Desempleo y duelo
os hemos acostumbrado a que la crisis es forma de vida natural y no la que genera un sistema económico absurdo, dependiente y explotador. Cargamos entonces con un duelo permanente más allá de la desaparición de un ser querido, y olvidamos que perder el empleo, por ejemplo, implica otra pérdida, a veces más dolorosa que la de un familiar tras larga agonía.
Un lector escribe: “Tengo 64 años de edad y más de 40 trabajando en diversos cargos. Hace unos 15 años conseguí un puesto en una empresa donde creí tener asegurada mi pensión; sin embargo, esa aspiración quedó truncada el mes pasado. Conforme pasaban las semanas creció el rumor del recorte de personal que después se concretó y fui uno de los afectados. Recuerdo ese día, a finales de junio, cuando nos llamaron a mis compañeros de mayor edad y a mí y escuchamos las palabras de despido; salimos cabizbajos de la oficina con un cheque de indemnización que apenas cubriría los gastos de algunos meses.
Esto ha afectado mi vida en todos sentidos, pues cada mañana seguía la misma rutina para ir al trabajo. Ahora en el espejo veo mi rostro enojado y deprimido. Pasaron días y no superaba que había sido despedido. Mis emociones eran tantas y variadas ante una nueva situación que no podía definir. Todo mi esfuerzo, me repetía, se había reducido a un cheque de unos cuantos miles. No tenía la menor idea de a quién recurrir, hasta que hace poco un amigo me habló de mi pérdida y mencionó una palabra insólita: duelo. Argumenté que el duelo se experimentaba ante las personas amadas que fallecían, pero replicó que había otros duelos que, como el mío, incluían la situación de pérdida que guardaba un gran significado emocional. Añadió que experimentaría una serie de sentimientos contradictorios, además de la ira contra quienes me despidieron. Me dijo que fui enfrentado a un cambio drástico en mi vida sin la consiguiente preparación. Por lo tanto, dijo mi amigo, te toca buscar un objetivo en tu vida con el que puedas comprometerte para comenzar de nuevo. Me habló también de que viera la posibilidad de abrir un pequeño negocio por la circunstancia de mi edad.
Sé que ahora me toca vivir una situación complicada y difícil de afrontar; sin embargo, tengo que reaprender y aceptar que estoy ante una nueva experiencia de vida, la cual, con otra actitud y con mi esfuerzo habré de superar.