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Explora Tomás Pérez Vejo la invención de México

El historiador relata en su libro más reciente cómo la pintura del siglo XIX dejó de contar la vida de Cristo para narrar el origen de una nación

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La captura de Cuauhtémoc en el Lago de Texcoco (1881), de Luis Coto.Foto tomada de Wikipedia Commons
 
Periódico La Jornada
Jueves 7 de marzo de 2024, p. 5

El historiador Tomás Pérez Vejo, en su libro La nación doliente: Imágenes profanas para una historia sagrada (Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2024), relata cómo a partir del siglo XIX se deja de contar en la pintura de México la historia del nacimiento, muerte y resurrección de Cristo para narrar la historia del nacimiento, muerte y resurrección de la nación mexicana.

La obra toma como punto de partida la invención de las naciones tanto en Europa como en América. Respecto de México, a Pérez Vejo le parece que ha sido una invención de nación particularmente exitosa porque, visto desde una perspectiva interior, pocos son los mexicanos que no creen en la existencia de una nación mexicana previa al Estado, cuyos intereses están por encima de los del Estado, incluso de aquellos de los ciudadanos.

Visto desde el exterior, pocos son los individuos que negarían que México es una nación étnico-cultural homogénea, construida a lo largo del tiempo, asegura el profesor-investigador en el posgrado en historia y etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México.

En La nación doliente lo único que intenta explicar es cómo se construye, o inventa, la nación mexicana, lo que lo lleva a decir en el mundo contemporáneo no hay Estado sin nación. Aquellos estados que no han conseguido inventarse una nación a su medida han desaparecido en las cloacas de la historia.

Una de las claves de La nación doliente es la transición de la pintura religiosa, que cuenta una historia sagrada, a la pintura de historia laica. Pérez Vejo recuerda que en el mundo del antiguo régimen la identidad fundamental no era de tipo nacional, sino religioso. Es decir, uno era cristiano, católico, protestante, judío, árabe, eso era el núcleo duro de la identidad colectiva. En forma secundaria uno procedía de determinado territorio.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el nacimiento de los estados más contemporáneos, la identidad pasa a ser fundamentalmente de tipo nacional. Por lo tanto, la historia deja de ser sagrada, en el caso del mundo occidental de Cristo mismo, para priorizar la de cada una de las naciones, y así es como los anales de la pintura religiosa se remplazan por los del mundo laico y la historia sagrada se sustituye por la nacional.

–¿De dónde viene el título del libro?

–La invención de las naciones que utiliza la pintura de historia se puede reconstruir en cualquiera de las naciones del mundo del Atlántico; es decir, Estados Unidos, Inglaterra, España o Francia. Una peculiaridad del caso mexicano es justificar su existencia a la manera de un relato doliente en el sentido de parecer una nación condenada a la muerte porque da la impresión de que siempre fracasa.

“El relato que cuentan las imágenes que analizo es muy simple, efectivo y con una gran capacidad emotiva al ser uno sobre el nacimiento, la muerte y la resurrección. Es decir, una nación nacida en la época prehispánica, muerta con la conquista y resucitada con la Independencia. Hasta allí no tendría mucha diferencia con otros relatos del mundo cristiano. En el relato mexicano, sin embargo, esa resurrección nunca es la final.

“La independencia sale mal porque siempre hay un traidor, en este caso Iturbide, que acaba echando por tierra esa gloria que se queda al final de la resurrección. México entra en un proceso de decadencia y vuelve a resucitar con la segunda independencia, que son las guerras de Reforma, que también salen mal porque hay otro traidor: Porfirio Díaz. Es lo que cuenta el relato de nación mexicana.

Tiene que haber una tercera resurrección, la Revolución, que recupera de nuevo esta especie de gloria perdida. Da la impresión de que este movimiento social también sale mal; en todo caso, si uno piensa que la Cuarta Transformación es, desde el punto de vista simbólico, la cuarta resurrección de México, ya que la Revolución fue traicionada por los neoliberales, suponemos que ésta será la definitiva. No obstante, parece que este país es una nación condenada a vagar de tumba en tumba a la espera de la resurrección final. Siempre acaba siendo víctima del malvado en turno.

Pérez Vejo considera que el relato de la nación estadunidense es uno sobre el futuro, mientras el de la nación mexicana está atado al pasado. Se siente como una venganza del pasado.

La nación doliente: Imágenes profanas para una historia sagrada será presentado hoy a las 19:30 horas en la librería El Péndulo San Ángel (avenida Revolución 1500, colonia Guadalupe Inn).