l presidente francés, François Hollan-de, anunció ayer que no buscará un segundo periodo como jefe de Estado en los comicios del año entrante. Con ello, el líder del Partido Socialista (PS) se convierte en el primer mandatario de la quinta República Francesa –iniciada en 1958– que renuncia a intentar su relección, desalentado por un índice de popularidad de 7 por ciento, el más bajo que haya tenido cualquier presidente en su país, y por una intención de voto de apenas 10 por ciento para la primera vuelta de las elecciones, que tendrá lugar el próximo 23 de abril.
Al margen de la liquidación de Hollande como figura del escenario político, su pérdida de respaldo popular –inusitada incluso en una sociedad que se caracteriza por la baja aprobación de los mandatarios salientes–, la principal organización de la izquierda institucional de Francia parece hundida en una crisis que es consecuencia, en primer lugar, de la pérdida de identidad: en el mandato de Hollande ha sido la propia izquierda la que se ha encargado de desmantelar la política social que ella misma propugnó desde la oposición y construyó desde el gobierno. Por lo demás, el PS exhibe una desoladora carencia de propuestas propias y claramente diferenciadas de la derecha para afrontar problemas como el estancamiento económico, la amenaza a la seguridad interior por los repetidos ataques terroristas y la llegada en masa de refugiados.
La imposibilidad de enarbolar las conquistas sociales abre la posibilidad de que se repita el escenario electoral de 2002, cuando la izquierda, derrotada en la primera vuelta de la elección presidencial, no tuvo más alternativa que pedir a sus militantes y simpatizantes que votaran en la segunda por el entonces presidente Jacques Chirac, como única forma de impedir un triunfo del ultraderechista Jean-Marie Le Pen, del Frente Nacional. La repetición de tal panorama sería doblemente ominosa en el contexto actual, habida cuenta de que el candidato de la derecha, François Fillon, guarda más similitudes con la postura xenófoba e intransigente del Frente Nacional que con las del resto del espectro conservador, y que es aún más agresivo que el FN en materia de demolición de conquistas sociales.
Mientras en Francia se configura una elección presidencial entre dos opciones inaceptables, este domingo Austria e Italia encaran comicios con resultados potencialmente nefastos. En la nación centroeuropea se llevará a cabo una repetición de las elecciones presidenciales de mayo entre el ex vocero de los verdes, Alexander van der Bellen, y el ultranacionalista xenófobo Norbert Hofer. En la elección original, anulada por irregularidades procesales, el candidato progresista se impuso con apenas 31 mil votos. En Italia, Matteo Renzi, primer ministro de centro izquierda, enfrenta encuestas adversas rumbo al referendo en el que los italianos deben decidir la aprobación de una profunda reforma política orientada a garantizar la gobernabilidad, plebiscito al que el premier ha apostado su futuro político y que podría terminar con un regreso al poder de la derecha más rancia.
De tal suerte, se asiste a un giro a la reacción que podría llevar a la victoria de los sectores más intolerantes en tres naciones claves del espacio europeo; todo ello, para colmo, con el telón de fondo del reciente triunfo de Donald Trump en los comicios presidenciales estadunidenses del 8 de noviembre.