l responsable del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI, que se ocupa de México, señaló en la reciente Convención Bancaria que el país requiere mandar una señal clara a los mercados de que la estabilidad fiscal es uno de sus grandes atractivos
. Como ex subsecretario de Hacienda, Werner sabrá bien que esa cuestión es hoy precisamente la que está en juego y su apreciación está en offside: la estabilidad ya no es tal y lo será menos en las semanas por venir.
Además, el funcionario aseveró: Con una perspectiva de mediano plazo, hoy por hoy México es una de las pocas economías en las cuales el crecimiento potencial que estima la mayoría de los analistas ha aumentado
. Y esto sí que es un acto de fe o, cuando menos, de propaganda. No se supera el escenario potencial y entonces ya no puede serlo.
Esto fue dicho en el mismo escenario en el que el secretario de Hacienda pidió a los banqueros que dieran más crédito y a menores costos, lo que indica que la reforma financiera no ha conseguido sus objetivos.
Que haya este tipo de incongruencias en un foro en que participan economistas encargados de las políticas públicas no es sorpresivo. Que ocurra en una reunión con banqueros tampoco lo es.
La estabilidad macroeconómica que aconseja Werner preservar ya no existe. Cuando la moneda se deprecia la economía no es estable. Entre el primero de noviembre de 2014 y el 20 de marzo de este año el dólar llamado fix (usado para pagar deudas en dólares dentro el país) se ha revalorado 15 por ciento, lo que quiere decir que el peso se ha depreciado; y sólo en lo que va del mes el peso ha perdido 3 por ciento. El secretario de Hacienda dijo hace unos días que pese a que el valor del peso frente al dólar ya alcanzó niveles históricos, la depreciación de la moneda nacional no es tan profunda
si se la compara con lo que pasa en otros países.
Más allá del vapuleado peso, la inestabilidad ya en marcha se advierte en las cuentas fiscales. El precio del petróleo sigue siendo clave para los ingresos del gobierno y ya se hizo un primer ajuste del gasto público y habrá otro, de mayor calado, en 2016. Así que el potencial de crecimiento de mediano plazo al que se apunta se diluye en las condiciones actuales en lugar de materializarse.
El jaleo en esta economía todavía tiene pendientes y no son de poca monta. El gobernador del Banco de México señaló en la convención acapulqueña que las tasas de interés van a subir cuando la Reserva Federal eleve sus tasas. No queda de otra. Si ahora el banco central todavía puede argumentar que no hay fuga de divisas, no lo podrá hacer si los rendimientos en pesos no dan un atractivo para que el dinero no se vaya a dólares. Intentar intervenir para frenar la depreciación del peso es una acción límite. El precio peso-dólar no es como el de los zapatos, estos son un valor de uso y aquel es un valor de cambio, su cotización depende de las expectativas de lo que se puede comprar con los pesos, empezando por el mismo dólar.
El asunto es cuánto van a exigir los capitales como recompensa para quedarse en pesos. De este regateo se desprenderán las condiciones de una mayor o menor inestabilidad. El aumento de las tasas hará subir el costo de la deuda pública que hasta ahora ha permitido al gobierno financiarse de modo muy barato. Como gran parte del ahorro del país está en el Sistema de Ahorro para el Retiro, las tasas deberán ofrecer un rendimiento que no castigue más a quienes ahorran de manera forzosa. Y si las tasas de interés suben ¿cómo se hará para que los bancos presten más y a menor costo para los deudores? y a esto hay que añadir ¿sin que crezcan demasiado la mora y la cartera vencida?
El escenario interno en el marco de la inestabilidad financiera que aún no se manifiesta por completo, no augura una posibilidad de crecimiento de la producción y del empleo, tampoco una mayor recaudación de impuestos. Los costos para las empresas de sus insumos importados se elevan y se trasladarán a los precios. Mantener la inflación en el objetivo de 3 por ciento anual será más complicado y se añadirá a la inestabilidad macroeconómica.
La política económica y la gestión monetaria ya no pueden insistir en seguir aplicando criterios de estabilidad relativa con el poco crecimiento que ha prevalecido en los últimos años.
Ya no estamos en Kansas, como dijo Alicia. Estamos en otro territorio, en el que las medidas de política interna no cuajan, provocando una situación que se agrava por el entorno externo que ya genera una mayor fragilidad en la economía.
Es el momento de alterar las políticas públicas para minimizar el impacto negativo de la inestabilidad actual y la que está por venir. Se requieren ajustes de corto plazo, es decir, ya, para contener el embate y replantear el uso de los recursos. Pero la resistencia para hacerlo es enorme en el gobierno y entre los más grandes empresarios. Se sigue creyendo que el país está al borde del convertirse en una nación desarrollada.
Pero nadie quiere moverse de donde está. Y esa es la condición más relevante para que el periodo de inestabilidad y el jaleo en la economía, que ya están el plena marcha, se profundicen.
Twitter @lbendesky