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Laura González Matute subraya el interés actual por el trabajo en esos centros

Rescata investigadora el arte marginal de las escuelas de pintura al aire libre

Niños carentes de instrucción académica formal las animaron con su espontaneidad y libertad creativa

Fueron cerradas por no corresponder a los intereses gubernamentales, dice a La Jornada

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Individuo realizando pintura dentro de la escuela al aire libre de Coyoacán, en los años 20 del siglo pasado, trabajo incluido en la exposición del Museo Nacional de Arte que concluirá el 2 de marzoFoto Archivo Casasola, Pachuca, Hidalgo
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 13 de febrero de 2014, p. 5

En un clima de fascinación reciente por el arte marginal (outsider art) practicado por enfermos mentales, artistas autodidactas o niños, lejano hasta hace poco de ser considerado arte, hoy asistimos al estallido de un interés sin precedente, demostrado no sólo en la reciente Bienal de Venecia, sino en exposiciones, museos y colecciones públicas y privadas que lo adquieren, provocando en los dos años anteriores la duplicación de precios en el mercado del arte.

En este contexto la exposición Escuelas de pintura al aire libre: episodios dramáticos del arte en México, en el Museo Nacional de Arte (Munal), es muy actual.

Aunque es un proyecto distinto enfocado al análisis de la enseñanza de la plástica en México, queda como un fenómeno singular, pues los creadores que animaron tales escuelas fueron niños sin instrucción académica formal; por el contrario, les fue fomentada la espontaneidad y libertad creativa apoyada por el Estado, interesado en hallar el consenso social integrando al sector popular hasta entonces marginado, generando en los años 20 y 30 del siglo pasado una red de escuelas que tuvieron impacto nacional e internacional.

La propuesta curatorial fue desarrollada por el equipo del Munal a partir de 110 obras, documentos y fotografías. La muestra es independiente, sin embargo se integra a un proyecto amplio con dos exposiciones más: La enseñanza del dibujo en México y Félix Parra (1845-1919): visionario entre siglos. Se completa así un cuadro que cubre el tema desde finales del siglo XVIII hasta los primeros 40 años del XX.

Contacto con el México vivo

En entrevista con La Jornada, Laura González Matute, investigadora del Cenidiap/INBA, aclara varias dudas. Pionera en 1979 en el rescate de este tema por su tesis de licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México y por su libro sobre la recuperación histórica de esas escuelas (Cenidiap, 1987), publicó Las escuelas de pintura al aire libre-Tlalpan (2011), editado por el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, Conaculta/INBA.

–¿La creación de esas escuelas es fruto de un periodo de ajuste educativo y político tormentoso como sugiere la muestra Episodios dramáticos del arte en México?

–Sí, la primera escuela que fue Santa Anita en Iztacalco (no en Iztapalapa, como seguido se confunde), nació en 1913 tras un descontento político, social y educativo que termina en la conocida huelga que paralizó la Academia de San Carlos en 1911 y que llevaría dos años después al nacimiento de Santa Anita, la primera escuela de este tipo dirigida por Alfredo Ramos Martínez.

“Éste comprendió muy bien la ruptura y propuso a los alumnos salir de las aulas y entrar en contacto con el México vivo. Asistieron artistas como Siqueiros, Ramón Alva de la Canal, Fernando Leal, Lola Cueto y Rafael Vera de Córdova, entre otros.

–¿Significa que hay una diferencia entre la primera escuela a la cual asisten artistas de formación y las posteriores concurridas por niños?

–Sí. Con la caída de Victoriano Huerta se cierra Santa Anita, la academia abre en momentos alternos hasta que con Obregón se recupera la estabilidad. Vasconcelos llama de nuevo a Ramos Martínez para abrir una escuela con los principios adoptados en Santa Anita.

