a victoria de Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen en la segunda vuelta de la elección presidencial realizada ayer en Francia fue recibida con alivio en ese país, en Europa y en el mundo, no necesariamente por el programa y la personalidad de quien será el próximo presidente, sino por la eliminación de su rival, cuyo arribo al Palacio del Elíseo habría representado un retroceso monumental, si no es que una caída en el abismo para esa nación.
Que la candidata ultraderechista llegara a la segunda vuelta en los comicios del 23 de abril tuvo impacto político y sicológico significativo, pues abrió la perspectiva de que se instalara en Francia una fórmula ideológica emparentada, salvando las diferencias, con Donald Trump y con los promotores del Brexit (la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea).
A semejanza de ambos, Le Pen profesa un aislacionismo extremo y, por añadidura, al igual que el presidente estadunidense, la dirigente del Frente Nacional francés recurre a la hostilidad xenofóbica contra los migrantes, como parte central de su discurso, y como el magnate neoyorquino, propugna el autoritarismo y el conservadurismo.
Macron, en tanto, aunque se presenta como político de nuevo corte, significa la continuidad del neoliberalismo financiero que empezó a ser aplicado sin mediaciones en Francia a partir de la llegada de Nicolas Sarkozy a la presidencia, en 2007, y fue continuado por su sucesor, François Hollande, a pesar de que contradecía la plataforma de su partido, el Socialista Francés. De hecho, el actual mandatario electo se desempeñó durante un tiempo como asesor económico del propio Hollande.
Dos datos inquietantes de esta segunda vuelta son el abstencionismo de casi 25 por ciento, que podría considerarse bajo para otros países, pero en Francia es una cifra histórica de apatía ciudadana, así como el casi 34 por ciento de los sufragios logrados por Le Pen (unos 11 millones de votos), número que dice mucho sobre el avance del conservadurismo, el aislacionismo y el racismo en el país que aún ostenta como lema oficial Libertad, igualdad, fraternidad
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El único antecedente de la ultraderecha a las puertas del Elíseo se tuvo en 2002, cuando el padre de Marine Le Pen, Jean Marie, se midió en segunda vuelta con Jacques Chirac. En aquella ocasión, sin embargo, el entonces presidente en funciones aplastó al candidato del Frente Nacional con 82 por ciento de los votos.
El peligro inmediato ha pasado, todo hace suponer que Francia proseguirá sin grandes cambios políticos ni económicos y firmemente anclado en la Unión Europea. Sin embargo, el descontento social que da alimento a la ultraderecha ha logrado un avance inquietante. Depende de Macron y de su estilo de gobernar que ese peligro se desvanezca.