¿Vida después del TLCAN?
Trump impone ritmo y baile
Prioritaria, la agenda interna
in saber bien a bien de qué se trata ni hacia dónde va y con el riesgo de que Donald Trump salga con otro chiste
, el gobierno peñanietista dice que se prepara para renegociar
el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), aunque es obvio que bailará al ritmo que le imponga el de la Casa Blanca.
Pero la presunta renegociación
también es una oportunidad para que México se sacuda la enorme cuan enferma dependencia del vecino del norte, mire hacia otras latitudes e intente nuevas formas y mercados. En este contexto, el Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico divulgó su más reciente análisis temático (Los riesgos de la dependencia), en el que advierte que nuestro país no sólo se enfrenta a dicha revisión
, sino a cambios aún más profundos en materia de política económica y estructura productiva
.
De dicho análisis se toman los siguientes pasajes. Va, pues. A lo largo de las tres últimas décadas, con la entrada de México al GATT, se favoreció un proceso de apertura económica que alineó la acción de las instituciones al cumplimiento de los acuerdos de comercio exterior firmados por nuestro país.
En el caso del TLCAN, México acató puntualmente los compromisos contraídos, en un grado superior al de sus contrapartes. Mientras Estados Unidos aplicó restricciones a transporte, cemento, atún, acero y aguacate mexicanos, en nuestro país se crearon dependencias encargadas de facilitar y promover el arribo de inversión extranjera. En ocasiones otorgando facilidades superiores a las creadas para la inversión nacional.
Dicha estrategia fue resultado de las negociaciones que se instrumentaron durante la crisis de los años ochenta con organismos internacionales y el gobierno de Estados Unidos para recibir su apoyo financiero, a cambio de abrir a la que en ese momento era la principal economía de América Latina.
La apertura se aplicó y efectivamente arribaron inversiones de empresas estadunidenses y canadienses, todas encontraron en México un enorme nicho de negocios, tanto para la exportación como para satisfacer la demanda de un mercado interno que hoy contabiliza más de 120 millones de personas.
Trump piensa que eso no ocurrió y lo busca cambiar. Ante la ausencia de un posicionamiento sobre este tema del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y la OCDE, el presidente de Estados Unidos ha planteado una visión que niega los últimos 30 años de relación con México: la presión sobre sus empresas para repatriar inversiones y empleo, la revisión del TLCAN, mayores restricciones a la migración, el amago de una deportación masiva y la salida del ATP, son sólo algunos ejemplos visibles.
Sin lugar a dudas, ello representa un reto a la seguridad nacional de México. Las razones:
Durante 30 años la arquitectura de la política económica renunció al fomento de la producción con valor agregado en el país, se dio prioridad a facilitar
y crear
entornos de negocios favorables para invertir. El problema es que esto último no se ha logrado para todo el sector productivo mexicano, que se enfrenta a la competencia de otros países que dan financiamiento, facilidades fiscales, tipo de cambio subvaluado y protección a sus empresas. El único piso parejo que puede existir es igualando las condiciones que se ofrecen para todas las empresas y combatiendo frontalmente la competencia desleal. El problema es que la política económica y sus instituciones ejecutoras se han construido con un objetivo de cumplimiento a ordenamientos legales internacionales, como los contenidos en el TLCAN.
Se pensó que el comercio exterior sería fuente de crecimiento económico, algo que sólo se puede lograr teniendo un superávit comercial. En 2015 el déficit fue de 14 mil 600 millones de dólares, equivalente a 1.3 por ciento del producto interno bruto de ese año.
En la parte de los servicios tampoco se avanzó, pues la balanza es deficitaria: en 2015 la balanza de servicios factoriales tuvo un déficit de 34 mil 100 millones de dólares, igual a 3.1 por ciento del producto.
En resumen, y antes de contar las transferencias (fundamentalmente remesas), la cuenta corriente de la relación comercial y de servicios de México con el exterior es ampliamente negativa: 57 mil 500 millones de dólares, monto equivalente a 5.2 por ciento del PIB.
Por dicho motivo, México es incapaz de generar un ritmo superior de crecimiento. Su intercambio de bienes y servicios con el mundo genera poco valor agregado. Esto demuestra la ausencia de un sector servicios moderno y con mayor generación de valor agregado. En este sentido, ¿cómo alcanzar mayor crecimiento económico cuando el intercambio comercial y de servicios es deficitario?
Las remesas son parte de lo que ayudó a eliminar el desequilibrio durante 2015, cuando por tal concepto llegaron a México 24 mil millones de dólares, un monto representativo de 2.2 por ciento del PIB. Los connacionales que se encuentran en el extranjero, principalmente en Estados Unidos, ayudaron a mitigar el enorme déficit comercial y de servicios. Sin esos recursos las necesidades de financiamiento y la presión del tipo de cambio serían mayores.
En ese sentido, cuando Trump plantea modificar las reglas de vinculación entre ambos países trastoca los fundamentos del sistema productivo mexicano. Si el presidente estadunidense tiene éxito en reducir o eliminar el beneficio comercial de México, ello ejercerá una presión sobre la balanza comercial.
En consecuencia, México deberá enfrentar el reto externo con una estrategia que abarque tanto esa parte como el fortalecimiento de su producción interna. Hacia el exterior se presentará una negociación con Estados Unidos que no será fácil y que podría ir al extremo de renegociar otro acuerdo. La única forma de minimizar el impacto negativo es a través de impulsar lo hecho en México, pero con insumos nacionales, es decir, con una sustitución competitiva de importaciones.
Diversificar exportaciones también pasa por restructurar el sistema productivo mexicano, mejorar la infraestructura de comunicaciones, mejorar los sistema de financiamiento, hacer cambios en la parte fiscal y de mejora regulatoria. Sin atender la agenda interna no podrá enfrentarse exitosamente la externa.
Las rebanadas del pastel
De lo bien que han hecho las cosas da cuenta la advertencia de la calificadora Moody’s: en 2016 el gobierno de EPN se endeudó más de lo esperado
, y ello añadirá presiones
al de por sí bajo crecimiento económico en 2017. ¡Felicidades!
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