penas el domingo pasado, los cubanos participaron en un referéndum donde se expresaron en favor de una nueva Constitución.
El nuevo texto constitucional contiene una serie de reformas moderadas que buscan legitimar la presidencia de Miguel Díaz-Canel y algunas adecuaciones al documento para afianzar la continuidad del sistema político.
No hubo sorpresas en cuanto a la aplastante mayoría que avaló la nueva Constitución: 87 de cada 100 cubanos que sufragaron lo hicieron por el Sí; los 13 restantes no estuvieron de acuerdo con el documento, en tanto que 15 por ciento del padrón decidió no acudir a las urnas.
En el nuevo texto constitucional se mantiene el Estado unipartidista y la gestión socialista de la economía. No se reconoce aún la separación de poderes, además de que hay pocos avances para los derechos civiles y políticos, así como límites a la libertad de prensa. A cambio, considera la propiedad privada y la inversión extranjera.
Es claro que el resultado final del referéndum no representa, en modo alguno, un desafío o un riesgo para la gestión del presidente Díaz-Canel ni al control del Partido Comunista.
Sin embargo, un hecho, una nueva realidad todavía incipiente en la isla, ha comenzado a llamar la atención en los círculos académicos, entre los observadores cubanos y extranjeros y aún dentro del propio gobierno: la audacia cada vez mayor de grupos que se oponen a las políticas oficiales.
Las primeras explicaciones sobre estos eventos es la influencia creciente del Internet, que ha facilitado la movilización de grupos y personas en torno a un mismo tema, en tanto que las voces independientes se han multiplicado y diversificado en las redes sociales, a medida que los cubanos se aventuran hacia los límites de la libre expresión.
Cuba introdujo el servicio de telefonía móvil 3G a finales del año pasado, hace unas cuantas semanas, lo cual permite que la gente acceda al Internet con mayor velocidad y con menos dificultad desde sus teléfonos móviles, usar redes sociales y leer medios informativos de diversas regiones del mundo.
Es decir, aunque aún de manera incipiente, la sociedad cubana empezó a experimentar ya una novedosa forma de organización por medio de las redes sociales.
El gobierno movió sus hilos para empujar una campaña para la ratificación del texto constitucional, con exhortos radicados en medios tradicionales como la radio y la televisión, así como con carteles espectaculares en las calles, avenidas y carreteras de toda la isla. Yo voto Sí
.
Esta campaña abierta –de acuerdo con la prensa internacional– lucía excesiva ante el proselitismo prácticamente nulo de quienes no estaban de acuerdo con el nuevo texto constitucional. Fue por medio de las redes sociales donde algunos cubanos se atrevieron a alzar la voz y anunciaron que votarían por el no.
En Cuba no ha sido fácil expresar los desacuerdos con el régimen. Es un hecho. Por eso, a algunos observadores internacionales no deja de sorprenderles que cada vez sean más quienes han comenzado a dejar de lado sus miedos.
El acceso a Internet en Cuba es aún muy restringido. Su utilización se limita a las universidades, a ciertos hoteles, a la empresa privada y, desde luego, al gobierno. Se estima que menos de 10 por ciento de los habitantes de La Habana accede a la red, y la mayoría de ellos con dificultad, ya sea por deficiencias o problemas en la conexión, por restricciones en la misma o por los elevados costos en el servicio.
Un colega de la Universidad de La Habana admite que la multiplicación de voces ha llamado la atención de la academia, pero niega que eso provoque inquietud.
Explica: “No nos preocupa. Es producto de la globalidad. Hoy en todo el mundo, incluida Cuba por supuesto, se tiene mayor acceso a la información… y a la desinformación. Es cierto que se generan nuevas formas de organización y de expresión que tenemos que estudiar y comprender”.
Y resume: Así es la magia de la Internet 3G
.