“Chimalistac fue la primera de una serie de escuelas que duran poco, porque cambian de sede, debido a problemas administrativos y de presupuesto: Coyoacán y Churubusco. A los artistas mencionados se suman Francisco Díaz de León, Gabriel Fernández Ledesma, Fermín Revueltas, quien llegó de Chicago, y Jean Charlot de Europa. Son cultos y con ideas vanguardistas que rechazan el conservadurismo de la Academia. Hay que concebir a las escuelas en esta primera etapa como un momento de incorporación de artistas bohemios, que pintan libremente sobre todo paisaje y retrato”.

–¿Con ellos pintaban los niños también?

–No, ahí no había niños. He ahí la gran confusión, eran todos pintores formados, como señalan las crónicas de los diversos diarios del momento como El Universal Ilustrado, Excélsior o El Monitor Republicano, que describen las obras de los artistas pero nunca hablan de niños. Eran unos 25 o 30 pintores, de entre 20 y 25 años.

“Vasconcelos visitó por primera vez la sede de Coyoacán y descubrió el cuadro Paisaje zapatista (1921), de Fernando Leal, quien dijo: ‘Esto es lo que quiero que se pinte, les voy a dar los muros”. Él, con Alva de la Canal, Fermín Revueltas y Jean Charlot serán los primeros en pintar en el patio de San Ildefonso, mientras en el Anfiteatro Bolívar lo hacía Rivera con La Creación y Roberto Montenegro y Gerardo Murillo (Dr. Atl), en el ex convento de San Pedro y San Pablo.

–¿Cuándo se convirtieron en escuelas para niños sin recursos?

–En 1925 cuando entra José Manuel Puig Casauranc como secretario de Educación y Alfonso Pruneda como rector de la Universidad, durante el gobierno de Calles. Pruneda, con ideas pedagógicas de avanzada, apoya la creación de los niños. Se rompe con el estereotipo de la educación rígida, conservadora y se concede al niño libertad y espontaneidad para que no se contamine por el mundo de los adultos; en su ser potencialmente creativo. Había que motivarlos y darles el material para lograrlo.

Época de oro y ocaso

–¿Cuántas escuelas había?

–Inicialmente, sólo tres: Xochimilco, Tlalpan y la Villa de Guadalupe. Los alumnos egresados se convirtieron en directores de las mismas y su función era supervisar y apoyar a los niños, sin interferir. En la época de oro, a finales de los años 20, llegaron a existir unas 12 escuelas, no sólo en la ciudad de México, sino en Nuevo León, Michoacán, Jalisco, Puebla y Guerrero.

–¿Cuáles fueron los resultados?

–Surgieron artistas con una obra primitivista, naif, viva, como Ramón Cano Manila, Manuel Echauri, Feliciano Peña y Fernando Castillo, cuya obra se vendía muy bien en Estados Unidos.

–¿Por qué se acabaron esas escuelas al aire libre?

–Después de un momento dorado en el cual se publicó un extenso número de artículos periodísticos, libros, además de una exitosa exposición itinerante en Berlín, París y Madrid; y de abrirse escuelas similares en California, Japón y Cuba, estos centros van cerrando debido a problemas presupuestales e ideológicos. Con el tiempo pierden su función, por no corresponder a los intereses gubernamentales, hasta entrar en una etapa de declive. En 1937 se cierra la última escuela, en Taxco. Después caerán en el más completo olvido.

–¿Cómo rescata su memoria histórica?

–En 1978 Ida Rodríguez Prampolini me propone investigar el tema y dirigir mi tesis, pues me comentó: No se sabe nada, exceptuando una extensa muestra de 200 obras montada en Bellas Artes, en 1965, organizada por Francisco Díaz de León, la cual no tuvo repercusiones.

Cuando realizaba mi tesis, en 1978, Sylvia Pandolfi hizo una pequeña muestra en el Museo Biblioteca Pape de Monclova, Coahuila, que antecede a la de Bellas Artes de 1981, ya ampliada, en tanto que el catálogo se sustentó integralmente en mi investigación. Esta muestra detona el interés de los investigadores sobre el tema, hasta convertirse en un estudio imprescindible en la historia del arte mexicano posrevolucionario.