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Nosotros ya no somos los mismos

Las desorganizantes de marchas por la unidad de los mexicanos

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A Neus Espresate, una de las grandes impulsoras de la literatura latinoamericana en México, quien falleció la semana pasada, la recuerdo alta, delgada, erguida como astabandera; la recuerdo seria, directa, pero enormemente cálida y servicialFoto Carlos Cisneros
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e dice un amigo lector (que seguramente es lo segundo merced a que de verdad es lo primero): coincido: las señoras desorganizantes de las marchas del domingo 12 están, desde múltiples puntos de vista, totalmente descalificadas para arrogarse el rango de convocantes de los mexicanos, frente a un peligro que ellas no entienden y a los suyos ni los altera.

A propósito incluyo una plática captada en el bar de Sanborns, al término de la peregrinación dominical: “ Honey, acuérdate que la próxima semana nos vamos a San Antonio, con Liz y sus damitas, para la prueba de los vestidos. El bodorrio ya está around the corner). –Mira Darling, para que se te quite el sofocón, quiero decirte que todas estamos muy orgullosas por tu lucha para evitar que don Don(ald) insista en regresarnos a toda la multitud de nacos que logramos colarles allá. ¿Te imaginas si los junta con los que tenemos aquí? Aunque como les dice mi marido a sus alumnos del ITAM: si la oferta de mano de obra sube, la demanda (o séase nosotras) somos mano para negociar salarios, horarios y condiciones de trabajo. Ya me imagino tener triples nanas, choferes, jardineros, mayordomos y guaruras por el precio de los actuales. Y sobre todo, con la absoluta autoridad para que se comporten como tú lo ordenes, o los cambias al día siguiente. Acuérdate cómo hace años no pude hacer que la creída de la Chona y su hija, la ridícula Vanesa, votaran por ti cuando fuiste candidata de Acción Nacional. Si las obligaba me denunciaban y dejaban el trabajo al día siguiente, ¿y qui’ba a hacer yo? ¡Mal agradecidas! En fin, para hacer productivo el día, te cuento que con el scáner que me traje de MacAllen capté una conversa en la que decían que una morena o morera (con la interferencia se confundían la r con la n) estaba atacada, pues resulta que un grupo de sus friends ya habían hecho ‘Causa Común’ para separar en las súper lujosas tiendas Nordstrom, una línea de modelitos de Ivanka Trump, para festejar el aniversario de una ONG, dedicada a promocionar la cultura de la legalidad. (Para asegurarse que así sucediera, incrustó a su hijo, dicen, dicen, en el organigrama de la organización. Pero resulta que…¡Chingao, con estos aparatujos se va la señal. Buenos los que nos daba Genaro.)”

Hace algunos años, en un mal momento mexicano, el gobierno de Miguel de la Madrid requería de una expresión multitudinaria de apoyo popular. Se encargó la organización de una gran manifestación con ese objetivo, al PRI del DF. Al frente estaba nada menos que Chucho Salazar Toledano, que conocía, como nadie, los entresijos de la ciudad. Organizó, exitosísimamente la que fue, tal vez, la última toma de la calle por parte de las huestes priístas. Además de multitudinaria, la marcha era en verdad representativa del DF de entonces, hace casi 30 años. Recuérdese que el PRI nace y se preserva como el territorio privilegiado en el que coexisten las diversidades y hasta las antípodas. En esa ocasión la estructura –vertical y horizontal– del partido funcionó como reloj suizo (comprado en Tepito). Desfilaron los comerciantes establecidos junto a ¡quién lo creyera! los rivales de los mercados populares y hasta el ambulantaje. Los taxistas, desde los de sitio, como los libres y aun los tolerados y los piratas. Los tablajeros del rastro y los vegetarianos (veganos aún no existían). Los comités distritales movieron vecindades, barrios, colonias, unidades habitacionales. Hicieron acto de presencia propietarios legales, pero también inquilinos, paracaidistas e invasores. Los músicos afiliados a Venus Rey o a Juan José Osorio. Los trabajadores de la industria del cine (STIC, de Maximino Molina o del STPC, del señor Baeza, al fin y al cabo todos rendían a don Fidel). Los meseros, chefs, pinches (me refiero a los de cocina no a la totalidad de los concurrentes), bartenders y las galopinas. Estaban presentes algunas de las estrellas de la ANDA, los sobrevivientes de la Planilla Rosa mexicano y quienes constituían la mayoría de ese sindicato: las vedetes y desnudistas de los antros en el añorado DF, Tijuana, Matamoros y plazas de avanzada (madres de las futuras reinas del tubo). La delegación del Instituto Nacional de Educación para Adultos desfilaba junto a una modosita y escurridiza representación de los intelectuales orgánicos pero, quede claro, en esta ocasión voluntariamente peripatéticos, convencidos de que ¡la patria es primero! (Vicente Fernán.. o Guerrero dixit). Ayer, como hoy, solidarios, inspiradores y racionalizadores de las acciones siempre patrióticas (cuales quiera que éstas fuesen), a que nos convocan nuestros siempre patriotas gobernantes (cuales quiera que éstos sean).

