En carta a Zapata, Villa narra cómo las fuerzas del traidor
Carranza tuvieron el apoyo descarado
de ese país
Sábado 12 de marzo de 2016, p. 32
La historiografía no debe limitarse a los hechos concretos; el investigador también debe buscar en las fuentes los signos, las intenciones, las acciones que no llegaron a expresarse plenamente, o que no dejaron la huella profunda en la historia; el investigador debe buscar los datos que le ayuden como un eco, como una resonancia, lo que no se escucha claramente, lo que no aparece de manera tangible y concreta.
El ataque del 9 de marzo contra la población de Columbus, Nuevo México, protagonizado por un pequeño ejército de 480 soldados villistas ha sido motivo de muchos estudios. La bibliografía del tema es amplia. Sin embargo, algunos aspectos han quedado encubiertos, o enmascarados entre las explicaciones y elucubraciones del momento. No obstante que autores como el doctor Katz, Taibo II y Rubén Osorio, entre otros, han presentado nuevos elementos de análisis y de interpretación, este acontecimiento no se ha dimensionado correctamente.
Considerando las aportaciones de los historiadores citados y el estudio de diferentes documentos relacionados que iré publicando en próximas entregas, sostengo que aunque no se desató la guerra después del ataque a Columbus, ahí estuvo implícita una declaración de guerra contra Estados Unidos.
Para que esta propuesta se comprenda, es necesario partir de dos hechos que fueron determinantes en el estado de ánimo y en las decisiones del general Francisco Villa: el reconocimiento oficial de Washington al gobierno de Venustiano Carranza y el apoyo militar de Estados Unidos a las tropas carrancistas en el combate de Agua Prieta, Sonora.
En el contexto de la Primera Guerra Mundial, el gobierno estaunidense reconoció en octubre de 1915 al de Venustiano Carranza. Entre otras razones, el presidente Wilson tuvo en cuenta las acciones de Alemania, tendentes a crear en México un frente favorable a sus intereses militares. Los acuerdos con Victoriano Huerta y Pascual Orozco demostraron claramente estas intenciones.
El 5 de noviembre de 1915, semanas después del reconocimiento a Carranza, el general Villa publicó, desde Naco, Sonora, un extenso manifiesto acusándolo de traidor a la patria, anticipando que ese gobierno no se iba a consolidar porque el pueblo mexicano no podía aceptar la imposición de Wilson. Aseguró que Carranza se estaba exhibiendo como más ambicioso y traidor que López de Santa Anna, porque si éste había vendido parte del territorio, Carranza prácticamente estaba entregando toda la República en manos de los “yankees”.
En el mismo documento, el general Villa recordaba a los mexicanos que él nunca había aspirado a los cargos políticos o al gobierno, y que tampoco ninguno de los jefes de su ejército:
Porque bien sabía el pueblo que entre mis soldados no figuran políticos profesionales ni empleomaníacos empedernidos, ni presidenciables decepcionados ni hombres de gobierno, en una palabra. Todos somos artesanos, labriegos, obreros o pequeños comerciantes, empleados humildes o intelectuales dignos, que nunca hemos vivido del presupuesto ni pretendemos vivir de él
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Luego, en una lista de nueve puntos, presentó las concesiones que, según su información, había otorgado Carranza al gobierno de Estados Unidos a cambio del reconocimiento. Entre otras se enlistan las siguientes:
–Concesión por 99 años de la Bahía de Magdalena, del ferrocarril de Tehuantepec y de los yacimientos solicitados en la zona petrolífera.
–La concesión para que el gobierno de Estados Unidos decida los nombres de los ministerios de Gobernación, Relaciones y Hacienda.
–El pago de los daños sufridos por los extranjeros y la devolución de las propiedades confiscadas.
–Control de los ferrocarriles nacionales hasta que quede cubierta la deuda de los bonos que posee la directiva en Nueva York.
Enseguida señala que llenaría muchas páginas si se dedicara a comentar ampliamente las concesiones ignominiosas, antipatrióticas y brutalmente infames que había hecho el mil veces traidor Venustiano Carranza, atropellando la soberanía nacional, ultrajando la dignidad y olvidándose por completo de los ejemplos luminosos de la historia y de todo lo que pueda significar honor y vergüenza.
