Muestra Moscú un periplo por los momentos claves del extenso país, aun la era comunista
El presidente del COI llama a políticos a dirimir diferencias al margen de los deportistas
Sábado 8 de febrero de 2014, p. 2
Sochi, 7 de febrero.
Fue lo que se esperaba: un viaje en el tiempo por todos los momentos gloriosos de la historia de Rusia, donde la hoz y el martillo del comunismo estuvieron también presentes en la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi, que presentó al nuevo país del presidente Vladimir Putin en un homenaje a su propia historia y cultura.
Con un espectáculo lumínico y mucho frío, Rusia mostró su orgullo nacional tras el encendido del pebetero a cargo de la ex patinadora Irina Rodnina y el ex portero de hockey sobre hielo Vladislav Tretiak, para poner en marcha dos semanas de competencias invernales a las orillas del mar Negro.
La nueva Rusia es realmente asombrosa
, dijo en su alocución el presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), Thomas Bach, muy emocionado en su debut en la cita invernal, donde no pasó por alto evocar uno de los principios de la Carta Olímpica: el derecho al respeto por el deporte.
Bach recriminó a los gobernantes y les pidió que tengan la valentía de dirigir sus desacuerdos en un pacífico y directo diálogo político y no sobre las espaldas de los deportistas
, añadió.
En su discurso, aunque no lo dijo abiertamente, también hizo alusión a la ley antigay que impuso el gobierno de Putin.
“Los Juegos Olímpicos nunca han erigido muros para separar a la gente y son un festival deportivo que abraza la diversidad humana en una gran unidad.
Sí, es posible, incluso como competidores, vivir juntos bajo un mismo techo en armonía, con tolerancia y sin ninguna forma de discriminación por cualquier motivo
, sostuvo el dirigente alemán, quien recibió una estruendosa ovación.
Ante la presencia de líderes políticos mundiales, como el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, cada una de las naciones participantes hizo su presentación singular sobre la enorme pista de hielo y con su respectiva bandera.
Desde Grecia hasta Rusia, deportistas de 88 comités olímpicos nacionales más los atletas de India, que competirán bajo bandera olímpica por una sanción del COI, recibieron aplausos.
México estuvo representado por el esquiador Hubertus von Hohenlohe, quien se convirtió en el segundo competidor más longevo, con 55 años. El príncipe –tiene dinastía real alemana–, empresario, fotógrafo, cantante y modelo, portó la bandera con chamarra, pants negro y blanco estilizado de charro.
La apoteosis llegó con la entrada de la delegación rusa. Por un momento se olvidaron los 50 mil millones de dólares invertidos, la polémica ley antigay y los asientos vacíos en el estadio Fisht.
La historia y cultura rusas fueron mostradas de la mano de una niña llamada Lubov, que en ruso significa amor, y que a través del tiempo y el espacio se paseó por el devenir de los siglos del país más extenso del mundo.
Barcos, ejércitos, las conquistas del zar ruso Pedro el Grande, mucha música clásica, ballet, muñecos y elementos típicos del folclor ruso, una representación de Guerra y paz, de León Tolstoi, con la bailarina Zvletana Zakharova.
El momento más emotivo fue cuando las luces rojas se adueñaron del escenario mientras trabajadores construían con martillos, sopletes y carretillas los cimientos del imperio comunista.
Una hoz entró por una esquina del estadio. Un martillo hacía lo mismo desde el otro lado. El símbolo de un imperio con el que no pudo ni el poderoso ejército alemán de Adolf Hitler se dejó ver por unos instantes en la gala.
El Himno Olímpico en la voz de la soprano Anna Netrebko y el de Rusia por el coro masculino del monasterio Sretenski confirmaron ser las promesas de grandes sorpresas en el programa cultural de la justa.
La diva de la ópera mundial por su talento y belleza fue recibida por el público sin resentimientos tras el disgusto masivo que causó en 2006, cuando decidió convertirse en ciudadana austriaca.
El relevo de la antorcha llegó a su fin después de 65 mil kilómetros de viaje en 123 días. El fuego fue pasando por las manos de varias leyendas rusas del deporte: la tenista rusa Maria Sharapova se la cedió a la pertiguista Yelena Isinbayeva, ésta al ex luchador Alexander Karelin y el gigantón la dejó en manos de la ex gimnasta Alina Kabaeva, a quien se le relaciona sentimentalmente con el presidente Putin.
La llama encendió el pebetero finalmente con la ayuda de la ex patinadora artística Irina Rodnina y del ex jugador de hockey sobre hielo Vladislav Tretiak, ambos tricampeones olímpicos por la extinta Unión Soviética.
Unas 10 mil personas participaron en un espectáculo que costó más de 30 millones de euros y se desarrolló en un estadio construido sólo para las ceremonias de apertura y clausura, aunque los pocos asientos vacíos no empañaron un acto lleno de vida y color, pese al incómodo problema técnico, cuando uno de los cinco anillos olímpicos suspendidos del techo del estadio no logró desdoblarse, por lo que no pudieron ser iluminados por los fuegos artificiales y la secuencia tuvo que ser abandonada.