Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio
a esposa niña. Resulta tan inusual recibir en nuestra cartelera alternativa una película procedente de Yemen y los Emiratos Árabes Unidos, como ver sacudidas nuestras certidumbres morales relacionadas con su tema: el matrimonio infantil. Me llamo Nojoom, tengo diez años y quiero el divorcio, de la realizadora yemenita Khadijah Al-Salami, plantea desde su título y su primera secuencia, la enérgica decisión personal de la niña Nojoom (Reham Mohammed, formidable), de poner fin, jurídicamente, al horror de padecer día a día las agresiones sexuales del hombre mayor a quien, mediante un contrato de venta, sus padres la obligaron a desposar antes de los 10 años.
Lo que en principio parecería un crimen vinculado con la pedofilia, en realidad es algo común en diversas regiones de Medio Oriente, particularmente en Yemen, donde los usos y costumbres tribales autorizan a casar legalmente a las niñas desde los ocho años. La realizadora toma la historia de un hecho real consignado en el libro homónimo de Nojoud Ali y la periodista Delphine Monoui, mismo que abrió un fuerte debate en Yemen a propósito de los matrimonios forzados que implican la violación sexual de niñas antes de su primera menstruación. Las referencias a esta situación son explícitas en la película, pero también se enfatiza la manera en que Nojoom se ve arbitrariamente privada del goce de su propia infancia, obligándosele a asumir una responsabilidad doméstica impropia de su edad y para la que no está preparada.
A pesar de los tintes melodramáticos con los que, sin necesidad, sobrecarga la directora esta historia, algo que sí evita es el maniqueísmo de convertir al tribunal donde se discute el divorcio en un sitio de confrontación entre víctimas y villanos. Los espectadores asisten así a una exposición de los hechos más compleja de lo que se insinuaba en un principio. Muchos delitos sexuales proceden no sólo de la ignorancia y lo obsoleto de las costumbres tribales, sino de un sistema social que agrava las desigualdades y orilla a las familias a vender a sus propios hijos. La temprana conciencia que tiene Nojoom de esta última realidad, que por momentos la enfrenta a su familia, tiene un peso casi equivalente al mismo agravio de su pérdida de inocencia. Las dificultades de una impartición laica de la justicia y la barbarie de una práctica secular que hace de la mujer una mercancía intercambiable y que cancela su niñez para precipitarla prematuramente en la edad adulta, son los elementos del debate al que invita esta película, formalmente muy desigual, pero por su pertinencia social, totalmente insoslayable.
Se exhibe en la sala1 de la Cineteca Nacional, a las 12:15 y 17:45 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1