ientras en el este de Ucrania se recrudecían las hostilidades entre las fuerzas del gobierno de Kiev y las milicias separatistas pro rusas, en la capital alemana los ministros del Exterior del país anfitrión, más los de Rusia, Ucrania y Francia, buscaban alguna manera de garantizar que no llegue a ocurrir un encuentro directo entre los ejércitos ucranio y ruso.
A la vista de la sinuosa frontera que divide a ambos países y de los más recientes sucesos de las hostilidades –como el derribo en la región separatista de Lubiansk de un avión de combate MiG-29 de la fuerza aérea de Kiev y la ofensiva en curso en contra de los irregulares–, es claro que cualquier movimiento equivocado y cualquier provocación podrían poner frente a frente a las tropas de Ucrania y a las de Rusia, lo que podría desencadenar, a su vez, una guerra en forma entre ambas repúblicas ex soviéticas.
Una de las más recientes provocaciones es la noticia –aparecida en medios británicos y falsa, de acuerdo con los datos disponibles– de que una columna de vehículos blindados procedente de Rusia se había internado en territorio ucranio. La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se apresuró a dar por buena la especie y el presidente Petró Poroshenko no dudó en asegurar que sus fuerzas habían aniquilado
a esos vehículos militares, de cuya presencia en suelo ucranio no hay, hasta ahora, la menor prueba. Sin embargo, el respaldo oficioso ruso a los rebeldes es un hecho confirmado por declaraciones de los propios separatistas, cuyo dirigente en la República Popular de Donetsk
, Alexandr Zajárchenko, afirmó que más de mil de sus combatientes han recibido entrenamiento en el país vecino.
Otra circunstancia que puede precipitar una confrontación directa es el frecuente paso hacia territorio ruso de desertores del ejército ucranio que huyen de los combates y buscan refugio en el otro lado de la línea divisoria. Kiev afirma que ha iniciado proceso contra casi 500 de sus soldados por esa razón, cifra que parece confirmarse con los reportes procedentes de Rusia.
En tales condiciones es clara la pertinencia de pedir al gobierno de Moscú que se abstenga de apoyar a los rebeldes; al de Kiev, que detenga su intensa ofensiva en curso, y a los países occidentales, que dejen de atizar el conflicto y que insistan ante los gobernantes ucranios sobre la necesidad de un alto el fuego en el oriente del país y el inicio de conversaciones de paz a fin de encontrar soluciones políticas, pacíficas y democráticas al conflicto.
En términos generales parece urgente emprender un debate amplio e incluyente sobre las vías para conciliar el derecho de los estados a la integridad territorial con el de los pueblos a la autodeterminación. Es claro que en ese tema hay multitud de interrogantes sin respuesta y zonas grises en las que florece la doble moral y naufraga la legalidad internacional.