De mujeres
a vida, un día del universo en el planeta Tierra y tras la reproducción veloz de sus microcomponentes, empezó a diferenciarse en especies y éstas en géneros complementarios: el femenino y el masculino. El primero fue el creador y el segundo procreador. Sin las semillas sanas de éste, sembradas en la matriz propicia, la vida se habría paralizado en nuestro planeta y no existiríamos.Pero, durante cientos de miles de años, los hombres presenciaron la eclosión de la vida en el cuerpo de las mujeres sin comprender el proceso ni su participación en éste, de modo que el poder manifestado en ellas representó tanto la vida como la muerte infundiéndoles temor. Sin relacionar directamente el coito con la producción de infantes, pues podían obtener placer sexual también entre ellos o mediante masturbación, los hombres se empeñaron en reducir al mínimo el poder femenino usando la ventaja de su fuerza física, tanto individual como colectiva.
Así, la historia humana transcurrió en el temor masculino, con sus conjuros destinados a desarmar a las mujeres en sus cuerpos, mentes y espíritus: maltratándolas físicamente hasta desaparecerlas si lo desean, prohibiéndoles el uso de su inteligencia hasta hacerles creer que no la tienen, sobajándolas y reduciéndolas a sombras tras velos materiales y, o sociales, usándolas como objetos desechables y simulando desprecio para conseguir una suerte de autoestima. La única mujer respetable fue la madre propia, porque la ajena también sirve para degradar al enemigo y, en caso de guerra, ambos bandos usan los cuerpos femeninos de cualquier edad para ganarla. Desde siempre y a la fecha. Sin embargo, en algunas sociedades, las mujeres son respetadas y cuidadas exactamente como se respeta y cuida a la generosa, aunque a veces terrible, Madre Naturaleza. Porque ambas representan el alimento, la seguridad y la felicidad de toda la comunidad si se las trata bien fundiéndose con ellas. No es de extrañar que la cultura de destrucción de las mujeres vaya aparejada con la destrucción de Natura durante el desarrollo del capitalismo y que llegue a su más brutal expresión en sociedades neoliberales, donde todo lo vivo es mercancía destinada a la acumulación de capitales inimaginables en las manos de unos pocos. Pero esto será así sólo hasta que los hombres acepten que imitan la esclavitud que les impone el sistema, ejerciéndola sobre sus mujeres. Hasta que reconozcan todos los derechos en ellas, incluyendo el de parir los hijos que quieran, y contribuyan a educarlos en el respeto con amor hacia el género femenino y por la Madre Tierra. 3 de noviembre Día de las Muertas. ¡Ni una más con violencia!