ás que preocupación, la humanidad vive días de profunda angustia por lo que ocurre en Ucrania. Imposible prever cómo terminará todo. Lo único previsible es que, pase lo que pase, acabará mal. El escenario jamás será el mismo. Desde la crisis de 1962 entre Washington y Moscú, cuando los soviéticos instalaron bases militares en Cuba, no se vivía tensión semejante.
Brasil no es ajeno a lo que ocurre al otro lado del planeta. Las descabelladas e ineptas actitudes del desequilibrado ultraderechista Jair Bolsonaro, el peor presidente de la historia, sobre Ucrania, no hacen más que consolidar el aislamiento del país en el escenario internacional.
Pero que ahora nos encontremos en situación de parias globales no nos hace ignorar lo que ocurre en el Brasil que Bolsonaro destroza ilimitadamente a cada minuto de cada hora de su vida.
Un estudio reciente de la Liga Antidifamación muestra que Brasil es, actualmente, el país donde más crece la cifra de grupos de extrema derecha. Desde 2018, año en que Bolsonaro se eligió presidente, ese número creció 300 por ciento, frente a un crecimiento de 10 por ciento en naciones del centro y el este de Europa.
Para el Observatorio de la Extrema Derecha, grupo que reúne a académicos de 10 universidades brasileñas y extranjeras, esas células extremistas se concentran en los estados de San Pablo –el más rico y poblado del país–, Río de Janeiro, Santa Catarina (donde la popularidad de Bolsonaro sigue intocada) y Río Grande do Sul.
Son nada menos que 530 células. Un estudio coordinado por la profesora Adriana Dias, de la muy prestigiada Universidad de Campinas, en el interior de San Pablo, dividió esos grupos en distintas categorías, que van de hitlerista/nazi al ultranacionalismo blanco, pasando por el catolicismo radical y el fascismo.
Varios estudios hechos en Brasil y en el exterior indican de manera clara que desde 2018 el país se transformó en el lugar donde más crece la extrema derecha, y que el fenómeno está directamente vinculado con la ascensión de Bolsonaro al poder.
Ahora mismo, los sondeos relacionados con las elecciones de octubre dejan claro que al menos 15 por ciento de los entrevistados son de extrema derecha, y no sólo por declarar voto irreductible por Bolsonaro, sino por sus observaciones relacionadas con lo que esperan en caso de que él logre la relección.
El crecimiento de los que abandonaron el armario para mostrarse claramente extremistas del conservadurismo empezó antes, en vísperas del golpe institucional que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff en 2016. Pero ese movimiento todavía se daba de manera tímida y limitada.
Ya en la campaña de 2018, con declaraciones racistas, homofóbicas y claramente extremistas, Bolsonaro concedió una especie de licencia para que esos grupos salieran a la luz del sol. Y esas comunidades crecen a alta velocidad, principalmente a través de las redes sociales.
Es fácil constatar ese crecimiento, bien como la expansión de contactos con grupos alrededor del mundo, especialmente en Polonia y Hungría, pero también España y Portugal.
Los académicos que estudian el fenómeno aseguran que la extrema derecha se consolida en Brasil y que la mayoría trata de articularse en torno a Bolsonaro, mientras estrechan lazos en el exterior.
Aunque el actual mandatario sea derrotado en las urnas en octubre, como indican al unísono los sondeos electorales, nada permite suponer que esa extrema derecha pierda peso y espacio. Al contrario, podrá hacerse más radical y más activa.
En tanto, utilizan ampliamente la red social Telegram, que tiene alrededor de 50 millones de usuarios en todo el mundo y no ejerce control alguno sobre lo que es publicado y difundido. Su acción ejerce especial influencia en la juventud brasileña.
En el caso específico de Río de Janeiro, el escenario gana aires de especial preocupación. Hay claras señales de acercamiento entre grupos nazi y las llamadas milicias
, bandos de sicarios integrados por policías o ex policías que controlan parte sustancial del narcotráfico.
Si junto a tal acercamiento se recuerda que, desde que llegó a la presidencia, Jair Bolsonaro amplió de manera inédita el acceso a armas, incluso las antes limitadísimas a las fuerzas armadas, crecen los motivos de preocupación.
Y no hay señales de que ese movimiento que –vale reiterar– crece más en Brasil que en todo el planeta, pierda su fuerza.
Pobre país, el mío.