Domingo 3 de septiembre de 2023, p. 3
El fin de semana pasado, el Teatro de las Artes del Centro Nacional de las Artes (Cenart) acogió un par de funciones de un proyecto que, si en el papel se antojaba interesante, en el escenario resultó mejor. En serbio, Svadba, en castellano, La boda, de la compositora canadiense de origen serbio Ana Sokolović. Una ópera de cámara insólita: seis voces femeninas (tres sopranos, tres mezzos), un complemento instrumental mínimo y un par de sencillos elementos escénicos. Con esta austera dotación quedó demostrado, una vez más, que sí es posible la ópera atractiva y propositiva sin necesidad de recursos fastuosos. El sexteto de intérpretes, de alto nivel, las integrantes del ejemplar ensamble vocal Túumben Paax.
El asunto es muy sencillo: una joven se va a casar (o, dicho con mayor precisión, va a ser dada en matrimonio), y la noche anterior a la boda se reúnen con ella varias amigas para festejar, hablar de los asuntos pertinentes, y efectuar el ritual de preparación del magno acontecimiento que a la novia Milica no le parece tan magno porque la habrán de casar con un palurdo borracho en vez del guapo héroe al que ella quiere. Hay semejanzas, en efecto, con el argumento de Las bodas (Svadebka) de Igor Stravinski, y escuchando con atención, es posible percibir también algunas alusiones musicales a esta gran obra que celebra los esponsales de Nastasia Timofeevna.
El parco instrumental consta de un glockenspiel, un pequeño tam-tam y un par de palos de lluvia; de interés notorio, el hecho de que estos instrumentos los toca el director musical. Más interesante aún, es que ni estos instrumentos ni algunos más que manejan las cantantes (percusión de mano, más palos de lluvia) funcionan como acompañamiento melódico o armónico del canto, sino que tienen vida sonora independiente. Dicho de otra manera, Svadba es de hecho una ópera para seis voces femeninas a capella, lo cual es su principal atractivo. Y su principal dificultad, también. Sin el beneficio de guías específicas para la afinación y el ensamble, las integrantes de Túumben Paax dieron cuenta de una sólida preparación de esta muy atractiva partitura, caracterizada entre otras cosas por el uso de intervalos muy próximos, lo que hace particularmente difícil lograr y mantener la entonación precisa. Destacó en este ámbito la seguridad y el aplomo de las seis cantantes en las cuestiones de ataque del sonido, precisión en el fraseo y el control dinámico.
Ana Sokolović construyó su libreto a partir de poesía serbia original, y con su selección y edición de los textos, logra una continuidad dramática y musical que juega con el tiempo y que enfatiza, de principio a fin, los elementos rituales que marcan en muchas culturas a ese momento tan singular que es la víspera de la boda. Virtud añadida del texto de Svadba: sus bien colocadas pinceladas de sentido del humor.
Si bien la partitura es cabalmente contemporánea, se puede apreciar en ella la presencia de algunas sonoridades y gestos provenientes de tradiciones balcánicas ancestrales, entre ellos, por ejemplo, los cantos campesinos búlgaros. Además del canto propiamente dicho, la partitura de Svadba es ricamente abundante en onomatopeyas, vocalizaciones y canciones para bailar, en las que las voces de Túumben Paax fueron rigurosas con las necesidades rítmicas, igual que en los zapateados propuestos por la compositora. Todo ello fue complementado con una parafernalia escénica sencilla y eficaz, destacando en ella la presencia simbólica de un gran velo circular, y un par de elementos móviles que las cantantes fueron adecuando a las necesidades espaciales de cada momento.
Al admirable rendimiento de Túumben Paax en esta boda serbia, y al buen resultado general del espectáculo, contribuyó decisivamente la dirección musical enérgica, exigente y con mucho conocimiento de causa de Rodrigo Cadet.
Esta antigua/moderna boda serbia fue sin duda un espectáculo escénico-musical de muy buen nivel y, sobre todo, inusual. ¿Por qué, entonces, la escasa asistencia de público?
De camino a casa, reflexionaba yo sobre el asunto, que tiene muchas respuestas (ninguna de ellas particularmente agradable) y de pronto fui iluminado: ese fin de semana, un cuarto de millón de nuestros conciudadanos (y la mayoría de los medios) estaban embelesados, embobados, rindiendo pleitesía (muy cara, por cierto) a esa hábil comerciante que es Taylor Swift. Hay prioridades; oh, sí.