sueño está siendo contemplado no sólo por intelectuales radicales o por líderes de naciones en desarrollo, sino también por nuestros vecinos más cercanos y anteriores aliados”.