inyamin Bibi Netanyahu obtuvo una impresionante victoria electoral en Israel el 17 de marzo. La logró haciendo dos declaraciones públicas de último minuto. Una fue que no habría un Estado palestino mientras él fuera presidente. Por tanto, renegó formalmente de su compromiso con un resultado que contemplara dos Estados dentro de las negociaciones del gobierno israelí y la Autoridad Palestina. La segunda declaración fue alertar a los votantes acerca de una significativa concurrencia árabe en las elecciones. Esto, por supuesto, era pura demagogia, pero funcionó.
Netanyahu no sólo se ha mantenido como el político israelí más exitoso en las últimas décadas. También es algo que ha logrado mediante cálculos cuidadosos. El relato comenzó varias semanas atrás cuando las encuestas israelíes mostraron un repunte significativo en la perspectiva de voto en favor de la Unión Sionista, encabezada por Isaac Herzog, del Partido Laborista de Israel, de centro-izquierda. Este grupo estuvo evitando decir mucho en torno a los palestinos excepto que renovaría las negociaciones. En cambio, construyó su campaña sobre la base de los asuntos económicos internos, puramente, prometiendo más beneficios estatales de bienestar.
Primero, Netanyahu respondió a (posiblemente instigó) una invitación del Vocero de la Cámara de Representantes, John Boehner, para dirigirse a la sesión conjunta del Congreso. Esto constituyó una intrusión sin precedentes de un jefe de Estado extranjero en la elaboración de las políticas estadunidenses. El presidente Obama estaba muy molesto y se negó a reunirse con Netanyahu durante su breve visita a Estados Unidos.
Netanyahu habló ante un entusiasta público de republicanos (y ocurrió un boicot parcial de asistencia por parte de los demócratas). El objetivo de Netanyahu era movilizar a los israelíes judíos a que no votaran por otros candidatos de derecha en la primera ronda de votaciones, sino a que emitieran un voto útil
por Netanyahu. En esto tuvo un éxito notablemente fuerte.
En el proceso antagonizó profundamente con Obama, quien dijo que Estados Unidos ahora tendría que re-evaluar sus relaciones con Israel.
Luego, Netanyahu se retractó ligeramente de su afirmación en torno a proseguir las negociaciones con los palestinos, y se disculpó por avivar el miedo a la concurrencia árabe en las elecciones. Obama no se apaciguó, y dijo que seguía creyendo en la palabra de Netanyahu acerca del resultado de dos Estados.
Así que, todo mundo se pregunta, ¿qué ocurrirá ahora? Justo antes de las elecciones, un grupo de distinguidas figuras de la seguridad israelí emitieron una declaración diciendo, en efecto, que el enfoque de Netanyahu estaba alienando a Estados Unidos y que esto era desesperadamente malo para el futuro de Israel como Estado judío. ¿Tenían razón? La respuesta es sí y no.
Empecemos por el dilema básico de la mayoría de los israelíes judíos. No quieren un resultado con dos Estados ni con un Estado. Saben que la solución de dos Estados requiere una importante retirada de los asentamientos judíos posteriores a 1973, así como la posibilidad de que por lo menos algunos palestinos regresen del exilio. Esto les parece inaceptable. Y dada la evolución demográfica, temen que una solución con dos Estados sea simplemente una solución con un Estado, pero pospuesta. Y en cuanto a la solución con un Estado, eso significa renunciar a la idea básica sionista de un Estado judío.
Enfrentados a ese dilema, les gusta la estrategia de Netanyahu: ¡demorar, demorar, demorar! Y si alguien intenta forzar el paso, estar preparados para luchar militarmente en contra de cualquier oponente que signifique en sí mismo una amenaza inmediata.
Sin embargo, hay una dificultad básica con esta estrategia: está desgastando la paciencia del mundo, y lo más crítico es que se trata de la paciencia de aquellos que han sido más o menos leales simpatizantes de las posiciones del gobierno israelí –los Estados europeos importantes, la Autoridad Palestina, la llamada opinión árabe moderada, y sí, aun Estados Unidos.
Está ocurriendo una transformación mundial de la percepción de Israel como víctima
a una de Israel como perseguidor
. Esto es una pesadilla para la causa sionista en Israel. Y sólo puede ir peor para Israel. Puede aún llegar el punto, tal vez en pocos años, en que Estados Unidos ya no esté dispuesto a vetar las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que sean críticas a Israel.
Dos cosas pueden pasar. El mundo puede presenciar una reconsideración dramática de las verdades recibidas de todas partes, como parece haber ocurrido en Sudáfrica. Esta reversión permitió un cambio político importante que combinó con un poquito de cambio económico. No obstante, no implicó un derramamiento de sangre.
O, lo alternativo, esto no ocurrirá. Y habrá una guerra crucial, en la que los israelíes judíos utilizarán toda su fuerza militar para derrotar cualquier cosa que semeje otra intifada.
El mensaje de Netanyahu es claro. Prefiere una guerra crucial, y como también la prefieren los votantes que lo eligieron.
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein