Ochoa se tragó dos goles, pero ni los dioses del balompié atajarían esos disparos
Lunes 30 de junio de 2014, p. a13
Brasilia, 29 de junio.
A veces se dice que el futbol es una metáfora de la vida. Hoy, la vida ha sido una metáfora del futbol. Dos equipos en la cancha, México y Holanda. México buscando el gol, la victoria, aguerrido y valiente. Holanda buscando la oportunidad. Un juego feo, oportunista. Los holandeses lentos, cautos, temerosos. Y ganaron.
No fue propiamente una sorpresa: Holanda era favorita. La sorpresa fue cómo se dio el resultado final. Vale reiterar: un equipo con menos historia, con menos tradición, mostrándose valiente y aguerrido. El otro, dos veces vicecampeón del mundo, que encantó a todos hace 40 años con un juego sorprendente, fuera de cualquier previsión, hizo un juego tímido, retraído. Buscó la oportunidad, la encontró. ¿Cosas del futbol? Sí. Pero también cosas de la vida.
Tiempos de hoy, mundo que nos toca: gana el oportunismo. Paciencia. Así las cosas.
Sorpresas paralelas: Fortaleza, 31 grados de temperatura a la sombra. En el estadio, una mayoría de mexicanos. Los holandeses conquistaron a Brasil con su simpatía perenne, pero en el estadio lo que se veía era una inmensa ola verde. En vano. En vano.
Brasilia es una ciudad rara. Por ejemplo, mientras mexicanos y holandeses decidían su destino, el ex gobernador José Roberto Arruda confirmaba su postulación a volver al puesto. Arruda. Triste figura. Dimitió luego de ser descubierto recibiendo 50 mil reales, o sea, unos 25 mil dólares, de propina. Está en un video. El corruptor grabó al corrupto. Y ahora, anuncia que pretende volver. Peor: los sondeos indican que es el pleno favorito. V
En los caros restaurantes de moda, otra vez llenísimos, la hinchada iba por México. Cuando terminó el juego con la victoria de Holanda, todos celebraron. No resulta raro que un corrupto notorio y documentado sea el favorito para gobernar esta ciudad singular.
Hay tensión en Brasilia, hay tensiones en Brasil, pero nada más importa que saber cómo estaremos frente a Colombia. La tierra del Gabo, la tierra de Mutis, de Shakira y todas sus piernas y de un joven talento llamado James Rodríguez.
Muchas dudas en relación con el equipo que Felipao pondrá en la cancha contra Colombia, muchísimas dudas más sobre cómo Colombia pretende prepararse para enfrentar a Brasil.
También tengo mis dudas. Pienso cambiar de coche. ¿Qué coche compro? ¿Un japonés, un alemán?
El Mundial me crea problemas serios. Por ejemplo: no tengo cabeza para decidir qué coche comprar. La verdad es que el Mundial hace que no logre decidirme siquiera dónde iré a comer hoy.
Colombia tiene un juego muy parecido al nuestro. Y menos responsabilidad: lo normal es que pierda frente a Brasil. Pero, sinceramente, ¿hay algo normal en esta Copa?
Un coche japonés. Son sólidos, discretos, eficientes. ¿Cuándo Brasil volverá a la cancha como un equipo sólido y eficiente?
Colombia. Colombia. Buenos tiempos, aquellos en que Brasil se sentiría absolutamente sereno frente a la perspectiva de enfrentar al equipo del país de Gabo y de Mutis. Vaya. ¿Qué coche compro? Al Gabo le gustaban los coches japoneses.
Vayamos a Costa Rica. Jornada histórica. Y para Grecia, ni hablar. Pero la verdadera pregunta es esa: ¿y Brasil?
Los griegos tienen un futbol trágicamente tonto. Se esfuerzan, es verdad. Pero no logran entusiasmar a nadie.
Ochoa. Héroe mexicano. Sí, se tragó dos goles, pero ni todos los dioses del futbol, en asamblea general y permanente, lograrían atajar los goles holandeses. Oportunistas, los holandeses. Distraídos, los dioses.
El entrenador de Colombia es argentino. Y peor: es competente y eficaz. Los argentinos nos persiguen hasta cuando están en otros mapas. Era y es argentino el entrenador de Chile, equipo que casi provocó un infarto multitudinario en Brasil el sábado; era y será argentino el entrenador de Colombia, cuando las existencias de medicamentos preventivos contra síncopes cardiacos seguramente se agotarán.
Holanda derrotó a México. Un jueguito calculado, feo, pero eficaz. Al finalito del partido, la decisión. Vaya, vaya.
Ochoa. Guillermo Ochoa. Derrotado en el juego, victorioso en la vida. Un arquero tremendo.
Este lunes hay juegos. Este lunes empieza todo otra vez. El futbol, metáfora de la vida: todo día empieza todo otra vez.
A nosotros, los brasileños, nos tocará Colombia el viernes. Como en el poema de Lorca, a las cinco de la tarde. Hora tensa, hora dura.
En Oaxaca, una niña linda llora la derrota de México. En algún lugar de Holanda, alguna niña linda celebra la victoria de Holanda.
En Río, el arquero Julio César aprovechó el día de folga (asueto) para ir a un mercado callejero. Comió una empanada, bebió jugo de caña de azúcar. Y dio autógrafos, y se presentó para sacar fotos con los admiradores. Un día de gloria.
José Roberto Arruda muy probablemente logre volver al gobierno provincial de Brasilia, la capital de los brasileños.
Ya llegará la hora de preocuparse con semejante tragedia. Ahora, lo que importa es Colombia. A propósito: ¿alguien en Brasil sabe el nombre del alcalde de Bogotá?