ui, como muchos sociólogos de la generación de los años 70, hijo del debate articulado en torno a los estudios de la teoría de la dependencia. Bajo su cobertura se agruparon diferentes temas, entre otros, los modos de producción, la concepción feudal –capitalista–, los estilos de desarrollo y la revolución, ¿socialista o nacionalista? El pensamiento latinoamericano estaba en plena ebullición. La revolución cubana, la emergencia de los movimientos de liberación nacional, el papel de la vanguardia y la polémica chino-soviética, las luchas anticoloniales, los países no alineados, las guerras antiimperialistas. Todo sumaba. Sin embargo, la necesidad de construir categorías y buscar explicaciones a los cambios sociales exigía una reflexión profunda. Poner en solfa el cuadro de mandos, sobre los cuales las ciencias sociales de la región se habían institucionalizado. Corría el año de 1965, cuando en un periódico, El Día, se publicaría un artículo cuyo título y autor pasarán a la historia del pensamiento crítico latinoamericano. Rodolfo Stavenhagen y las Siete tesis equivocadas sobre América Latina, las cuales supusieron una auténtica ruptura del conocimiento.
Hoy diríamos pomposamente, una ruptura epistemológica. Su huella podemos rastrearla hasta nuestros días en todo el desarrollo de la sociología latinoamericana. Ningún científico social, académico o político puede pensar nuestro continente sin haber leído dicho trabajo seminal. Por otro lado, sus tesis siguen teniendo frescura, validez y fuerza interpretativa. Captó, como nadie, el momento histórico-político no sólo de México, sino de América Latina. Cuestionó las visiones hegemónicas que permeaban todos los textos de la sociología latinoamericana. Escrito en 1965 para el suplemento dominical El Gallo Ilustrado, del periódico El Día, fue un soplo de aire fresco. En definitiva, sintetizó el debate teórico y la articulación de un proyecto alternativo desde el cual pensar América Latina. No fue una crítica vulgar. Se adelantó a los estudios de la teoría de la dependencia, fijando su atención en las estructuras de clase y el nacimiento del colonialismo interno, como forma de explotación de los pueblos originarios. Se tradujo a múltiples idiomas y constituyó un referente para la izquierda política y social latinoamericana.
Stavenhagen fue capaz de identificar problemas, hacerles frente en lo ideológico-político y, sobre todo, en la esfera de la construcción del pensamiento propio. No era una retahíla de consejos o un reproche a malas interpretaciones. Como habían sido en 1963 los estudios sobre el colonialismo interno impulsados por Pablo González Casanova, del cual Stavenhagen se sentía deudor, las siete tesis abrían las ciencias sociales, alejándolas de aquellos debates academicistas y estériles. No en vano, el enunciado de la que sería la sexta tesis equivocada pone el dedo en la llaga, subrayando la falsedad del proceso de la integración nacional como producto del mestizaje. Así: i) el mestizaje no constituye en sí una alteración de la estructura social vigente; ii) los pueblos originarios permanecen oprimidos por las clases dominantes, dando lugar al colonialismo interno; iii) por último, el mestizaje cultural supone de hecho la desaparición de las culturas de los pueblos originarios y las comunidades indígenas.
Sirvan los enunciados de las siete tesis para corroborar el sentido promisorio de su diagnóstico de la realidad regional. 1)Los países latinoamericanos no son sociedades duales; 2) el progreso no es resultado de la difusión de los productos industriales a zonas atrasadas; 3) las zonas atrasadas no son un obstáculo para la formación del mercado nacional, sino complementarias; 4) la burguesía nacional no tiene intereses contrapuestos ni intenciones de romper el poder y dominio de la oligarquía terrateniente; 5) el desarrollo de América Latina no es producto ni obra de una clase media emprendedora nacionalista y dinámica; la ya nombrada tesis sobre la falsedad de la integración mestiza, y 7) la idea de una alianza obrero campesina como identidad de la lucha revolucionaria en la izquierda latinoamericana. Muchos han sido los intentos por rescribir las siete tesis, pero dicha labor ha quedado reducida a un mal plagio o un intento fallido de proponer temas para el debate.
Stavenhagen estuvo en primera línea. Marcó diferencias sin ser histriónico. Sus estudios sobre las clases sociales en las sociedades agrarias, publicados en 1969 por Siglo XXI, dieron mayor solidez a los estudios étnicos y fueron una crítica demoledora a las visiones dualistas del subdesarrollo. En 1971 publicó otro artículo, tal vez poco conocido, pero de profunda crítica al quehacer de las ciencias sociales, su título es revelador: ¿Cómo descolonizar las ciencias sociales? De lectura imprescindible, como las Siete tesis equivocadas..., ambos trabajos reunidos por la Editorial Nuestro Tiempo: Sociología y subdesarrollo.
Toda su vida y su obra, durante más de medio siglo, hablan de un hombre de convicciones, honestidad intelectual, maestro forjador de conciencias rebeldes, defensor a ultranza de los derechos que asisten a los pueblos originarios de nuestra América. Su compromiso nunca se doblegó al poder de los gobiernos. Mejor ejemplo, sus relatos sobre genocidio y etnocidio contra el pueblo mapuche en Chile, llevado a cabo por los gobiernos de la Concertación, comprometiendo a todos los presidentes, desde Patricio Aylwin, Frei, Lagos y Michelle Bachelet. Escritos para Naciones Unidas, son un alegato contra la discriminación étnica y un recordatorio de la conciencia crítica para luchar contra la barbarie de terratenientes y caciques afincados en el colonialismo interno que roban, asesinan y quitan las tierras a sus verdaderos dueños. Nunca se rindió; su obra y su vida constituyen lo que llamaríamos una vida ejemplar. Muchos estamos en deuda con su obra, demostración de la fuerza de sus convicciones. Reivindicarlo es de justicia y honor. Su saber forma parte del acervo cultural del pensamiento crítico de nuestra América.