Grupos de voluntarios se organizaron frente a Bellas Artes
Jueves 21 de septiembre de 2017, p. 6
A 24 horas exactas del sismo que cimbró ayer la capital del país, su Centro Histórico parecía querer normalizar sus actividades, como las del corredor peatonal Madero, donde la mayoría de los establecimientos abrieron aunque la poca afluencia de personas no era habitual a esa hora –una de la tarde 14 minutos– para una de las calles más transitadas de la ciudad.
Los puntos de mayor movimiento fueron el Zócalo y la explanada del Palacio de Bellas Artes, donde se habilitaron centros de acopio para los damnificados, el primero organizado por las autoridades locales y el segundo, de manera espontánea, por jóvenes estudiantes que llegaron en grupos a donar víveres y alistarse como brigadistas.
‘‘A los voluntarios se les invita a regresar a las seis de la tarde, cuando hay cambio de turno. Ya hay suficiente apoyo en las zonas de rescate’’, anunció uno de los organizadores, al tiempo que pidió que los donativos en especie y ropa se colocaran en una de las carpas.
Muy cerca del Zócalo, donde la bandera monumental se izó anteayer a media asta en otra hora fatídica, las 7:19 de la mañana en señal de duelo por las víctimas del sismo de 1985, retornó Jenyfer Valdivia, auxiliar en un local del Centro Óptico, quien estaba allí el martes justo a las 13:14 horas conversando con una compañera, cuando sintió ‘‘como si algo quisiera salir debajo de la tierra’’ y sólo atinó a ubicarse en el centro de la calle mientras a su alrededor la gente gritaba y corría, pero hoy regresó a trabajar porque ‘‘para los que tuvimos suerte la vida sigue’’.
No todos pensaron así. El temor a una réplica del sismo motivó que los grandes almacenes de ropa, joyería, zapaterías y otros de la avenida Pino Suárez y 20 de Noviembre se mantuvieran cerrados, lo que generó un ambiente apacible en el centro de la ciudad, en cuyas calles, también, había poco tránsito vehicular.
Mientras, a unas cuadras de allí, sobre la calle Bolívar, en los linderos de las colonias Centro y la Obrera –donde los efectos del temblor se manifestaron con furia en una fábrica textil en la que habría aún bajo sus escombros cinco trabajadores que no lograron salir antes de desplomarse–, cientos de personas continuaban apoyando sin pausa las tareas de rescate.
Se organizan relevos y alguien pregunta a quienes forman cuatro columnas a lo largo de unos 200 metros para sacar de mano en mano el escombro: ‘‘¡El que ya esté cansado que levante la mano! ¿Nadie?’’ Y efectivamente, nadie la levanta.