a primera visita de Donald Trump a Europa está encaminada a saldarse con desastre para el mandatario estadunidense, tanto por sus divergencias de fondo con la mayoría de los líderes del viejo continente como por la torpeza política y diplomática característica del magnate convertido en presidente de Estados Unidos. Tras su reunión con los presidentes del Consejo Europeo y de la Comisión Europea, Donald Tusk y Jean-Claude Juncker, respectivamente, quedó clara su negativa a cooperar en materia de cambio climático, un tema crucial para los ciudadanos de Europa, mientras que ante la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) formuló exigencias fuera de lugar en materias como el combate al terrorismo, el libre comercio y la política migratoria, así como por un incremento significativo en el gasto militar, todos temas difíciles en la Unión Europea (UE) y cada vez más incómodos en la relación entre Washington y sus socios occidentales.
Además de estos desencuentros, el republicano tuvo que encarar los reclamos de su aliada Theresa May, primera ministra británica, por la filtración a la prensa estadunidense de una serie de fotografías confidenciales del atentado explosivo que el lunes causó 22 muertos y 75 heridos tras un concierto en la ciudad de Manchester. La policía británica, que proporcionó las gráficas a los servicios de inteligencia estadunidenses en un acuerdo de secrecía, los culpa ahora de haber filtrado a The New York Times las mencionadas imágenes y otra información que permitió al diario informar la identidad del principal sospechoso antes de que las autoridades de Gran Bretaña lo dieran a conocer al público, por lo cual Downing Street decidió suspender el intercambio de información de inteligencia con Washington.
Por si no fuera suficiente para ensuciar la imagen del ex presentador de televisión ante sus pares europeos, durante su visita a la nueva sede de la OTAN en Bruselas, Trump protagonizó un bochornoso episodio –del que, a juzgar por las fotografías, pareció sentirse muy orgulloso– al empujar con manifiesta grosería a Dusko Markovic, primer ministro de Montenegro, con el propósito de ubicarse al frente del grupo de mandatarios que caminaban juntos.
La suma de estos incidentes confirma que el actual presidente de Estados Unidos no tiene una idea clara de la política mundial, de los protocolos diplomáticos ni del control de información confidencial y, lo que es más grave, que ni siquiera es consciente de tales carencias, como lo demostró días atrás cuando, tras ser cuestionado por compartir con funcionarios rusos información secreta sobre una presunta amenaza del Estado Islámico que le fue proporcionada a Washington por el espionaje israelí, afirmó a través de Twitter que tenía todo el derecho
a cometer tal infidencia.
Tras el imprudente manejo de la gira por Medio Oriente y el hasta ahora desafor-tunado recorrido por Europa, se configura un mal resultado en política externa, que en nada contribuye a disipar la crisis que la administración republicana enfrenta en el ámbito interno, con el presidente y algunos de sus colaboradores y ex colaboradores más cercanos bajo investigación del Senado, la Cámara de Representantes y una fiscalía especial para dilucidar las sospechas de injerencia rusa en los comicios de noviembre pasado –que llevaron a Trump a la Presidencia– y por posibles actos de obstrucción de la justicia del propio mandatario.
En resumen, se asiste a un escenario en el cual el magnate socava su presidencia a una velocidad vertiginosa y en el que cobra fuerza la impresión de que el actual gobierno estadunidense podría llegar a naufragar antes del fin de su cuatrienio.