l 7 de diciembre de 1987 Mijaíl Gorbachov, presidente de la Unión Soviética, aterrizaba en Washington para firmar un acuerdo histórico que ayudaría a poner fin a la Guerra Fría.
Gorbachov había sido uno de los jefes de Estado que impulsaron con mayor energía la firma de ese tratado, y también había comenzado a abrir su país con la perestroika y la glasnost, mientras Ronald Reagan, el actor convertido en presidente de Estados Unidos, a pesar de sus resistencias, se veía obligado por la presión mundial y de su propio país a seguir los pa-sos de su contraparte soviética. Ambos dieron entonces un paso fundamental para mejorar las relaciones entre sus dos países y construir un mundo más seguro que no gustaba a los representantes de la línea más dura en ambas naciones.
A pesar de la confrontación histórica entre las dos superpotencias, la Gorbymanía tomó las calles de Washington para recibir a Gorbachov y a su esposa Raisa, quienes aterrizaron en una capital convertida en fortaleza para garantizar la seguridad del líder soviético y su comitiva.
Al día siguiente, ambos líderes firmaron el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio o INF (por sus siglas en inglés, Intermediate-Range Nuclear Forces), para terminar con todos los misiles balísticos y de crucero y lanzaderas en Europa con rangos de entre 500 y 5 mil kilómetros.
Donald Trump anunció el viernes pasado que Estados Unidos se retira del tratado de armas nucleares con Rusia, y Vladimir Putin, como era más que previsible, anunció la misma medida por parte de Rusia, en una conferencia en el Kremlin acompañado de sus ministros de Defensa y de Relaciones Exteriores. Ahora, sin embargo, Donald Trump, con una ceguera histórica increíble, anunció que quiere sacar a su país del Tratado, lo que llevó al propio Gorbachov a decir que el acuerdo debe mantenerse si se quiere salvar la vida en la Tierra
.
El camino hacia atrás –de la destrucción concertada de toda una clase de misiles nucleares conduce necesariamente a una nueva e impredecible espiral armamentista– comenzó este sábado, día en que Estados Unidos y Rusia suspendieron su adhesión al Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio, penúltimo requisito para concretar dentro de seis meses el acta de defunción de este crucial pacto de desarme nuclear.
Es el segundo golpe demoledor al desarme, tras la decisión de Estados Unidos de abandonar, en 2002, el Tratado sobre Misiles Antibalísticos (conocido por sus siglas en inglés, ABM).
Decíamos que Rusia, como no podía ser de otra manera, rechazó este sábado el ultimátum de Estados Unidos, mientras las acusaciones recíprocas de supuestas, y en ocasiones reales violaciones del tratado, quedan como telón de fondo para la puesta en escena de las poderosas corporaciones que en ambos países requieren de amenazas reales y, a veces, inventadas, para promover su efectiva producción de armamento.
Daremos una respuesta simétrica. Nuestros socios estadunidenses anunciaron que suspenden su participación en el tratado (INF); en ese caso, nosotros, también
, dio a conocer el presidente Vladimir Putin en un fragmento televisado de su reunión con Serguei Shoigu, ministro de Defensa, y con Serguei Lavrov, ministro de Relaciones Exteriores.
Hay todavía medio año para tratar de llegar a un acuerdo, pero el encuentro del jueves anterior de los encargados de negociar el espinoso tema no dio resultados. Ahora, con argumentos más convincentes, tendrán que sumarse a la polémica los principales afectados, los dirigentes europeos cuyos países podrían convertirse en blanco de los misiles de ambos países.
Por ahora, en estos seis meses, mientras Estados Unidos no haga lo propio, Rusia no va a desplegar una modificación de misiles nucleares Kalibr (Calibre) de alcance intermedio y emplazamiento marítimo, aunque sí va a habilitar las necesarias rampas de lanzamiento terrestre.
Al mismo tiempo, debe decirse que la economía rusa dista mucho de la economía soviética de los años 70 del siglo pasado, cuando con un crecimiento anual de entre 10 y 15 por ciento podía permitirse el lujo de instalar cerca de 200 rampas de lanzamiento terrestre de misiles nucleares.
Estados Unidos tampoco tiene necesidad de derrochar el dinero para colocar misiles de alcance intermedio en Rumania o Polonia, por mencionar dos países que se comenta en la prensa europea podrían albergarlos, aunque –pensando más bien en China– quizás les gustaría más que se instalaran en Japón o Corea del Sur, hasta ahora no restringidos por ningún pacto de desarme de los negociados en los tiempos de la Guerra Fría.
Si en agosto siguiente las cosas permanecen igual, aseguran los expertos, toda la atención se centrará en el futuro del último tratado de contención nuclear entre Rusia y Estados Unidos, el START-III, cuya vigencia vence en 2021 y limita el número de vectores y ojivas nucleares.
Hasta ahora, Estados Unidos no muestra ninguna intención de prorrogarlo y, de ser así, se desatará una carrera armamentista en que lo único inevitable es que el mundo será menos seguro y el riesgo de una hecatombe nuclear, cada vez más probable.
Es así como se ha entrado otra vez en una espiral, tal vez incontenible, de construcción armamentista de carácter nuclear. En todo caso, significa ya una reversa total a los esfuerzos por lograr un desarme nuclear.
El ex presidente soviético Mijaíl Gorbachov calificó el plan del presidente Donald Trump de retirar a Estados Unidos de un Tratado clave sobre armas nucleares de tiempos de la Guerra Fría, como una grave traición al sueño nundial de salvar la vida en la Tierra
. ¿Realmente no entienden en Washington a qué podría llevar esto?”, cuestionó el ex presidente soviético Gorbachov (1985-1991), según un reporte de la agen-cia Interfax.