Opinión
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La incansable lucha de don Félix
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ontaba Renato Ravelo, coordinador del libro Los jaramillistas (Editorial Nuestro Tiempo, 1978): Es que siempre que voy a ver a don Félix, me sale con una nueva lucha. Tenaz, inquieto y persistente, Félix Serdán no descansaba ni dejaba descansar. Aún cerca de cumplir los 80 años no fueron pocos los jóvenes que, acompañándolo en sus recorridos por los pueblos, le pedían detenerse un poco para que pudieran descansar. En los cumpleaños que se celebraban cada enero en su casa en Tehuixtla, era don Félix quien dotaba de energía y motivaba a seguir en la lucha.

El joven Félix se formó en un entorno donde la lucha zapatista seguía palpable y pronto desarrolló un instinto que lo encaminaba hacia las causas justas. Contar su vida es hacer un recorrido por los paisajes de resistencia en el campo mexicano, donde se trataba, decía don Félix, de darle una visión política del problema que enfrentábamos.

Cuando en 1942 los obreros y los campesinos del ingenio de Zacatepec hicieron una huelga contra los malos manejos de la gerencia, Félix participó como miembro de la comisión de vigilancia que visitaba los ejidos para asegurar que se cumpliera el acuerdo de suspender el corte y acarreo de caña. Poco después, cuando el líder agrario Rubén Jaramillo inició su primer levantamiento armado, Félix lo siguió y participó en la elaboración del Plan de Cerro Prieto, documento en que fue plasmada la visión ideológica de la guerrilla jaramillista. Herido en combate, pronto dejó las armas, pero no la lucha. Las amenazas en su contra tampoco cesaron. Y es que enfrentarse al robo priísta, era enfrentarse a la muerte, declara en sus memorias: Es lo que debe entender el pueblo y combatirlo.

Maestro rural, migrante, campesino, don Félix vivió las distintas dinámicas del campo mexicano. Por donde quiera que pasó dejó huella, fuera ésta promoviendo cooperativas, participando en organizaciones como la Unión de Ejidos y Comunidades del Sur del Pueblo o en la campaña de 500 años de resistencia indígena. No le quedaba de otra, insistía, ya que era necesario luchar por un cambio profundo del sistema autoritario y criminal del PRI que permite que se creen fortunas a costa del hambre y la miseria que sufre el pueblo.

Una vez detenido con otros compañeros por quejarse de la presencia militar en su pueblo, Félix trató de levantar el ánimo de los presos leyendo la Constitución mexicana. Cuenta: No sé cómo, pero ha habido casos en los cuales se me pega este librito, que está todo parchado por los diferentes regímenes, pero a fin de cuentas hay cosas que se pueden aprovechar. Cuando Félix fue liberado, uno de los detenidos le pidió que le vendiera su librito. Félix se lo regaló bajo la condición de que lo dejes para otros que vengan.

Como a tantos otros luchadores sociales, el levantamiento del EZLN en Chiapas lo alentó profundamente. Junto con otros veteranos zapatistas y jaramillistas elaboró la Declaración de Morelos, la cual hacía explícitas las coincidencias entre el Plan de Ayala, el Plan de Cerro Prieto y la Primera Declaración de la Selva Lacandona. El encuentro reunió a tres generaciones de lucha contra un siglo de calumnias. Poco después el EZLN nombró a don Félix mayor insurgente honorario.

A Félix se le veía siempre en las marchas con la bandera nacional. La llevaba ya consigo cuando fue herido y capturado en un combate jaramillista en 1943. Cinco décadas después, en el Congreso Nacional Indígena de 1996, la comandanta Ramona le hizo entrega de la bandera. Como estandarte de tantas movilizaciones, protestas y conmemoraciones del México profundo, en sus manos la bandera simboliza un proyecto de nación distinto al que ha impuesto la clase política, uno en el cual la Constitución se respete en vez de ser parchada cuando sus artículos no convienen a la clase gobernante.

Parte de la constante lucha de don Félix fue el rescate de la memoria de sus compañeros revolucionarios. Don Félix recorrió las distintas comunidades de Morelos y Puebla con Ravelo para recoger los testimonios de militantes jaramillistas que serían publicados por la editorial Nuestro Tiempo. Con la ayuda también de Ravelo, Causa Ciudadana y la Editorial Rizoma publicaron en 2002 las memorias del propio Félix. La inquietud por que las próximas generaciones conocieran la rica tradición e historia de lucha popular lo llevó a fundar el Instituto General Autónomo Rubén Jaramillo. Este centro y biblioteca se ha convertido en un espacio alternativo de eventos y reuniones. Allí se celebraban los cumpleaños de don Félix a los cuales llegaba gente de distintas partes de México.

Emilia Aurora Sosa Marín, compañera y a decir del mismo Félix, su guardaespaldas, recibía con mucha generosidad a las decenas de visitas que llegaban a su casa en Tehuixtla. Doña Emilia lo acompañaba también siempre en las marchas. Si don Félix era incansable, parte de la explicación está en la energía de su compañera.

Fiel asistente a las conmemoraciones del asesinato de Rubén Jaramillo y su familia, por años don Félix encabezó la marcha del centro de Jojutla al cementerio en Tlaquiltenango. Allí se condenaba el crimen del gobierno y se celebraba la vida y lucha de Jaramillo. Don Félix, incansable, citaba a la próxima batalla. A nosotros nos corresponde no faltar.

*Profesora de historia en Dartmouth College. Autora del libro Rural Resistance in the Land of Zapata: the Jaramillista Movement and the Myth of the Pax Priísta, 1940-1962 (Duke University Press, 2008).