Opinión
Ver día anteriorJueves 28 de febrero de 2019Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los éxitos del cine y el racismo mexicano contemporáneo
L

a figura de Yalitza Aparicio abrió un debate sobre el racismo en México, pero Yalitza no es la respuesta para combatir el racismo en el país.

Aunque muchos digan lo contrario, Roma no desenmascara el racismo subyacente que sostiene los privilegios de un sector minoritario de la sociedad mexicana, ese papel le tocó a la actriz que representa a Cleo. La película naturaliza, en lugar de cuestionar, el papel asignado a la empleada doméstica; aunque pareciera que la familia apoya a Cleo, se apoya en la empleada doméstica que dedica su vida entera a atender sus necesidades. Cleo nunca enfrenta ni critica su entorno, al contrario, cumple sus tareas de manera disciplinada y acepta lo que le toca vivir. Por lo mismo, las escenas resaltan, no la esencia de una mujer indígena, sino la buena onda y generosidad de la clase media mexicana (mira qué bien tratan a su empleada).

El racismo crudo salta cuando un cuerpo se encuentra fuera del lugar asignado (ser indígena en la ciudad es igual a ser una empleada doméstica o su equivalente). La revista de moda Vogue publica la imagen de la actriz en su portada. Entre el desfile de los ricos y famosos de Hollywood, Yalitza camina por la alfombra roja de los Óscares acompañada de su madre, mujer que durante una parte importante de su vida fue empleada doméstica y cuyo idioma principal es el triqui. Ella se convierte en estrella en lugar del simple trasfondo de una telenovela. El rebote raya en lo violento, en las actitudes, comentarios, sí, incluso el morbo, que operan de manera implícita o explícita para recordarle cuál su verdadero lugar.

La revista Hola también la fotografía en su portada pero mediante un Photoshop que aproxima su tez y figura a determinados parámetros de belleza y blancura (sólo así puede pertenecer). En otros momentos el racismo se disfraza de una infantilización hacia su persona. Una reportera la entrevista durante los Óscares utilizando el tono que uno suele usar cuando se dirige a un niño: ¿Cómo se siente al cumplir con el sueño que tiene toda niña de ser Cenicienta?, y qué bien que está acompañada de su mami. Otros utilizan bromas que apuntan hacia la supuesta ignorancia innata que seguro tiene una mujer como ella. ¿Sí sabías qué era Netflix, aunque no sabías quién era Cuarón?, le pregunta Jimmy Kimmel. Y aún otros, tanto celebridades como simples mortales de las redes sociales, comentan con una buena dosis de asombro que cómo es posible que una pinche india haya sido nominada como mejor protagonista en los Óscares.

Reacciones como éstas han sido fuente de comentarios masivos, tanto en defensa de la actriz, como para seguirla empujando hacia el lugar que le corresponde. Pero las reacciones a la figura de Yalitza también se expresan en un sentido opuesto, destapan un deseo colectivo y hambriento de reconocimiento. Hace unas semanas el colectivo oaxaqueño Lapiztola plasmó su imagen en un mural pintado en blanco y negro a partir de la escena en la que se encuentra en la cama contemplando a Fermín, el personaje protagonizado por el actor Jorge Guerrero. Está versión, casi mítica de Yalitza, adorna ahora un edificio de la colonia Las Peñas en Iztapalapa, como reflejo de las expectativas generadas y depositadas en su persona.

No podemos entender el fenómeno de Yalitza fuera de las condiciones históricas en las que Roma ve la luz del día. Es un contexto marcado por un nacionalismo defensivo frente a la ola xenófoba, racista antimigrante del muro trumpeano y sus centros de detención. También por la llamada Cuarta Transformación, que se sustenta en el mensaje de que lo previamente inaccesible –lo que históricamente ha sido prohibido para el tipo de familia a la que pertenece Yalitza– es ahora accesible. El primero de diciembre Los Pinos se transformó en un parque popular para el goce de toda familia mexicana, la foto (también publicada en Hola) de la ex primera dama La Gaviota posando con su hija al lado de las escaleras, remplazada por una foto de padres con sus hijos quienes se toman una selfi en el mismo lugar. Llámenlo mestizaje reloaded o el retorno al multiculturalismo de Estado, eso aún falta por definirse, pero la Cuarta Transformación se alimenta en parte de ese deseo genuino de millones de personas que han sido tratadas de manera sistemática con desprecio –como si fueran ignorantes, o niños, o demasiado morenos para ser verdaderamente incluidos en la sociedad– de que pueden llegar a ser alguien. Un deseo huérfano en búsqueda de una imagen a quien adoptar.

De ahí la trampa seductora de la figura de Yalitza. Tanto la ideología del mestizaje como de las políticas multiculturales, sobre todo en sus facetas neoliberales, abren las puertas de la inclusión social prometiendo un ascenso a cambio de decisiones individuales correctas (me caso con un güero para mejorar la raza; si estudio mucho y logro entrar a una buena universidad, voy a poder ser alguien en la vida). Confunden el éxito individual con un cambio en las condiciones sociales de fondo, mismas que resisten ser transformadas creando pequeñas fugas soltando a cuentagotas personas que logran salir adelante, ser alguien como si todo dependiera de una suma de estrategias bien ejecutadas. Por lo mismo, cargarle la responsabilidad antirracista a la figura de Yalitza forma parte de la misma maquinaria del racismo que esconde su engranaje estructural detrás de los éxitos y actitudes individuales.

Sin duda hay que festejar el talento y los logros de Yalitza, pero ella no es una tabla de salvación. Tampoco le corresponde cargar con esa responsabilidad sobre sus hombros. Que no se confunda la celebración de un muy merecido éxito con la necesidad de un debate profundo sobre el racismo que sustenta la clase media mexicana, un debate que debe ir más allá de la pantalla (en su doble sentido) y de las revistas de moda; debe ir más allá de las charlas de sobremesa que abundaron en estos días. Si la clase media mexicana no confronta su posición (históricamente) racista, no habrá película ni nominaciones al Óscar que la salven.

* Profesora e investigadora de Ciesas–CDMX