Y concluye: Que la historia defina responsabilidades (...) Me dirijo a los que amen de verdad nuestras gloriosas tradiciones (...) Les hablo como mexicano, para pedirles que velen por el honor nacional, protestando contra la venta de la patria
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Carta del general Francisco Villa a Emiliano Zapata
El 8 de enero de 1916, cuando se encontraba en la hacienda de San Gerónimo, en el estado de Chihuahua, Villa escribió una carta al general Emiliano Zapata, que no llegó a su destino. Los estadunidenses encontraron la misiva, junto con otros documentos, en las pertenencias de uno de los guerrilleros muertos en el ataque a Columbus. Toda la documentación fue enviada al Departamento de Estado, la cual permaneció archivada y perdida durante 59 años en Washington, hasta que en 1975 la encontró el historiador E. Bruce White y decidió publicar la carta en The Muddied Waters of Columbus, New Mexico.
Esta es la versión en español de este importante documento:
“D. Emiliano Zapata, donde se encuentre.
“Muy estimado compañero y fino amigo:
“Supongo que ha de estar bien informado acerca de la situación general de nuestro país; pero si por cualquier circunstancia no estuviese al corriente de los acontecimientos que últimamente se han desarrollado en la parte norte de la República, me voy a permitir hacérselos saber a continuación.
“Como anuncié a usted en varias cartas que tuve el gusto de dirigirle de Aguascalientes, Torreón y otros puntos, el nuevo plan de campaña que en aquella época decidimos desarrollar los generales del Ejército del Norte, consistía en reconcentrar todas las fuerzas de mi mando al estado de Chihuahua, para invadir inmediatamente el de Sonora, terminar allí la campaña que contra el enemigo tenían iniciadas las fuerzas convencionistas que operan en dicha entidad y llevármelas juntamente con mi columna por Sinaloa, Tepic, Jalisco y Michoacán, hasta tener el placer de llegar adonde usted se encontrara. Naturalmente que este movimiento me ofrecía facilidades y ventajas, en virtud de encontrarse el principal núcleo de carrancistas al mando de Obregón entre San Luis Potosí, Zacatecas, Saltillo y Monterrey, donde había logrado dejarlo embotellado por medio de intrépidos y atrevidos movimientos de mis tropas que destruyeron las vías de comunicación, impidiendo al enemigo todo movimiento rápido de avance y retroceso.
“Desgraciadamente, mis proyectos se vieron frustrados porque el enemigo contó con el apoyo indebido y descarado del gobierno americano. Excuso decir a usted las innumerables fatigas y penalidades que sufrieron mis fuerzas en una jornada de 25 días a través de la árida y abrupta Sierra Madre, transportando 42 cañones de grueso calibre por lugares donde no hay caminos carreteros y hasta se dificulta el paso de los jinetes. Pero todas estas vicisitudes fueron vencidas por mis tropas con el estoicismo propio del soldado que lucha por convicciones, y encontrándonos a inmediaciones de Agua Prieta y en vísperas de atacarla, llegó al enemigo, por territorio americano y en trenes, un refuerzo de 5 mil carrancistas que el gobierno de Estados Unidos permitió pasar.
“¿Puede registrarse mayor acto de ofensa para el pueblo mexicano y ataque a su soberanía nacional?
“Por un rasgo excesivo de delicadeza y dignidad por parte mía y deseando evitar un conflicto armado con Estados Unidos, impedí a mis fuerzas que se lanzaran desde luego sobre territorio americano, como querían hacerlo con toda justificación, para castigar a los que impunemente se burlaban de nuestros sacrificios sin más derecho que el de la fuerza.
“A medida que continué mi avance hacia las plazas situadas a lo largo de la frontera en el estado de Sonora, los carrancistas se movilizaban en trenes por territorio americano con el objeto de atacarme y ocuparlas antes que yo. En Nogales, con un cinismo y descaro que avergüenza y hace estallar en cólera el decoro y dignidad de mi raza, los soldados americanos, al acercarse los carrancistas y aprovechándose de la confusión que reinaba en esos momentos, hicieron fuego sobre nuestras tropas.
