n el más reciente episodio, el régimen israelí advirtió a cientos de miles de habitantes del norte de la franja de Gaza que abandonaran sus viviendas, pues la zona sería atacada por aviones bombarderos de Tel Aviv. Ello generó, hacia el sur de ese inmenso campo de refugiados, un éxodo que empeora las catastróficas condiciones en que se encuentra la población palestina, con miles de heridos, los hospitales atestados, carencia de medicinas de primera necesidad, escasez de agua y de alimentos y un solo punto abierto, en la frontera con Egipto, para comunicar a Gaza con el resto del mundo. En los días del ataque militar denominado Borde protector han muerto ya más de 170 personas, cientos de hogares y edificios han sido destruidos y la aviación agresora ha elegido entre sus blancos un hospital, una escuela y una mezquita.
De acuerdo con el recuento palestino, la mayoría de las víctimas –muertos y heridos– son civiles, y entre 25 y 30 por ciento, niños. Pero tras bombardear más de mil 600 objetivos y de lanzar cientos de toneladas de bombas de alto poder sobre Gaza, los militares israelíes no han matado a un alto dirigente de Hamas ni de la Jihad Islámica, que son los supuestos objetivos del régimen de Tel Aviv, el cual no ha logrado, por lo demás, ni siquiera una reducción significativa en el ritmo de lanzamientos de cohetes caseros desde la franja sobre territorio de Israel.
Tales proyectiles, que causan temor en las localidades israelíes aledañas a Gaza pero poseen una capacidad destructiva insignificante, han seguido saliendo por decenas cada día como única posible respuesta defensiva de los palestinos. Por lo demás, tras las dos agresiones militares previas en gran escala contra Gaza urdidas con el mismo pretexto (2008-2009 y 2012), las autoridades de Tel Aviv han de tener claro que los bombardeos masivos y las incursiones militares en gran escala sobre la franja no conseguirán detener la fabricación ni el uso de tales armas rudimentarias.
El único objetivo real del actual ataque parece ser, en consecuencia, matar civiles, como expresó el periodista Gideon Levy en su artículo publicado ayer en Haaretz (“Israel’s real purpose in Gaza operation? To kill Arabs”), habida cuenta de que el derrocamiento del gobierno de Hamas es un objetivo irreal (e ilegítimo), además de indeseable, porque la alternativa podría ser mucho peor
, Israel cree sinceramente que si mata a cientos de palestinos en la franja de Gaza reinará la calma
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Ese cálculo, además de la destrucción de hogares, “es un crimen de guerra, incluso si los militares de Israel los llaman ‘centros de control y comando’ o ‘salas de conferencias’”, expresa el articulista, conocido por sus posturas críticas al régimen de Tel Aviv.
La brutalidad y la crueldad empeñadas contra la inerme población de Gaza no caben en el entendimiento, pero tampoco resultan comprensibles la pasividad y la indiferencia de Estados Unidos y la Unión Europea ante una operación militar de claro corte genocida. Por mucho menos que eso las potencias occidentales han armado campañas contra el gobierno sirio e intervinieron militarmente en Libia para derrocar a Muamar Kadafi.
En suma, el sufrimiento de la población palestina exhibe en toda su obscenidad la hipocresía de los gobiernos de Estados Unidos y de Europa, los cuales se han hecho cómplices por omisión de los crímenes de guerra que perpetra Tel Aviv en la Gaza martirizada.