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Presentaron Denibée, disco de la compositora, en la Fonoteca Nacional

La música de Gabriela Ortiz es un espejo de nuestro tiempo, consideran críticos

Borra las fronteras entre la cultura académica y las expresiones creativas populares, dijo Brennan

Figura entre las voces mayores de la posmodernidad del arte sonoro en México: Aurelio Tello

Foto
Alejandro Escuer (flauta), Edith Ruiz (piano) y Fernando Domínguez (clarinete) durante la velada en la cual interpretaron algunas de las obras de Gabriela Ortiz, como 100 watts, incluidas en el disco editado por el sello Urtext, material que recopila su trabajo dedicado a la flauta en los recientes 15 añosFoto Jesús Villaseca
 
Periódico La Jornada
Jueves 13 de febrero de 2014, p. 6

La de Gabriela Ortiz es una música impregnada de profunda energía, una corrección de las formas y un trabajo fino y refinado de las texturas. También se distingue por ser espejo de nuestro tiempo, nuestro entorno y nuestras circunstancias.

En lo anterior coincidieron el crítico de música Juan Arturo Brennan y el musicólogo Aurelio Tello durante la presentación del disco compacto Denibée, efectuada la noche del martes en la Fonoteca Nacional, álbum de tipo monográfico en el que se recopila la obra de la compositora mexicana escrita para flauta, tanto solista como en su relación con otros instrumentos, durante los pasados 15 años.

Los dos especialistas, en sus respectivas intervenciones, definieron a Gabriela Ortiz como una creadora posmoderna, característica que, en su opinión, es más evidente en gran parte de su producción, aunque con mayor énfasis en la más reciente, como la ópera Únicamente la verdad.

Paleta multicolor

Aunque no pudo asistir por motivos de trabajo, Brennan envió un texto que fue leído por la mezzosoprano Carla López-Speziale en el que destacó que la música de Gabriela Ortiz cumple a cabalidad con lo que los expertos sitúan como posmoderno, en particular en lo concerniente al asunto del eclecticismo, así como el borrado de las fronteras entre la cultura académica y las manifestaciones creativas populares.

El colaborador de La Jornada hizo una breve disección de algunas de las características del material discográfico, en la que destacó la capacidad de Ortiz para lograr unidad en la diversidad, sobre todo en los Tres haikus que compuso a partir de un poema de María Baranda, y generar laberintos sonoros que deben ser resueltos por los intérpretes, como es el caso de la obra Pa’2, para flauta y guitarra.

Resaltó la música cubista o caleidoscópica que la compositora logra en Alejandrías sonoras, para flauta sola, y el poder expresivo, elegante y contundente que evidencia en Río Bravo, obra para voz, flauta y copas de cristal en la que la autora da cuenta de su afinidad con los asuntos relacionados con las fronteras, los exilios y las migraciones.

Respecto de Denibée, disco editado por el sello Urtext, que tiene como intérprete principal al flautista Alejandro Escuer, destacó que en él es posible apreciar “una variada paleta multicolor que en las manos expertas de Gabriela suena y resuena de manera tal que nos comunica la clarísima impresión de que –si se me perdona otro lugar común– el todo es más que la suma de sus partes”.

Mirada ecuménica

Aurelio Tello ubicó a Gabriela Ortiz como una de las voces mayores de la posmodernidad dentro del arte sonoro mexicano. La suya, explicó, es una mirada ecuménica al mundo, al pasado, al presente, a lo culto, a lo popular, a lo rudo, a lo técnico; hay en ella una recolección de influencias y eso se palpa una a una en su obra.

Destacó que en su quehacer da cuenta de una visión total y global de la cultura, lo cual es reflejo de cómo en los siglos XX y XXI se ha logrado en México borrar los rencores al pasado y nos hemos encontrado con nuevas vertientes y las hemos incorporado a nuestra forma de ser. Nos hemos quitado esa máscara de nacionalismo y mostramos lo que somos: seres del mundo.

Según el investigador, las sonoridades de Gabriela Ortiz reflejan el mundo contemporáneo, sin que por ello desconozca las formas de la música del pasado.

Aseguró que la compositora ha logrado hacerse de una voz propia y que en su música puede apreciarse un trabajo fino y refinado de la textura, a partir de dar a los instrumentos que utiliza su lugar y tiempo precisos: Los hace hablar con buena educación, ninguno interrumpe al otro.

La velada, en la cual intervino la poeta María Baranda, concluyó con un breve programa musical en el que participaron Alejandro Escuer, el ensamble Ónix y la cantante Carla López-Speziale, entre otros, quienes interpretaron algunas piezas del disco, como 100 watts, Tres haikus y dos de los cuatro movimientos de Denibée.