Cero más cero da cero
on el peligroso agravio de la desigualdad y ante el desafío del crimen organizado, decide la clase política mexicana, la de la transición en presente perpetuo, que la dulce democracia sin apellidos pasea su vergonzosa desnudez. La corrupción es el mal y el maleficio del milagroso vuelco del tercer milenio. Ya estaba ahí. Se diría que, como los pobres, siempre estuvo entre nosotros. Pero hoy paseamos en palacios del orgullo global y nuestra oligarquía es tan poderosa y rapaz como la que ha dado golpe de Estado a Dilma Rousseff en Brasil.
Allá, cuando el priato consolidaba su fama de invencible, algún personaje menor serenó los ánimos de sus dirigentes que temían
una derrota ante la alianza anunciada por el PAN, el PARM y el PPS: Cero más cero da cero
, les dijo. Hoy son legión los de la pluralidad opositora al fantasma del PRI, del partido distante de ser invicto y ni siquiera dueño de la exclusividad en el acceso a la clave del poder: Un político pobre es un pobre político
, acuñó en molde de oro el profesor Carlos Hank González. Se nos vino encima el incontenible peso de la realidad en la hora de la política al servicio de la economía y del poder político como instrumento de la concentración del capital. De tres en tres perdieron la cuenta y olvidaron el secreto de Lyndon B. Johnson.
Del texano que dominó durante largos años el Senado de Estados Unidos, fue vicepresidente y despachó en la Casa Blanca después del trágico asesinato de John F. Kennedy en Dallas, Texas. El autor de un ensayo biográfico del líder afamado por su capacidad de mando y de largos años de control en el Senado, le preguntó el secreto del mando y equilibrio logrados siempre con la pasión de mandar. “Lo único que hace falta –respondió LBJ– es saber contar; si tienes más votos en favor que en contra, hay que presentar la iniciativa y votarla. Si no, déjala en paz”. En Insurgentes y Reforma, lejos del poder imperial del Capitolio, Emilio Gamboa Pascoe invirtió la fórmula, dejó que el PRD y el PAN olvidaran contar los votos que les daban mayoría y que el contagio de lo corrupto los paralizara: no hubo votación, y tres de tres será el secreto a voces que comparten la oligarquía y la mayoría de los mexicanos que sobreviven en la pobreza.
Habrá quien lo atribuya a ingenuidad. O al miedo a que los moches deslumbren tanto como la mala fama del PRI. Aunque cuesta trabajo que en la pluralidad chaquetera y la obsesión de hacer política para hacer dinero, sea cual fuera el origen o el partido en el que el azar y la desvergüenza, las alianzas, los pactos o las complicidades los haya ubicado. Por el momento. Y aquí sí: la vergüenza dura para siempre. Aunque sea endémico el mal y la corrupción contenga el veneno del narcotráfico y sus derivados del asalto, el secuestro y la complicidad que no reconoce ni respeta religión y fueros. Queda un fuerte olor a azufre, aunque predique el seminarista Ricardo Anaya y el socialité José Antonio Meade multiplique panes y peces a la vista de los de abajo.
Estamos a 21 días de las elecciones de gobernador en 12 estados de la República. Y de inmediato tendrán que ir a las urnas los ciudadanos de Jalisco y del estado de México. Punto de quiebre sexenal, a pesar del manoseo a los calendarios que obligar a elegir gobiernos de unos cuantos meses en Veracruz y en Puebla. Hasta hace unos días no resonaban las campañas de la pluralidad. Si acaso, el lodazal de acusaciones a los adversarios. Pero el peso de la corrupción se discute en el mundo entero. En Londres, el primer ministro David Cameron olvidó que su nombre aparece en Los papeles de Panamá y denunció
la corrupción de Nigeria. La respuesta del nigeriano fue ejemplar: no pido una disculpa, sino la relación de los bancos británicos en los que aparecen cuentas opacas
de nigerianos.
Los nuestros, declarados partidarios de leyes contra la corrupción, han hecho suya la obligación de hacer públicas sus declaraciones de bienes, relaciones familiares y de negocios. La ley obliga a presentar ante autoridad competente la declaración de impuestos, no a hacerla pública. A la mitad del camino hay ya más aspirantes a la Presidencia de la República que los participantes en las elecciones primarias del Partido Republicano. El de la crisis, el del nido de la serpiente, el de la prepotencia racista, protofascista, de Donald Trump. Excluyo a los presuntos candidatos independientes. Ya perdió lustre la frase de Rubén Figueroa, La caballada está flaca
Miguel Ángel Mancera, criatura de las prisas de Marcelo Ebrard, recibió el poder económico y la clientela política de la izquierda que llegó al Distrito Federal impulsada por la insurgencia de Cuauhtémoc Cárdenas. Mancera recibió más votos que cualquiera de los que ahí llegaron a gobernar. Las ambiciones desaforadas de poder y dinero dieron al traste con el proyecto. Y el PRD pasó de las luchas tribales a las alianzas descomunales, y del sitio de privilegio en el tripartidismo al desplome electoral. De ahí que los senadores Miguel Barbosa y Armando Ríos Piter quieran iniciar de inmediato la campaña presidencial de Mancera. Un perdido va a todas. Y el impulsor del constituyente designado para CDMX, ya incluyó a su gabinete
en las declaraciones de bienes y de ilusiones.
No es el único. Sobre todo en las horas de la desconfianza y el desaliento que no ceden ni ante las cifras del equilibrio y la estabilidad proclamadas por Luis Videgaray, secretario de Hacienda atado al mástil de la austeridad para no escuchar el canto de las sirenas de un crecimiento superior a 2 por ciento. Así pasen otros 30 años. Hay dinero acumulado en manos de 0.01 por ciento de la población. Y la cera en los oídos impide escuchar las demandas de empleos bien pagados, los llantos de los millones que se acuestan con hambre; la indignación que peligrosamente aproxima a la extrema derecha y a la desolada izquierda. Videgaray todavía está en la lista de los que esperan una señal.
En el mismo barco navega Miguel Ángel Osorio Chong. Todo a su favor. Empezando por la concentración de facultades que le otorgó el titular del Poder Ejecutivo al enfrentar la violencia que no cesa y la urgencia de atender las complejidades del combate al crimen organizado y las derivaciones de la corrupción, a un lado y otro del río Bravo, que han hecho del narcotráfico una amenaza a la seguridad nacional. Miguel Ángel Osorio Chong sabe que por razón de Estado, Gobernación revirtió a ministerio del interior, pero que necesita seguir siendo conducto político del titular del Poder Ejecutivo, tanto con el Poder Legislativo como con las entidades de la República Federal.
Quienes insisten en precipitar a Manlio Fabio Beltrones al combate imaginario de la sucesión presidencial, olvidan que antes del vuelco finisecular no hubo presidente del CEN del PRI que se convirtiera directamente en candidato a la Presidencia. Roberto Madrazo lo olvidó, perdió y favoreció la labor de zapa de Elba Esther Gordillo, quien puso a no pocos gobernadores del PRI al servicio de Felipe Calderón.
La denuncia de Manlio Fabio Beltrones y la expulsión de tres candidatos a alcaldes del PRI en Tamaulipas, por presuntas ligas con la delincuencia organizada, demostraron que el de Sonora no confunde el poder político con el del miedo. Preferimos no tener candidatos que aceptar a quienes han cedido a la amenaza de ¿plata o plomo?
Nada cambia que a los expulsados se les exigiera favorecer a candidatos panistas. Tamaulipas es tierra de nadie. Callar hoy es renunciar para siempre a restablecer el imperio de la ley.