Burda maniobra exhibicionista de la senadora Cecilia Márquez // El gracejllo de PLM
Su estridente expresión de amor maternal le resultaba grotesco hasta al bebé. Era, lo que en el argot teatral se denomina una gran farsa.Foto Yazmín Ortega Cortés
inopsis. dejamos a la señora senadora Martha Cecilia Márquez frente a la más importante
tribuna del país, iniciando su alocución. La legisladora pronunció un discurso absolutamente prescindible. No aportó información novedosa, mucho menos una propuesta racional, inteligente, factible y surgida de su caletre. En su intervención farfulló, trastabilló y la lengua se le hizo bolas. (Ver el video). Su exigencia primordial asustó incluso a sus propios partidarios: ¡Que los funcionarios den la cara! ¡Pero qué ocurrencia!: lo peor de las conferencias de prensa mañaneras en Palacio Nacional es, precisamente, contemplar una galería de funcionarios al borde del colapso, la transmutación o la evaporación. ¿Por qué el masoquismo de exigirles en las madrugadas, como si fueran miembros de la Falange: cara al Sol con la camisa nueva
? A mí me resultarían más creíbles sus explicaciones desde el desayunador de sus casas, de su sala o despacho, que verlos allí sosteniéndose uno al otro y nosotros, todavía en pijama, apostando cuál se cae primero.
Pues resulta que, tal vez por sus titubeos, la senadora rebasa el límite de tiempo en tribuna y, como es su obligación, el diputado Porfirio Muñoz Ledo (PML) se lo señala y le solicita dar por terminada su alocución y liberar el micrófono. Pero, ¡quién lo podría imaginar!: el maestro PML no se concreta a una indicación puntual de lo establecido por el reglamento. Él tiene, necesita, como el resuello, marcar su estilo, hacerlo todo con su tonito y su expresivo lenguaje gestual. Y entonces la vieja fábula del escorpión y la rana revivió a la perfección: Lo siento senadora
, es el instinto (musitó por lo bajo), mientras, por el micrófono, con tartajosa voz decía: La tolerancia materno-infantil también tiene su límite
.
Este minúsculo gracejillo salvó a la senadora de su ridícula provocación. El ansia desmedida de reflectores había fracasado. Su estridente expresión de amor maternal le resultaba grotesco hasta al bebé. Era, lo que en el argot teatral se denomina una gran farsa. Si PML domeña su temperamento y no cae en la burda maniobra exhibicionista de la senadora, el fracaso para ella habría sido rotundo. Su show estaba planeado para que, el menor fernándeznoreñazo surgido de un gaznate moreno, la convirtiera en heroína (me refiero por supuesto a la versión femenina del héroe y no a la droga opiácea que provoca profunda adicción y que surge de las vainas de la amapola. También quiero aclarar aquí, que me refiero a la especie de la amapola Papaver Somniferum y no a la inocente Rhoeas, identificable por su color rojo intenso e inspiradora de la melodía universalmente conocida: Amapola, atribuida equívocamente al músico oriundo de Cádiz, J.M. Lacalle. El verdadero compositor fue una gloria nacional: el zacatecano Manuel M. Ponce. Y es que la senadora no se midió. En los inicios de los gloriosos años 50, merced a la Reforma Constitucional de 1953 (Ruiz Cortines), a la mujer mexicana se le reconoció su derecho a votar y ser votada. Llegó a la Cámara de Diputados la primera legisladora: Aurora Jiménez de Palacios, representante del recién constituido estado 29 de la Federación. Luego, en 1964, llegaron al Senado de la República dos pioneras insuperables: Mariana Lavalle Urbina, de Campeche, y Alicia Arellano Tapia, de Sonora y, por fin, en 1979, el arribo a la primera magistratura de un estado, Colima, de Griselda Álvarez, un bello poema hecho gobierno.
Pues desde entonces nadie, con razones y méritos más qué incontrovertibles, se ha aventado la puntada de amamantar, o casi, en tribuna, a su bebé. Por eso la multitud pregunta: ¿Que hace PML si el bebé pronuncia sus primeras palabras o emite unos naturales berridos? ¿Ordena que abandone la tribuna la senadora, o le concede tiempo fuera? En ese espacio sólo puede estar una persona, no one and a half. Pero lo que más intriga a la gente es si el salario de la senadora no alcanza para contratar por dos horas a una nana, pilmama, babysitter o una au pair, para que le cuide a su retoño. Los 10 minutos que ella necesita para dirigir a la nación un mensaje tan trascendental ¿Qué puede hacer?
No hay incomprensión: todos entendemos que si pese a su generosa oferta, la señorita Yalitza Aparicio (la maravillosa Cleo de nuestro pasado, que será por siempre nuestro presente), debió excusarse de no poder prestarle sus servicios profesionales, en razón de compromisos previamente adquiridos, ¿en qué angustiosa disyuntiva queda la madre parlamentaria? (¿Recuerdan a Meryl Streep?). Por otra parte, nos congratulamos que doña Martha no se haya atrevido a encargarle su hijito al compañero de partido y de curul, cuando se enteró de que era egresado, con honores, de la universidad del padre Maciel. Del respaldo del presidente del PAN a la señora senadora, hablaremos luego.
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