ientras el discurso oficial se empeña en repetir alegatos insustanciales sobre un mejor desempeño
de la economía nacional, diversas cifras oficiales muestran que el país acusa, en ese rubro, no sólo un estancamiento, sino un claro y preocupante retroceso.
Dos de los datos más escandalosos, al respecto, han sido aportados por las secretarías de Hacienda y de Economía, respectivamente: la primera informó que la deuda del sector público creció a un ritmo de mil 622 millones de pesos diarios desde el inicio de la actual administración federal, hasta alcanzar un monto sin precedente de 6 billones 229 mil 177 millones de pesos (36 por ciento del producto interno bruto) y la segunda dio a conocer un desplome de 59 por ciento en la inversión extranjera directa durante el primer semestre del año respecto a igual periodo de 2013.
Además de ser factores de alarma insoslayables, ambas cifras constituyen sendos contrasentidos respecto de los postulados en que se basa la lógica neoliberal: en el caso del crecimiento desmedido de la deuda pública, dicho fenómeno parece incompatible con el adelgazamiento crónico que ha padecido el Estado desde la presidencia de Miguel de la Madrid a la fecha: en un entorno en que las capacidades públicas en materia de seguridad, educación, salud, energía e impulso al desarrollo han sido prácticamente aniquiladas, resulta paradójico que lo único público que sigue creciendo sea el endeudamiento.
Respecto de la inversión extranjera, el desplome de la misma contradice una de las premisas fundamentales del argumento que, en materia económica, han esgrimido las administraciones federales de las últimas tres décadas: la necesidad de convertir a México en un país atractivo para los capitales extranjeros y de realizar, en consecuencia, concesiones prácticamente ilimitadas a los grandes capitales. Otro tanto puede decirse del repunte de la inflación –que creció 4.07 por ciento durante la primera quincena de agosto–, un indicador cuyo supuesto combate ha sido usado para justificar la política transexenal de contención salarial que, incluso hoy, es defendida por la cúpula tecnocrática que maneja la economía.
Por lo que hace el incremento del desempleo, que en julio alcanzó su nivel más elevado en los 20 meses de este gobierno, al llegar a 5.47 por ciento, cabe advertir que el déficit de plazas laborales hace palidecer el pronóstico formulado hace unos días por el presidente Enrique Peña Nieto, en el sentido de que se crearán 500 mil empleos ligados a la reforma energética en cinco años: inclusive si se concreta esa expectativa, la cantidad resultaría del todo insuficiente en una economía que requiere de 1.2 millones de puestos de trabajo al año tan sólo para emplear a los jóvenes que entran a la población económicamente activa.
A pesar de la evidente conjunción de circunstancias críticas en casi todos los rubros e indicadores de la economía, las instancias gubernamentales siguen renuentes a ver la realidad o, por lo menos, a incluirla en los discursos oficiales. Cuando las autoridades se empeñan en gobernar con base en espejismos y discursos engañosos, las consecuencias suelen ser catastróficas, en la medida en que se incrementa el riesgo de que los escenarios recesivos y las crisis económicas devengan tragedias sociales.