“Encontrándome ya frente a Hermosillo supe que el enemigo, contando con la ayuda de los americanos, pensaba movilizarse en trenes por Estados Unidos para tomar Ciudad Juárez. Como al lograrlo me privaba de mi base de aprovisionamiento y me perjudicaba con ello grandemente, traté de impedirlo, dirigiéndome violentamente al estado de Chihuahua a través de la Sierra Madre. Por muchos motivos no pude llegar a tiempo y mis presentimientos desgraciadamente se habían realizado, encontrándome Ciudad Juárez en poder del enemigo. Aunque contaba con fuerzas aguerridas y en buen número para emprender una enérgica batida en contra del enemigo y arrojarlo fuera del estado, que ha sabido ser heroico cuantas y cada vez que lo reclama el bienestar del país, quise tratar este asunto en junta de generales para estudiarlo detenidamente.
“En dicha reunión todos los generales y jefes del ejército que es a mi mando quedamos convencidos plenamente de que el enemigo común para México es actualmente Estados Unidos y de que la integridad e independencia de nuestro país está a punto de perderse, si antes todos los mexicanos no nos unimos y con las armas en la mano impedimos que la venta de la patria sea un hecho. Porque ya ha de conocer usted los tratados que Carranza celebró con el gobierno de Washington. En ellos se compromete a ceder a Estados Unidos la bahía Magdalena por el término de 99 años, así como los ferrocarriles del Istmo de Tehuantepec y Nacionales y las concesiones solicitadas en la zona petrolífera. Además, los ministros de Hacienda, Gobernación y Relaciones Exteriores del gobierno mexicano deben ser nombrados a gusto de la Casa Blanca. A cambio, se le hará un préstamo a Carranza de 500 millones de dólares, que cubrirá con los impuestos que recauden en las aduanas terrestres y marítimas y con las fuentes de ingresos públicos, para lo cual deberán ser nombrados interventores por el gobierno americano.
“Por todo lo anterior verá usted que la venta de la patria es un hecho, y en tales circunstancias y por las razones expuestas anteriormente, decidimos no quemar un cartucho más con los mexicanos, nuestros hermanos, y prepararnos y organizarnos debidamente para atacar a los americanos en sus propias madrigueras y hacerles saber que México es tierra de hombres libres y tumba de tronos, coronas y traidores.
“Con el objeto de poner al pueblo al tanto de la situación y para organizar y reclutar el mayor número posible de gente con el fin indicado, he dividido mi ejército en guerrillas, y cada jefe recorrerá las distintas regiones del país que estime convenientes, mientras se cumple el término de seis meses, que es el señalado para reunirnos todos en el estado de Chihuahua con las fuerzas que se haya logrado reclutar y hacer el movimiento que habrá de acarrear la unión de todos los mexicanos.
“Como usted es mexicano honrado y patriota, ejemplo y orgullo de nuestro pueblo y corre por sus venas sangre india como la nuestra, estoy seguro de que jamás permitirá que nuestro suelo sea vendido y también se aprestará a la defensa de la patria.
“Como el movimiento que nosotros tenemos que hacer a los Estados Unidos sólo se puede llevar a cabo por el norte, en vista de no tener barcos, le suplico me diga si está de acuerdo en venirse para acá con todas sus tropas y en qué fecha, para tener el gusto de ir personalmente a encontrarlo y juntos emprender la obra de reconstrucción y engrandecimiento de México, desafiando y castigando a nuestro eterno enemigo, al que siempre ha de estar fomentando los odios y provocando dificultades y rencillas entre nuestra raza.
“El señor general don Eduardo Ocaranza, persona de mi aprecio y estimación, es el comisionado para hacer llegar esta carta a sus manos y por el mismo conducto le ruego contestarme.
“Deseando tener el placer de darle pronto un estrecho abrazo, me repito de usted compañero, atento amigo y seguro servidor,
Francisco Villa”
Se publicó en 1979. La edición estuvo a cargo de la Sociedad Chihuahuense de Estudios Históricos. El doctor Rubén Osorio fue el encargado de la traducción.
*Jesús Vargas V. es historiador