Domingo 24 de marzo de 2019, p. 13
En un país con injusticias como México y en la región de América Latina donde los niveles de violencia y desigualdades económicas son bárbaros
, se requiere que las iglesias aporten al bien común y a la construcción de paz, dijo Gerardo Cruz, investigador del Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Imdosoc).
Durante un conversatorio en homenaje al defensor de derechos humanos y sacerdote católico salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, el investigador expuso ayer que el clima que vivió el religioso, de desaparecidos y asesinados en El Salvador, es el mismo que tiene México
ahora.
Monseñor Romero, asesinado en marzo de 1980, no sólo desafió al Estado y a la dictadura que gobernaba el país centroamericano en aquella época, sino a la misma Iglesia católica al ser voz para los desaparecidos, mensajero de los encarcelados que pedían justicia y acompañante de los perseguidos, indicó, el cónsul general de El Salvador en Ciudad de México, José Antonio Domínguez Mena.
Gabriela Hernández Chalte, directora del albergue migrante Casa Tochan e integrante del Comité Monseñor Romero, expresó que si bien la labor del sacerdote se concentró en El Salvador, viendo los cambios, viendo las injusticias, creemos que Monseñor Romero está más vigente que nunca y que sus palabras proféticas de: 'si me matan, resucitaré en mi pueblo', se hizo realidad y no sólo en el pueblo salvadoreño, ni únicamente en los religiosos o la iglesia católica
.
Para Gabriela Hernández después de 39 años de su homicidio, el legado de Romero sigue vigente pues el mundo aún no ha cambiado en relación a la persistencia de la conservación de una élite que oprime.