Domingo 30 de junio de 2019, p. 27
El auge de bares, cantinas y antros, en los que incluso se ofrecen espectáculos de desnudos, ha trastocado la cotidianidad de los habitantes del centro histórico de Coyoacán, otrora refugio de intelectuales y artistas, así como de cientos de familias que visitaban los apacibles jardines Centenario e Hidalgo rodeados por cafeterías, librerías y restaurantes.
A decir de los vecinos, la apabullante vida nocturna que se desborda hasta la madrugada ha comenzado a despoblar esta zona, catalogada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) como patrimonio histórico, y ha expulsado al comercio típico.
Durante un recorrido, vecinos de los barrios Del Carmen, Villa Coyoacán, La Conchita y Santa Catarina señalaron que desde hace más de una década comenzó la degradación en las que los viejos inmuebles históricos de uso habitacional se han convertido en sitios en los que se ofrece hasta sexoservicio.
El incremento de este tipo de establecimientos –que no cuentan con el respectivo uso de suelo para operar como tales– empezó durante la administración del delegado Mauricio Toledo, época en la que la emblemática librería y cafetería El Parnaso se convirtió, primero, en una marisquería y ahora es el restaurante bar Cabo Coyote, que además en el primer piso funciona como salón de eventos y karaoke.
Leticia Perdiz, vecina de Villa Coyoacán, indicó que desde entonces se emprendió una lucha para exigir el cierre de este tipo de negocios, que florecieron bajo el amparo de la corrupción, sin que las autoridades hicieran caso a su demanda, hasta hace unos días cuando después de acudir a audiencia pública con la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, lograron la suspensión de cuatro antros: Pug’s, Osil Service 69, Con Gusto y Tarro Coyoacán.
Sin embargo, la batalla sigue, pues apenas este fin de semana reabrieron dos: Pug’s y Con Gusto, ubicados sobre Felipe Carrillo Puerto, calle que en el tramo que va de Presidente Carranza y San Gregorio sólo conserva una casa habitación, pues el resto de los inmuebles se han convertido en bares.
Rosario Tarracena, otras de las vecinas, explicó que a la par han desaparecido los comercios de barrio. Ya no hay tortillerías, ni pollerías, sastrerías, tintorerías, papelerías y hasta las librerías se han ido. La última miscelánea que se conservaba en la calle de Alberto Zamora cerró hace cinco meses
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