or medio de las redes sociales, el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció ayer que el gobierno de México compró a la transnacional Shell 50 por ciento de las acciones de la refinería Deer Park, ubicada en Houston, Texas, con lo que se hizo del control de la totalidad de la planta, la cual tiene una capacidad de producción de 340 mil barriles diarios de gasolinas y diésel. El titular de las acciones será Petróleos Mexicanos (Pemex) y la producción será enviada al mercado mexicano.
La operación no sólo es novedosa, sino también relevante para el futuro energético del país y su economía en general, pues esta adquisición, sumada al remozamiento de las seis refinerías existentes y a la entrada en funcionamiento de la que se encuentra en construcción en Dos Bocas, Tabasco, permitirá alcanzar en 2023 la autosuficiencia en combustibles derivados del petróleo.
Para dimensionar el hecho, cabe recordar que en 2018 el país llegó a importar hasta 80 por ciento de la gasolina que consumía. La perspectiva de dejar de importar tal insumo resulta esperanzadora para la estabilidad económica en su conjunto, en la medida en que el mercado mexicano será menos vulnerable ante los vaivenes de las cotizaciones mundiales de hidrocarburos.
Más aún, la modernización de las plantas mexicanas y la construcción de una nueva permitirán conservar el proceso de agregación de valor en el proceso de refinación de petróleo crudo, de modo que vuelva a ser un factor de desarrollo (como la generación de empleos y el surgimiento o crecimiento de proveedores de Pemex), así como de fortalecimiento de las finanzas públicas.
Por otra parte, la autosuficiencia tiene importantes e innegables implicaciones positivas para la soberanía y hasta para la seguridad nacional. Incluso, en la perspectiva de la necesaria transición energética y el remplazo gradual de combustibles fósiles por tecnologías limpias, la consolidación de la industria petrolera nacional reviste una importancia fundamental, en la medida en que estará en condiciones de aportar una parte sustancial del cuantioso financiamiento que se requiere para llevar a cabo dicho tránsito, en el cual no sólo se ha de invertir en plantas eólicas, fotovoltaicas o mareomotrices –con sus respectivos sistemas de almacenamiento o respaldo–, sino también en investigación, desarrollo y generación de patentes propias que permitan garantizar la soberanía energética en plena extensión y en todos sus aspectos.
En esta lógica, desdeñar o descalificar la adquisición de la refinería de Deer Park con argumentos de corte ambientalista llevaría a ignorar una realidad fundamental: al menos en los tres o cuatro lustros venideros, los combustibles fósiles seguirán ocupando un lugar preponderante en el abasto energético y en el transporte en general, tanto en Estados Unidos y Europa como en las economías emergentes, por la simple razón de que es imposible suplirlos en el corto plazo con energías limpias. Desde luego, es deseable que el fortalecimiento de la industria petrolera nacional vaya acompañado de una planificación que permita sustituir el petróleo, el gas y sus derivados en forma gradual pero sostenida y remplazarlos con tecnologías más limpias de generación energética y movilidad.
En suma, la adquisición de la totalidad de la refinería texana es una buena noticia por donde quiera que se le vea y cabe felicitarse por la decisión.