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Verdad y libertad
A

los poderosos con inclinaciones autoritarias y proclividad a lo opaco lo que más les irrita es que alguien diga la verdad y se conduzca con libertad; no toleran por eso periodismo como el de Carmen Aristegui y no toleran relaciones de igualdad entre las personas, por que sus referentes para entender los lazos humanos que se establecen en la vida de comunidad no son sino entre jefes y subordinados. Por un lado están los que dicen, dictan, determinan, es el lado de ellos y enfrente y abajo, los que obedecen, callan y aplauden; para eso se les lleva a los actos públicos y a las reuniones privadas.

Por ello, quien dice la verdad y actúa con respeto por su propia dignidad y con libertad estorba, hay que removerlo, someterlo o desaparecerlo. Ayer el priísta del siglo XX Gonzalo N. Santos daba a sus críticos y opositores tres opciones: Encierro, destierro o entierro. Hoy, época en que cuenta más la opinión pública, la ciudadanía está en camino de organizarse y la atención internacional pone sus ojos en México, las cosas son distintas, se tienen que buscar explicaciones y coartadas, pero en el fondo se trata de lo mismo.

George Orwell escribió esta verdad: En una época de engaño universal, decir la verdad es un acto revolucionario; Cervantes, pone en boca del Quijote esta frase: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida; ante eso estamos. Nuestros gobernantes y quienes dirigen la economía del país se han habituado a ocultar la verdad y atropellar la libertad. Lo hacen con la propaganda engañosa, lo hacen con discursos ampulosos y huecos que no dicen mucho, pero sirven para aparentar lo que no es, lo hacen también a través de mercenarios de la pluma y el micrófono, que repiten tantas veces las afirmaciones de quienes los contratan, que buena parte de la población, aturdida y poco informada, llega a creerles.

El programa de Carmen Aristegui rompió ese molde y es mucho más que una lectora de boletines o conductora indiferente; su equipo busca la verdad, investiga, va al fondo de los hechos y en el programa que ha tenido por años los presenta directamente, sin velos que los cubran, tal como suceden y conforme a la información recibida. La forma de presentar las cosas ha sido en su programa siempre directa, y ni ella ni sus colaboradores cercanos adjetivan o califican lo que presentan y esa labor, de juzgar y valorar, la dejaban a su audiencia; ese es un periodismo propio de una república de iguales y de un sistema que aspira a la democracia.

Quienes consideran que el diferendo entre MVS y la periodista no es más que un problema entre particulares, y un asunto de contratos y cláusulas entre un empleador y una empleada, están muy equivocados. El asunto es de fondo, se refiere no sólo a la verdad, sino principalmente a la libertad, nuestra Constitución garantiza la libertad de opinión, la libertad de difusión de las ideas y el derecho de todos a la información. Usar de excusa un incumplimiento inventado o real no justifica cerrar tan bruscamente un programa seguido por, no es exageración, millones de oyentes.

De lo que se sabe del señor Joaquín Vargas, es que no es un empresario más que sólo se interesa en negocios, productividad y eficacia empresarial; es una persona que tiene formación humanista y convicciones sobre los valores que deben regir la vida individual y la vida colectiva. Por tanto, se espera de él más que una reacción puramente empresarial o, peor aún, derivada de presiones del sistema.

Aprendí, cuando pasé por la Procuraduría de Justicia del DF, que para investigar un delito una de las pistas más seguras es averiguar a quién beneficia. En el caso MVS-Aristegui la empresa pierde el mejor de sus programas y la periodista un espacio muy acreditado y muy conocido; ninguno de los dos saca provecho alguno del incidente. Por tanto, debemos preguntarnos: ¿quién se beneficia con la supresión del programa? La respuesta es obvia: los políticos poderosos que han sido puestos en la picota por las investigaciones y el valor civil del equipo de periodistas dirigidos por Carmen Aristegui.

Estar en este momento del lado de Aristegui, valorar lo que pierde la sociedad mexicana con la mordaza que se le pone, es estar del lado de la verdad y del lado de la libertad; ese es el clamor popular y esas realidades deben ser valoradas por quien tiene que tomar o rechazar la mano que hace unos días tendió la periodista, actuando así, al contrario de lo que se dice de ella, con toda serenidad, con sentido común y yo agregaría que con humildad. El empresario diferente tiene la palabra; cuenta sin duda con los referentes espirituales que en otras circunstancias muy difíciles para él le sirvieron de apoyo y le permitieron salir adelante.

México, DF, 20 de marzo de 2015.