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Radicalizar la democracia
E

l 8 de junio pasado escribí en este espacio, refiriéndome a los excluidos de siempre: “… todos ellos son los que han creado al Andrés Manuel de hoy, aunque el poder fáctico pueda no entenderlo; ellos son el incipiente poder nacional popular que puede comenzar a cambiar el régimen erigido para la exclusión; ellos son quienes pueden ser la fuerza para una transición hacia una democracia incluyente. Los ha impulsado el régimen corrupto; los ha hartado la pobreza profunda, las desigualdades sociales y los privilegios de los millonarios”.

La sociedad de los excluidos, viviendo al lado de la sociedad privilegiada de consumo (spc), el 1º de julio del año pasado venció al miedo e hizo ganar a Morena. La receptividad mostrada al discurso de AMLO se explica por la propia exclusión social a la que ha estado sometida: la exclusión funcionó, en alguna medida, como una suerte de impermeable al sentido común neoliberal en el que vive, absolutamente, la spc.

Los medios de comunicación tradicionales escritos y electrónicos, en su aplastante mayoría, cada día juzgan a AMLO y a la 4T mirando con las anteojeras neoliberales. Sólo conciben un mundo posible, el del régimen neoliberal, y desde ese espacio analizan al gobierno y lo reprueban. AMLO lo sabe, acusa recibo llamándoles prensa fifí, repite que no comprenden que ya todo cambió y no se aparta de su programa.

No obstante, la 4T enfrenta formidables límites y todos pertenecen al orden neoliberal: los partidos de la oposición en el Congreso, los aludidos medios de comunicación, los empresarios siempre vigilantes del orden establecido, los sectores medios continuamente aspirantes a mayores consumos, el marco internacional y sus agencias. Agreguemos, en particular, el control de las finanzas públicas, originado en las reglas neoliberales de los organismos internacionales y la ideología neoliberal establecida. Aunque respecto a este último tema debe decirse: para el Presidente no sería una limitante por cuanto él coincide con esa visión neoliberal: tanto por la idea según la cual las finanzas públicas se administran de la misma forma que cualquier hogar, como por la bienvenida que da la spc a la tesis de no aumentar los impuestos. Ambos asuntos fueron repetidos por el Presidente el sábado pasado en Uruapan. Sus técnicos deben advertirle que un recorte ex ante en los gastos, puede convertirse en una política pro recesiva; también, que el marco legal fiscal actual fomenta la desigualdad y asegura la inopia del Estado, evitándole avanzar de mejor manera en una democracia incluyente.

El nuevo gobierno marcha con ahogo, aco­tado por esas graves limitantes, en con­flicto con el neoliberalismo. Avanzar con profundidad exige radicalizar la ­democracia.

El neoliberalismo tiene su utopía: eliminar absolutamente todo lo que se oponga a su peculiar idea de libertad: nada debe interferir con mi libertad y mis deseos personales; ni con el interés privado y la propiedad privada, ni con la competencia generalizada como principio de organización de la sociedad; de ahí deriva una visión de la política como gestión técnica: eso es la gobernanza, en lugar, desde luego, de la soberanía popular.

El neoliberalismo intentó vender el sueño de una movilidad permanente, en ascenso sin fin. Sus mejores compradores fueron las clases medias, base social del orden neoliberal. Pero su crisis ha venido fracturando en todas partes ese sueño de las clases medias; se trata de una crisis de hegemonía, ni más ni menos. Se trata por tanto, también, de una oportunidad para el campo de la emancipación.

Para un cierto tramo histórico, se trata de radicalizar los principios formales de la democracia liberal, e inscribirlos en una idea de democracia popular: es decir, crear de verdad en cada momento el mejor balance entre libertad e igualdad. Es preciso trocar la no interferencia por la no dominación; trocar la libertad formal frente a la ley –la contratación entre iguales– por derechos individuales y sociales reales contra las formas de dominación de la sociedad, en favor del espacio público y de las mayorías hasta ahora excluidas. Construir una nueva forma de hegemonía basada en esos valores de radicalización de la democracia.

No está en el programa de Morena esta forma de radicalización; ¿puede el gobierno de Morena avanzar hacia ese programa en algún momento del futuro? No es claro que tal cosa pueda ocurrir; pero, previsiblemente, no dejarán de luchar por ello los movimientos sociales. Será de verse si Morena quiere y puede acompañar esas luchas.

A mi juicio, los movimientos y gobiernos progresistas de la reciente ola de América Latina buscaron esa radicalización de la democracia, más allá de la denominación dada a cada uno de ellos. Han quedado en latencia, por ahora. Es eso mismo lo que busca el movimiento de la France Insoumise, es en eso mismo que ha avanzado el gobierno de la alianza imposible de Portugal.

Esa radicalización es consecuencia directa del neoliberalismo.