espués de seis años la Reserva Federal estadunidense decidió a poner fin a las compras de valores financieros de mediano y largo plazos, conocidas como relajamiento cuantitativo. La consideración básica para detener esta política monetaria laxa fue que la economía ha mostrado un dinamismo que permitió disminuir la tasa de desempleo, al tiempo que el producto crecía a ritmos mayores a los previstos. Las tasas de referencia, por su parte, se mantendrán en su límite de prácticamente cero, por lo menos hasta mediados del año próximo. El impacto global de la decisión de la Fed será moderado.
Al gobernador del Banco de México le preocupa que la eventual subida de las tasas estadunidenses provoque que los inversionistas extranjeros, cuyas tenencias de deuda gubernamental mexicana ya alcanza un tercio del total, se retiren abruptamente en busca de rendimientos comparables en entornos desarrollados. Se ha advertido que, además, la inseguridad que vivimos en prácticamente todo el territorio nacional afectará los flujos de inversión extranjera que pudieran llegar al país. Así que tenemos un factor desequilibrante que ocurrirá a mediados del año próximo y otro, mucho más fuerte, que ocurre cotidianamente.
La decisión de la Fed de incrementar sus tasas de referencia, tanto el momento en el que lo haga como el tamaño del aumento, está completamente fuera del control de las autoridades económicas mexicanas. Sabemos que ocurrirá tarde o temprano. Lo que puede, y debe, hacerse es prepararse para amortiguar sus impactos negativos en los diferentes ámbitos. La terrible inseguridad que vivimos, en cambio, es de la competencia absoluta del gobierno federal y de los gobiernos locales. El país entero la enfrenta todos los días. Si no se resuelve, no hay manera de amortiguar los impactos negativos de esta situación. Lo que debe hacerse urgentemente es resolverlo. No es, por supuesto, una tarea fácil.
De entrada, como bien lo señaló en estas mismas páginas Rolando Cordera el domingo pasado, requerimos un Estado fuerte, porque es indispensable para enfrentar y vencer al crimen organizado. Para lograrlo sería necesario revertir las decisiones tomadas en los últimos tiempos para reducir la capacidad de actuación del Estado. Este Estado fuerte no es la suma del gobierno federal, los gobiernos locales y las instancias legislativas que, como hemos visto, frecuentemente mantiene lazos estrechos con el crimen organizado. No se trata de revivir el Pacto por México con esta nueva encomienda.
Este Estado fuerte tiene que constituirse a partir de un auténtico pacto nacional entre las fuerzas políticas y, sobre todo, las organizaciones sociales. De esto tendríamos que ocuparnos todos. Los dirigentes de los partidos políticos con presencia legislativa han demostrado su incapacidad para plantearse resolver los problemas acuciantes de la población. Estos problemas no son los que pretendidamente se proponían resolver las reformas aprobadas el año pasado. Estas reformas tienen que ver con el país que pretendían vender en el extranjero los que soñaban con que movían a México. El México bronco que estaba claramente presente, se hizo violentamente visible y les arruinó el escenario que habían estado construyendo.
Hoy parece que se está construyendo una nueva fuerza social, todavía con formas imprecisas y caóticas. Esta nueva fuerza social descansa, como hace poco más de 50 años, en los jóvenes. Los únicos que respondieron ante los ignominiosos hechos de Ayotzinapa fueron los estudiantes universitarios. Cerraron sus escuelas y salieron a la calle. Pusieron en la boca del país entero la pregunta: ¿dónde, y en qué estado, están los 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa? Culparon a quienes nos gobiernan sin importar el signo ideológico del partido que provengan.
Generaron una reacción global extraordinaria. Le mostraron al mundo y, sobre todo, a nosotros mismos que es posible enfrentar la desazón con movilización y esto es muy importante. Gracias a ellos se han producido avances, pero seguimos sin saber dónde están los 43 muchachos. La crisis sigue abierta, cimbrando las estructuras gubernamentales y partidarias. El desenlace no es claro, pero algo ha empezado a moverse y pudiera seguir un camino que beneficiará a la nación entera.