El artista fue uno de los protagonistas del arte povera; falleció el jueves pasado a los 80 años
Destacan piezas controversiales por incluir animales vivos, pero recreadas tiempo después
Domingo 19 de febrero de 2017, p. 5
Roma.
Hace tan sólo 10 días, la Academia de Bellas Artes confirió a Jannis Kounellis el título de profesor emérito. El artista falleció el jueves pasado a los 80 años, en la clínica Villa Mafalda, donde se encontraba internado.
Kounellis se definía irónicamente como pintor, pero es considerado uno de los protagonistas del arte povera y, aunque sea muy difícil afirmar, por la estatura internacional de sus integrantes, según el crítico Thomas McEvilley fue el más grande
de ellos.
Sus años juveniles en Roma fueron fundamentales para su formación, empezando por el influjo que recibió de los dos astros del arte italiano de entonces: Lucio Fontana y Alberto Burri. Del primero aprendió a romper con el espacio limitado de la tela; Fontana había descubierto
la cuarta dimensión del cuadro logrado con sus famosos cortes
en la tela (llamados Conceptos Espaciales) abriéndola al espacio infinito.
De Burri, en cambio, atesoró el uso de materiales alternativos a la tela como la yuta. Desde su primera exposición en 1959 Kounellis ridiculizaba y parodiaba la pintura tradicional. Pero fue hasta finales de los años 60 cuando radicalizó su arte introduciendo animales vivientes como material artístico.
Creación y polémica
Cuando Germano Celant bautizó el movimiento en 1967 con el artículo Arte povera: apuntes para una guerrilla, publicado en la revista Flash Art, en ese mismo año Kounellis mostró pequeñas jaulas con pajaritos colgadas a un cuadro, así como el famoso papagayo, cuya percha estaba metida junto con los recipientes del alimento en el cuadro (Sin título, 1967), obra
, por cierto, recreada en una retrospectiva dedicada al artista en el Museo Reina Sofía de Madrid, que tuvo que ser retirada por la protesta de los animalistas. Indignado, el artista declaró: Esto es un desastre, han mutilado y censurado mi obra
(El País, 14 enero 1997).
Pero la instalación seguramente más célebre de Kounellis fue la que propuso en 1969 en la galería L’Attico de Roma, compuesta por 12 caballos.
Era una pieza llena de símbolos que evocaban el arte y la vida. Con el tiempo esta obra fue propuesta en exposiciones como en la galería Whitechapel de Londres (2002) o en Nueva York, en 2015.
Kounellis había roto definitivamente con el marco, lo abrió a la vida, sin dejar de interesarse por la condición social del ser humano al mostrar sus productos industriales como el acero o el carbón, tan presente en su obra, así como costales de yute, o productos agrícolas (café, maíz, lentejas) presentados en forma de instalaciones con un sentido estético exquisito. Más adelante a ello agregó otros materiales orgánicos como cera, madera, flores, tierra y piedras.
A pesar de este componente vanguardista, rupturista y absolutamente personal, la obra de Jannis Kounellis tenía también un raíces clásicas: amó a los grandes maestros del arte, en especial a Masaccio, Tiziano y Caravaggio.
Jannis Kounellis participó desde muy joven en grandes exposiciones internacionales que lo lanzaron al mundo del arte, desde la legendaria When Attitudes Become Form, curada por Harald Szeemann, en la Kunsthalle di Berna, en 1969, y tres años después en la Documenta, de Kassel, y posteriormente en la Bienal de Venecia.
Desde entonces expuso en los museos más importantes del mundo, incluso en países menos frecuentes, como China o en Cuba, en una muestra que concluyó hace unas semanas.
En México, además de la reciente exposición Relámpagos sobre México, en el Museo Espacio de Aguascalientes (La Jornada, 20/01/2016), expuso en el Templo de San Agustín en la Ciudad de México, en 1999.
Desde entonces utiliza diversos lugares de culto para exponer, no sólo iglesias, sino sinagogas o templos de otras religiones, a pesar de que se definía laico.
Kounellis se interesó también por el teatro; trabajó con Carlo Quartucci en Turín y otras ciudades italianas; en Berlín realizó la Elektra de Strauss con Daniel Barenboim.
Kounellis, quien preparaba sus instalaciones tan sólo una decena de días antes de la inauguración, explicó el sentido de su arte en una entrevista: Siempre he sabido gestionar mi tiempo como hombre de teatro. El arte es una presentación no una representación. Para mí, la exposición es un acto único: la ocupación de un espacio para el tiempo de un acto único
.
Los museos resguardarán por siempre su trabajo, pero carecerá de esa ala de mariposa que llegó a utilizar en su obra, ligera y fugaz como su alma.