l crecimiento de Ciudad de México comenzó a mediados del siglo XIX sobre los terrenos de ranchos y haciendas que la rodeaban. Esta expansión llevó a un grupo de empresarios a proponer la creación de una estación ferroviaria al estilo de las europeas para propiciar la expansión de la naciente industria. De aquí partiría el primer ferrocarril que viajó de la capital al puerto de Veracruz.
El lugar elegido fue la hacienda de Buenavista que colindaba con la recién creada colonia Guerrero y muy cercana a los nuevos fraccionamientos que ya se desarrollaban sobre los ranchos San Rafael y Santa María.
El representante de los inversionistas, Rafael Martínez de la Torre, llevó a cabo las negociaciones y Antonio Escandón, uno de los socios más prominentes, proporcionó buena parte de los caudales. El éxito del negocio incrementó la fortuna que ya poseía Escandón, quien también era dueño de todos los tranvías que daban servicio en la capital. En su tiempo se le consideró el hombre más rico de México.
Esto permitió que, como quien le quita un pelo a un gato, ofreciera donar a la ciudad un grupo escultórico que rindiera homenaje a Cristóbal Colón. La condición era que estuviera ubicado en una de las glorietas del incipiente Paseo de la Reforma.
El gobierno porfirista aceptó gustoso y, con la tónica de la época de copiar todo lo francés, Escandón encargó el monumento al escultor de esa nacionalidad, Enrique Carlos Gardier, quien cobró 20 mil francos por esculpirlo, trabajo que se llevó a cabo en París.
En estilo renacentista italiano, los pedestales son de granito ruso y las cinco esculturas de bronce. La principal, al centro y en lo alto, es de Colón. Las otras representan a fray Juan Pérez de Marchena, prior del convento de la Rábida; fray Diego de Deza, protector del navegante; fray Bartolomé de Las Casas, defensor de los indios, y fray Pedro de Gante, fundador de los colegios de Letrán y de Niñas. La inauguración se efectuó el mes de agosto de 1879 con la presencia del presidente Porfirio Díaz.
El próximo día 12 se va a conmemorar el Día de la Raza, que rememora que en esa fecha de 1492, por vez primera, Colón puso pie en tierras americanas En alguna ocasión comentamos que siempre se afirmaba que el navegante era genovés, pero recientes investigaciones del historiador español Fernando del Valle Lersundi le atribuyen origen gascón o navarro.
Muchos mitos se han desechado, como el que sostenía que la reina hipotecó sus joyas para financiar la aventura. La realidad es que el escribano Luis de Santangel prestó a los reyes mil 140 maravedíes de lo fondos de la Santa Hermandad, a los que el almirante añadió otros 500 mil que le prestaron sus amigos mercaderes y banqueros andaluces.
Lograr los fondos necesario no fue fácil, ya que finalmente era una apuesta a una ruta desconocida por lo que, escépticos, los reyes católicos lo rechazaron.
Convencido del éxito de la idea no se desanimó, continuó en busca de apoyos y logró convencer al prestigiado médico y cosmógrafo Garci Hernández, quien intercedió ante los soberanos, que finalmente aceptaron ayudarle.
Con dicha aprobación, el 17 de abril de 1492 se firmaron las capitulaciones de Santa Fe, que le otorgaban a Colón el título y cargo hereditarios de almirante y virrey de las tierras que se descubrieran y el diezmo de todas las ganancias.
Sin embargo, el autor de la hazaña murió pobre y mal querido en Valladolid, España; ni siquiera se bautizó al nuevo continente con su nombre, llevándose ese crédito el cartógrafo Américo Vespucio. Años mas tarde, Cristóbal Colón comenzó a ser reconocido; en su memoria se nombraron calles, plazas y se erigieron estatuas por toda España y América.
Y... a la pausa que refresca: si es aficionado a las cervezas artesanales en la cercana Plaza de la República 51 se encuentra la Cervecería Crisanta, espaciosa, con magnífica vista del Monumento a la Revolución, ofrece una buena selección del espumoso brebaje que puede acompañar con comida mexicana.