na de las diferencias radicales entre esta administración y el periodo neoliberal son la finalidad y los objetivos del gobierno. Es decir, la inclinación de las administraciones anteriores era gobernar en beneficio de unos pocos, desviando al país de su ideal democrático e igualitario; mientras la Cuarta Transformación apuesta por gobernar para todos los mexicanos, lo que implica velar por las necesidades de todos los sectores, especialmente de los más vulnerables e ignorados. Para alcanzar una verdadera prosperidad compartida, aquella que se traduce en un aumento tangible en la calidad de vida de las familias mexicanas, es indispensable contar con un proyecto en materia laboral dirigido a la justicia y al bienestar de los trabajadores.
En ese contexto, es sencillo darse cuenta de cómo México, en estos cinco años, ha atendido frentes vulnerables. Lo anterior responde a una clara línea legislativa que he impulsado como senador y presidente de la Comisión de Trabajo y Previsión Social del Senado, que ha puesto las bases de justicia laboral para enfrentarse a retos del porvenir y hacer frente a las posibles repercusiones de las tendencias del futuro inmediato.
Algunos de los retos en materia laboral que aún quedan pendientes son el sistema de pensiones y la reducción de la jornada laboral, además de que, a pesar de que el empleo ha experimentado un aumento significativo, esta mejora no ha sido uniforme a escala mundial. A pesar de la generación de empleo, los salarios reales han disminuido en la mayoría de los países del Grupo de los Veinte (G-20), impactados por un incremento en la inflación que las subidas salariales no han logrado contrarrestar. La coyuntura mexicana presenta estas preocupaciones, las cuales deben estar en las legislaciones de este último periodo: no debemos permitir, nunca más, la precarización del trabajo, ni que el aumento del salario mínimo se haga por debajo de la inflación. De este modo, protegemos a la clase trabajadora, garantizamos su bienestar y dignificamos el ingreso de los trabajadores.
Además, y a pesar de los altos índices de las tasas de informalidad a niveles prepandémicos, la fragilidad económica comienza a emerger. Esto sugiere la necesidad de seguir sumando esfuerzos para formalizar empleos dignos, justos y respetuosos de derechos. Por otro lado, la brecha de género en la participación laboral persiste a escala global, siendo más notoria en países emergentes y en desarrollo, afectando sobre todo a las mujeres y jóvenes. Y en esa línea, son ellos, quienes enfrentan dificultades para reintegrarse al mercado laboral, convirtiéndose en una preocupación válida para el futuro de nuestras sociedades. Estas tendencias, que observamos hace tiempo en la Comisión de Trabajo y Previsión Social que me honro en presidir, también se reiteran en nuestro país. El periodo pasado nos detuvimos en atender la brecha de género, realizamos un foro con juventudes de izquierda para definir temas pendientes y hablar sobre reformas que aprobamos, como la igualdad salarial y la eliminación de la subcontratación en 2019, la cual era una fuente de informalidad y simulación laboral sumamente dañina. Sin embargo, sabemos que en estas áreas aún hay retos pendientes.
Mirando hacia el futuro, las proyecciones indican un leve repunte en las tasas de desempleo a escala mundial en 2024. La devaluación del salario real y el persistente desempleo juvenil son retos que no se resolverán a corto plazo, pero que instan a tomar acciones inmediatas. Es indispensable recordar que el éxito de una política laboral debidamente elaborada reside en el trabajo coordinado entre la clase trabajadora, los sindicatos, el Estado y los empresarios. Una alianza tal, que siga una misma línea política, permitirá el avance en materia de derechos, pues la unidad produce estrategias conjuntas, realistas y empáticas. La historia nos ha mostrado, siguiendo este argumento, que la organización obrera unificada bajo la protección de sindicatos democráticos, libres y transparentes es el camino más efectivo para defender los intereses de los trabajadores. Por tanto, es esencial seguir fortaleciendo la renovación del sindicalismo mexicano.
Cuando vemos el gran panorama, aquel que engloba la realidad nacional, la regional y la mundial, se entiende por qué es tan urgente y preocupante la ausencia de una agenda laboral sólida frente a las elecciones de este año. En efecto, los históricos avances de este sexenio nos brindan la oportunidad de sortear las tendencias negativas que impactan globalmente. Pero esa estabilidad no es sostenible si no se continúa avanzando y consolidando la transformación del mundo laboral. La línea legislativa en esta materia tiene como hilo conductor poner las condiciones de posibilidad para caminar en pos de la prosperidad compartida que mencionaba; que los efectos de esta política laboral permeen estructuralmente depende de la continuidad y coherencia de la agenda de la próxima administración. Las transformaciones y revoluciones, para convertirse en cultura, necesitan repetirse y ampliarse. Como ejemplo tenemos a la reforma próxima a presentarse que aborda el sistema de pensiones. Es una deuda histórica con los trabajadores mexicanos restituirles una pensión adecuada a su esfuerzo y trayectoria laboral, pero este triunfo sólo será posible progresivamente y con el apoyo de los siguientes gobiernos.
La importancia de la clase trabajadora es inconmensurable. Entonces, una propuesta de política integral y verdaderamente dirigida a los mexicanos necesita presentar un proyecto laboral pertinente que también tome en cuenta la cooperación internacional como una herramienta esencial para abordar los desafíos económicos y sociales. Como presidente de la Comisión de Trabajo del Senado y líder sindical he encabezado el fortalecimiento y la unidad entre importantes organizaciones obreras en México y en el mundo, además de impulsar la justicia laboral y la economía nacional mediante iniciativas que contribuyan con la productividad y mejoren el nivel de vida. Al avanzar hacia 2024, la coordinación nacional e internacional y el compromiso con los objetivos de sostenibilidad son esenciales. Recordemos que la transformación sólo es posible con el apoyo y dedicación de la clase trabajadora: aún tenemos deudas importantes. La esperanza es que con determinación y un enfoque de política laboral sólida, podemos enfrentar estos retos y construir un futuro laboral más justo y próspero para las familias mexicanas.