Western
l derecho del más fuerte. ¿Un western alemán filmado en Bulgaria? Cuando a lado del nombre de Valeria Grisebach, directora de Western, figura, como coproductora, su compatriota Maren Ade, realizadora del celebrado delirio Toni Erdmann, la idea parece menos descabellada; en todo caso, mucho menos inocente de lo que podría uno suponer al principio. Retomar los códigos básicos del género fílmico estadunidense más emblemático y transformarlo en una alegoría europea de las relaciones de poder entre Alemania, un país que simboliza la prosperidad económica, y Bulgaria, una nación sin asideros firmes en la democracia, parecería de entrada una provocación y una apuesta narrativa muy azarosa. Por fortuna, la directora maneja el asunto con una solvencia artística y una sutileza tal que la película autoriza de inmediato múltiples interpretaciones.
En la época actual, un pequeño grupo de obreros alemanes acepta trabajar en Bulgaria en un proyecto hidráulico para la canalización de un río. Su llegada a la nación ex comunista, para ellos todavía territorio exótico y primitivo, potencialmente hostil, despierta en la mayoría un sentimiento inusitado de superioridad y la convicción de estar ahí para hacer las cosas mucho mejor que los lugareños, desde la grosera petulancia con que abordan a sus mujeres hasta el desenfado arrogante con que se apropian de un caballo o también su pretendida pericia técnica, privilegio de una nación desarrollada. En este western europeo la dinámica de conquista va en un sentido inverso al de la vieja épica estadunidense: una región oriental, económicamente desfavorecida y culturalmente atrasada, recibe la visita, bastante ingrata, de los nuevos conquistadores de Occidente.
Como en todo buen western, hay un personaje taciturno y solitario, medianamente noble, que no comulga con la fanfarronería procaz de sus acompañantes. El correoso e impenetrable Meinhard (Meinhard Neumann) buscará establecer con los habitantes del terruño búlgaro un trato civilizado que consiga disipar, en lo posible, la desconfianza y las tensiones que crecen a un ritmo acelerado. La tarea será compleja y las motivaciones del protagonista nunca quedarán del todo claras.
La alegoría social que inevitablemente se desprende de esta cinta –como por lo demás también de la citada Toni Erdmann o de varios títulos en esta Muestra: The square, 1945, Un minuto de gloria– es transparente: Europa atraviesa por una crisis de identidad y de valores que tiene en el cine una expresión cada vez más contundente. Desde los engreídos alguaciles de Bruselas hasta los más variados nacionalistas vistos todos como parias desleales o forajidos, el paisaje europeo semeja hoy un triste escenario de western. Los aficionados a ese género saben muy bien como suelen terminar las tramas.
Se exhibe en la sala 1 de la Cineteca Nacional a las 15:15 y 20:45 horas.
Twitter: Carlos.Bonfil1