ientras los escupitajos
rojos de la metralla
silban todo
el día en el infinito del cielo
azul.
Mientras escarlatas verdes
junto al rey burlón
se desploman en masa los
batallones bajo el fuego.
Mientras una espantosa
locura machaca y hace de
cien millares de hombres
una vida humeante.
¡Pobres muertos! En el
verano,
en la hierba, en tu alegría.
¡Oh, naturaleza!
Tú que hiciste esos hombres
santamente...”
Rimbaud nos dejó esta magistral poesía de dantescas escenas, que hoy se reproducen sin fin en distintos escenarios del orbe y que, avasallados por el horror, nos dejan perplejos y pasan ante nuestra mirada con una horrenda y sorprendente cotidianidad que nos desborda y se vuelve inasible, incomprensible y nos confronta con el drama que vivimos de Ayotzinapa.
Ayotzinapa de nuevo en la opinión pública. Los intentos por borrar el tema de los desaparecidos no han tenido éxito. Día a día su presencia se agiganta. La crueldad y salvajadas perpetuadas contra 43 normalistas no tiene parangón.
¿Cómo se elaborará este drama terrorífico? Para ayudarnos a reflexionar aparece otro crudo poema de Rimbaud:
“Corazón mío.
¿Qué cosas nos importan las
copas de sangre?
Y la brasa
Y los mil crímenes
Y los interminables gritos
De rabia
Esos llantos de cualquier
infierno que derriban
Cualquier rodeo y el aguilón
gimiendo aun sobre las
ruinas
¿Y venganza alguna?
¡Nada!”
La marginación: maldad y desnutrición, dos caras de la misma moneda. El mal, parte humana más negra en nuestros días, la vemos aparecer en diversos escenarios y diferentes latitudes a lo largo y ancho del planeta.
La palabra de los poetas parece emerger con fuerza descarnada y una verdad que a todas luces no podemos ocultar y menos negar.
Convendría escuchar a los poetas malditos que al mal-decir
y al decir del mal lo hicieron sin concesiones y además de un talento excepcional mostraron sin reticencia el dolor, la desesperación, el vacío y la desesperanza cohabitantes con el mal en las profundidades del alma humana.
Al mostrarnos el horror de la parte negra, quizá puedan los poetas darnos luz para tender puentes (si es posible) hacia el rescate de la parte luminosa de la naturaleza humana...
Para no tener que decir como Federico García Lorca: La vida no es noble, ni buena, ni sagrada
.