Confieso que sentí la seguridad de que la variopinta multitud que veía pasar ante mí, validaba el lema, la consigna, que por encargo de Chucho habíamos propuesto para estas movilizaciones: En defensa de la nación.

Ahora, a 30 años de distancia, ya me cuestiono: la nacionalidad es una categoría jurídica que se adquiere, las más de las veces al margen de nuestra voluntad y aún de nuestra conciencia: nuestro lugar de nacimiento, el de los padres, o un acto de voluntad cuando se es mayor de edad, son requisitos suficientes para que se nos reconozca la nacionalidad mexicana pero, ¿quiénes compartimos esos datos curriculares, constituimos por ese sólo hecho, una misma nación?

Hago un esfuerzo de memoria por atraer unas antiguas reflexiones que trabajé alguna vez con el sociopolitólogo emigrado a la Sorbonne y ahora afincado en Guerrero, Raúl Fernández, y un escritor de excepción en este país: Ricardo Garibay: una nación es historia compartida. Pasado vivido en común por una y muchas generaciones que enfrentan los más diversos avatares pero que, más allá de la suerte que cada uno les trajera: triunfos, derrotas; auge o miseria; progreso o estancamiento, lo que permanecía inamovible era la voluntad de construir, juntos, el mundo por venir. Un presente en el que se daba, cada vez más asimétricamente, la convivencia de realizaciones y aspiraciones frustradas entre los sectores de la nación pero que, sin embargo, lo que permanecía inexplicable, era la necia voluntad de convivencia. Inexplicable porque sólo en la fábula del Diluvio Universal, el patriarca Noé fue capaz de ayuntar en un lanchón, el Arca, que lleva su nombre, a las fieras y a los corderos. Nación es la gana, la voluntad, el reflejo condicionado, el mandato, la voz que viene de lejos y nos dice que, si seguimos juntos, la vamos a hacer. O sea: un presente de vida desigual, injusto, doliente pero, como el chile: picoso pero sabroso. Nación: un proyecto sugerente y alucinado de vida en común. Nación, la apuesta que sustentada en lo más antiguo e irracional de nuestro pasado, representa la apuesta que nos provoca el porvenir. Y ya, con mayor conciencia, digamos: Nación: el plebiscito de todos los días. ¡Cuidado!

Por supuesto que esto no termina hoy. Platiquemos: ¿somos realmente una nación o varias? ¿Qué nos dice la historia? ¿Hay razones para convocar a la unidad nacional?

Fallecieron en estos días Neus Espresate y Gustavo Carvajal. No puedo abstenerme de un breve comentario. Creo que fue la entrañable Albita Rojo quien me presentó a Neus. Nunca se lo agradecí lo suficiente. Mi impresión fue mayúscula. La recuerdo alta, delgada, erguida como astabandera. La recuerdo seria, directa pero enormemente cálida y servicial. Fui a verla –recomendado por Monsi, pero ya no sé para qué. Seguramente porque Moya Palencia y Rodolfo Echeverría me exigían enlatar el documento filmado en Chile durante el golpe de Estado, perpetrado contra el presidente legítimo Salvador Allende. Desde la primera vez que vio el filme se cimbró y lo asumió como compromiso personal. Ella invitaba a importantes universitarios, académicos, escritores a que fueran a casa a conocer mi trabajo. Contribuyó denonadamente a su difusión y reconocimiento. Muchas veces recurrí a ella para diversas actividades y su apoyo jamás disminuyó. Sólo una vez me dijo: Carlitos me gusta que me visites, aunque sé que la mayor de las veces es por ver a Nuri Gallipienzo (su bellísima auxiliar). También en esto tenía razón. Su última ayuda fue cuando se me ocurrió postular a Monsi para una de las medallas que otorga el Senado de la República. Ya estoy jubilada en ERA pero, para lo que necesites, usa mi nombre. Te recuerdo, Neus. ( A ti también, Gallipienzo). La transterrada Neus nos alienta a bientratar a muchos gachupines, hacedores de la América.

Gustavo Carvajal merece más renglones de los que me restan. Recordémoslo luego.

Twitter: @ortiztejeda