l doctor Carlos Beristain ejerce múltiples oficios inusuales, relacionados todos con el dolor nacido del abuso y la injusticia. Él es, al mismo tiempo, terapeuta de tragedias colectivas, escriba riguroso de memoriales de agravios, mediador en procesos de paz, defensor de derechos humanos, acompañante de víctimas de la violencia y la tortura, espantamiedos, sanador de heridas de guerra no cicatrizadas y especialista en salud mental.
En un mundo sacudido por interminables y desgarradoras guerras y conflictos violentos, sus servicios profesionales han sido requeridos en multitud de países y regiones de África, Europa y América Latina. La lista es larga: Guatemala, Perú, Paraguay, Colombia, El Salvador, Ecuador, Brasil, Venezuela, Chile, Argentina, País Vasco, los Balcanes, Argelia, el Sahara Occidental y, por supuesto, México.
Carlos Beristain forma parte del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que aportará asistencia técnica a la indagatoria sobre la desaparición forzada de 43 estudiantes en Ayotzinapa y dará recomendaciones al Estado mexicano en materia de desaparición forzada.
El doctor Beristain es gran conocedor de la problemática de los derechos humanos México. Mucho antes de involucrarse en el esclarecimiento del caso de Iguala, participó en talleres con familiares víctimas de desapariciones forzadas, fue juez en la sección mexicana del Tribunal Permanente de los Pueblos, y estudió a profundidad el caso de la masacre de Acteal.
Con ese saber advirtió, desde mayo de 2012, más de dos años y cuatro meses antes del ataque a los normalistas de Ayotzinapa, que “para atender cabalmente a las víctimas de la violencia en el país es fundamental que las instituciones reconozcan –en primer término– que existe un problema de inseguridad que no se puede atribuir sólo al crimen organizado y dejen de cuestionar el origen o las actividades de quienes han padecido un delito”. Por supuesto, nadie en el gobierno quiso escucharlo.
Como sucedió en las últimas semanas a dos integrantes del GIEI (Ángela Buitrago y Claudia Paz y Paz) y al mismo grupo de expertos, Carlos Beristain es ahora víctima de una campaña de estigmatización. A él y al obispo Raúl Vera lo acusan de haber llevado al papa Francisco un informe sobre los 43, antes de su llegada a México. También, de ser un experto en fraudes
, responsable de un cuestionado
estudio sobre evaluación de impacto en la salud de habitantes de la franja amazónica en Ecuador, que sirvió de soporte en una demanda judicial contra la petrolera multinacional y ecocida Texaco.
Curiosamente, el informe Las palabras de la selva: estudio psicosocial del impacto de las explotaciones petroleras de Texaco en las comunidades amázonicas (www.rebelion.org/docs/122602.pdf), que Beristain efectuó junto a otros dos prestigiados científicos, y con el que se le quiere cuestionar en México, es una obra muy reconocida y citada. Según varios investigadores llena un hueco en un ámbito de estudio interdisciplinar muy poco explorado, al tender puentes entre el estudio de los conflictos socioecológicos desde la ecología política y el enfoque de los derechos humanos y los estudios de paz
.
Beristain es médico y doctor en sicología. Nació en el País Vasco. Su padre, Eugenio, integrante de una asociación católica antifranquista, dotado de una enorme capacidad de indignación, fue una referencia central en su posterior compromiso ético. Y, según Sebastián de la Nuez, su madre, Leonor, le dio la parte del humor necesario para no amargarse. En su educación política desempeñó un papel muy importante el cura de su barrio.
En su juventud, fue objetor de conciencia al servicio militar y miembro del movimiento de objetores de conciencia. Desde entonces es promotor de la acción no violenta. Comenzó a trabajar en América Latina en 1989. En plena guerra civil en El Salvador, efectuó un taller sobre atención a víctimas de la tortura.
Sus credenciales profesionales son intachables. Conoce a profundidad las experiencias sobre las comisiones de la verdad que se han formado en diversos países. Aún más, ha sido asesor de algunas de ellas. Promueve la iniciativa Glencree, una experiencia que puso en contacto a víctimas de ETA, los GAL, el BVE y de los abusos policiales. Participa en la intermediación del proceso de paz en Colombia, entre las FARC y el gobierno. Ha trabajado como perito para la evaluación sicosocial y médica de varios casos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Carlos Beristain es un personaje en la obra de Eduardo Galeano. Su voz es retomada en los trabajos del escritor uruguayo, su amigo y escucha hasta el final de sus días. Escritor él mismo, Beristain ha publicado más de 20 libros. El más reciente, Historia de andares, redactado con una prosa espléndida, recoge pequeños relatos, a un tiempo conmovedores y dramáticos, en los que cuenta sus vivencias en América Latina al lado de víctimas de las peores atrocidades.
Beristain está comprometido a fondo con el esclarecimiento de lo sucedido la noche de Iguala. “El caso de Ayotzinapa –dijo– es dos cosas. Es la necesidad de dar una respuesta desde el aporte del trabajo de derechos humanos a un caso dramático para el país. Y es, también, la posibilidad de tener un impacto más allá del propio caso, en la problemática que está viviendo México.”
En distintos textos, Beristain ha citado a Hannah Arendt para explicar el sentido de su trabajo. “Hay tiempos históricos –escribió la filósofa alemana en De la historia a la acción–, raros periodos intermedios, en los que el tiempo está determinado tanto por cosas que ya no son como por cosas que todavía no son. En la historia estos intervalos han demostrado en más de una ocasión que pueden contener el momento de la verdad”. A su manera, el Premio León Felipe de Derechos Humanos 1998 ha mostrado ser el partero que ayuda a dar a luz esos momentos de la verdad. Un momento que en el caso de Ayotzinapa parece próximo a aflorar.
Twitter: @lhan55