Opinión
Ver día anteriorMiércoles 25 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Tangos de izquierda
E

n la céntrica plaza Lavalle de Buenos Aires, frente al majestuoso Teatro Nacional Cervantes (capacidad para 900 personas), miles de jóvenes siguieron en pantalla gigante las intervenciones del Foro Emancipación e Igualdad (FEI), organizado a mediados de mes por el Ministerio de Cultura argentino y la Secretaría de Coordinación Estratégica del Pensamiento Nacional.

Durante tres días, los disertantes trataron distintos temas: desafíos y encrucijadas en América Latina; América Latina y Europa en espejo; nuevas izquierdas y tradiciones populares en Europa; actualidad de las tradiciones emancipatorias; nuevas subjetividades, neoliberalismo y proyecto emancipador, y la nueva generación ante la disputa del presente.

Noam Chosmky inauguró el FEI con una conferencia magistral y, a más de los argentinos, circularon invitados como Álvaro García Linera (vicepresidente de Bolivia), Piedad Córdova (insobornable luchadora social de Colombia), Leonardo Boff (teólogo brasileño), Gianni Vattimo (filósofo italiano), Camila Vallejo (diputada comunista chilena), Ignacio Ramonet (periodista español), Emir Sader (sociólogo brasileño) y muchos más.

Transmitido por el satélite geoestacionario Arsat (primero en su tipo diseñado, programado y fabricado por científicos argentinos y puesto en órbita por un país latinoamericano), el FEI llegó a todo mundo. Y como no hay espacio para reseñar sus conclusiones, los interesados pueden conocerlas escribiendo en Google: Manifiesto de Buenos Aires por la emancipación y la igualdad.

El único percance tuvo lugar en la plaza, cuando un señor con pinta de ayatola que gritaba a mí no me invitaron, sufrió un colapso y se desmayó. Fue justo cuando Emir Sader terminaba su discurso con una frase de Perón (el siglo XXI nos encontrará unidos o dominados), y acto seguido se abrazó con la madre de Plaza de Mayo Hebe de Bonafini, y los jóvenes kirchneristas que hicieron trepidar el teatro cantando la marcha peronista.

En la plaza, alguien exclamó: ¡Don Atilio se murió! El diagnóstico del paramédico lo calmó: “nada serio… lipotimia leve”. Acompañado de sus discípulos, don Atilio se retiró a su casa, y allí se puso a escribir un texto titulado Manifiesto de Buenos Aires: aportes para un debate, que también se puede conocer picando Google.

En el escrito, don Atilio lamentó que el FEI no hubiera invitado a intelectuales de izquierda, socialistas o marxistas de Argentina, calificó el documento final del encuentro de abstracto, etéreo, nebuloso, infecundo, subrayó la ausencia de términos como imperialismo, explotación, socialismo, clases sociales y otras del canon revolucionario. Un tango que me llevó a ensayar mis propios acordes:

Primero. En el siglo pasado, la mesa de las izquierdas latinoamericanas tuvo cuatro patas: la idealista (que imaginó el socialismo brotando naturalmente del capitalismo), la realista (que aupó burocracias políticas increíbles con pretextos ideológicos creíbles), la heroica (que cayó en el precipicio) y la que, interpelando a sus compañeras, cruzó el Rubicón del nuevo siglo.

Segundo. La primera fracasó por ilusa, la segunda por antidemocrática, la tercera por arrogante, y la cuarta se pregunta hoy hasta dónde es razonable seguir divagando en los qué hacer, cuando los pueblos apenas pueden resolver las cosas diarias del hacer.

Tercero. En los últimos 15 años, Venezuela recuperó la autoestima de la América tricolor, Brasil pudo conjurar el hambre y la desnutrición de millones de personas, Argentina rompió el cerco neoliberal con empleo y producción, y Bolivia y Ecuador emprendieron recios procesos de descolonización. Y todas cerraron filas con la revolución cubana.

Cuarto. Sin embargo, con el agravamiento de la crisis económica mundial, el gremio de las ideologías reveladas volvió a la carga; ¡cuidado con “…caer en el falso realismo del posibilismo”! (sic). Pero los que a diario salen a cazar ingresos de miseria supieron que sin tanto rollo ideológico lo posible y verdadero puede hacerse realidad.

Quinto. Implícitamente, los pueblos sugieren actualizar los presupuestos del socialismo y la revolución. ¿Qué ponderó, en realidad, el Manifiesto Comunista de 1848? ¿El poder destructivo del capitalismo y la burguesía, o el triunfo inevitable del proletariado a la vuelta de la esquina? Convendría, entonces, revisar algunas fijaciones de las izquierdas, cristalizadas desde la época en que la Iglesia emitió la bula de la Purísima Concepción ( Ineffabilis Deus, 1854).

Sexto. Tarea incierta, una vez que los llamados a cumplirla creen saber todo de antemano. Mas con un cachito de honestidad intelectual (y menos narcisismo), los sufrimientos que a escala industrial están convirtiendo al mundo en cósmica fosa neoliberal podrían ser conjurados si lo revolucionario se tomara como sinónimo de democracia radical.

Conclusión: para ello habrá que recuperar a la política de sus verdugos. ¿Que no hay forma de sortear el mierdero de la política? A ojos vistas, no hay cómo negarlo. Con todo, parecería que la política sería el único camino para, al menos, poner fin a lo que Rimbaud entrevió hace más de 100 años: el tiempo de los asesinos. Nuestro tiempo.