omo Fernando del Paso, también a veces recuerdo ese poema de José Emilio Pacheco tan horadante: No amo a mi patria. Su fulgor abstracto es inasible
. ¿Quiénes pertenecen a la patria mexicana?
La mayoría de los mexicanos, quizá, dicen amar a la Virgen de Guadalupe, aunque todos ellos tienen un santo patrón o una santa patrona en su pueblo, más cerca. ¿Cuánto habría que decir de este símbolo mexicano?: Puf!
Es probable que a la mayoría de los mexicanos no les digan nada muchos pasajes del Himno Nacional: una letra guerrera –que hoy no viene al caso– y una sintaxis imposible para esa mayoría: “Ciña ¡oh patria! tus sienes de oliva de la paz el arcángel divino, que en el cielo tu eterno destino, por el dedo de Dios se escribió…” ¿qué dice a los niños y a las mayorías esa forma de construir el español, qué dice el fondo esa estrofa? Si esa enrevesada forma de construir se escribiera en su orden natural diría: ¡oh Patria!, que el arcángel divino de la paz ciña tu sienes de oliva. Pero ¿cuál es ese arcángel divino?: misterio; ¿la Patria tiene sienes?, bueno si por la vía de una figura humana representamos a la Patria con el dibujo de esa mujer mexicana al mismo tiempo bella y combatiente, podría ese misterioso arcángel ceñirle la cabeza con una guirnalda de ramas de olivo, como a los antiguos reyes romanos (no deja de ser por lo menos extraño).
De otra parte, si es una mujer, tendría que ser la Matria y no la Patria. ¿Por qué ha de ser ceñida la Matria de esa manera? Porque resulta que así lo escribió Dios con un dedo, en el cielo, y para toda la eternidad. Está raro, ¿no?
Y ocurre que antes de esa primera estrofa, el coro dispone en sus dos últimos versos: y retiemble en sus centros la tierra, al sonoro rugir del cañón
. Pues he aquí que en nuestra Matria la tierra tiene varios centros (observación hurtada a Gonzalo Celorio), que son imperativamente lanzados a retemblar, al sonoro rugir del cañón. Está cañón, ¿no es cierto?
Por supuesto que no es la única estrofa que tiene lo suyo, lea esto, por favor: antes, Patria, que inermes tus hijos, bajo el yugo su cuello dobleguen,tus campiñas con sangre se rieguen, sobre sangre se estampe su pie
. Sin duda más clara que la citada, habrá seguramente muchos what?
Quizá todos los mexicanos se ponen muy seriecitos frente al lábaro patrio (o matrio). ¿Por qué? No está muy claro. En 1821 fue creada la Bandera Nacional y adoptada por el Ejército Trigarante, una vez proclamado el Plan de Iguala. Los tres colores que entonces se adoptaron, y que han venido a formar la bandera mexicana, significaron en aquel entonces: el verde, la Independencia; el blanco, la pureza de la religión, y el rojo la unión. ¡Cuánto se ha puesto en claro sobre los criollos que encabezaron la independencia! ¡Cuánto se ha puesto en claro sobre una dudosísima pureza de la religión! Y, perdón, ¿cuál unión había en el siglo XIX (y en el XX y en XXI)? Así que sin muchos alegatos hubo de ser cambiado el significado de los colores: ahora el verde simboliza la esperanza del pueblo en el destino de su raza (¿el pueblo mexicano es una raza?), el blanco representa la pureza de los ideales del pueblo (¿todos los pueblos de México tienen los mismos ideales y todos son puros?), y el rojo simboliza la sangre que derramaron los héroes por la patria. ¡Cómo hay sangre en el Himno Nacional, cómo podría faltar en la Bandera Nacional! Así va la cosa: entonces, ¿por qué tan seriecitos?
Hay algo más, común a todos los mexicanos: puede que el Tri sea el símbolo más contundente, por su extensión a lo largo y ancho de la República. Quizá en este tema tengamos la más extendida esperanza: que un día dejemos de decir ¡jugamos como nunca!, y perdimos como siempre
.
¿Hay una patria que pueda ser símbolo común de todos los mexicanos? Aquí vive el que a ratos es el hombre más rico del planeta y a ratos el segundo, y pisa el mismo territorio de un enorme segmento de población que está conformado por los condenados de la tierra
, como los llamó con toda propiedad Frantz Fanon. Aquí, por segmentos sociales, cada quien su patria: está hecha de jirones, como lo dijo Fernando del Paso viendo al espejo de José Emilio Pacheco. Esto se hace mediante reformas, y reformando las reformas o contrarreformándolas, como hicieron con el IFE. Unas reformas para la patria de las élites económicas y políticas, como la energética; unas más, que siempre no, como las que querían construirse contra la corrupción. Las otras muchas patrias andan en cueros, pero están muy irritadas, aunque las élites no oyen, ni ven, ni entienden.
La ley de hierro de la desigualdad feroz gobierna a las patrias mexicanas y nada indica que algo cambiará seriamente hablando. La lucha contra el hambre: tortillas para más personas: ¿educación verdadera? No para el pobrerío. ¿Salud cierta para todas las patrias? El dinero no alcanza, dicen las élites. Para la precariedad atroz de las patrias del pobrerío, sólo el fulgor abstracto e inasible que José Emilio Pacheco sentía en todos sus poros.